Espíritu, espera, esperanza, expectativa.
Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:
Somos seres espirituales
En todas las culturas (y filosofías) el ser humano es considerado como a dos tiempos: materia y espíritu, cuerpo y alma, materia y forma, etc. El ser humano tiene una dimensión corpórea, material y, al mismo tiempo, es también espiritual, transcendente. Somos y tenemos un universo espiritual de apertura “más allá” de la pura materialidad.
Ser espiritual significa que somos abiertos a todo lo que “se produce o se pueda dar en la historia”.[1]
En las lenguas románicas (provenientes del latín), las palabras que llevan la componente “sp” ó “xpc” hacen referencia al futuro, a la apertura del ser humano hacia el futuro: espera, esperanza, expectativa, expectación, espectáculo, etc. miran hacia el futuro.
Somos seres siempre en búsqueda, en camino, nuestro corazón y nuestra mente están siempre abiertas.
Que los humanos seamos espirituales no significa que tengamos un temperamento algo melifluo y dado a ciertas prácticas religiosas, cuando no mágicas o supersticiosas. Ser espiritual tampoco significa que una persona milite en una religión.
Se puede ser muy religioso, pero muy poco o nada espiritual y se puede ser poco religioso pero de gran hondura espiritual.
Estamos viendo y padeciendo fundamentalismos religiosos dentro y fuera del mundo eclesiástico. Eso no es ser espiritual, sino fanáticos de unos ritos, dogmas o costumbres religiosas.
Todo ser humano es espiritual del mismo modo que todo ser humano es inteligente, libre, histórico, secuado, etc.
Uno puedo ser ateo o increyente: es una opción válida en la vida. Una sociedad, un estado puede optar por ser laico o aconfesional. Son elecciones legítimas en la organización de los pueblos.
Pero que una persona o un pueblo sean aconfesionales no significa que dejen de ser personas y sociedades espirituales. Toda persona y grupo humano habrá de cuidar siempre su dimensión espiritual. Cultivar la dimensión espiritual del ser humano no significa una serie de prácticas religiosas, sino valorar y cuidar la esperanza y el sentido de la vida, la paz y la libertad, la ética, el arte, la delicadeza personal, las tradiciones de un pueblo, etc…
Que una persona o una sociedad sea atea o aconfesional no es un “cheque en blanco” para la vida, mucho menos para la zafiedad.
No se puede zanjar de un plumazo la dimensión espiritual del ser humano y de la sociedad. Habríamos perdido el humanismo
De todos modos todos tenemos y vivimos en una espiritualidad. También las sociedades, ideologías políticas, sistemas religiosos tienen un espíritu, un tono, un modo de pensar y de vivir:
+ En el plano eclesial es evidente que el espíritu de los años conciliares (Vaticano II) ha sido dinamitado y hoy, el espíritu que estamos viviendo en nuestra -y otras- diócesis es muy diferente al del Concilio Vaticano II. El sistema eclesiástico actual es acartonado y alcanforado el espíritu y la espiritualidad. ¿A qué se debe, si no, el enfrentamiento que sufre el papa Francisco?
+ En otros tiempos no lejanos, vivimos bajo el espíritu de dictadura política. Hoy vivimos bajo el espíritu de la dictadura de la seducción económico-tecnológica: vivimos bajo la esclavitud de un supuesto bienestar, de la informática, de un progreso ansioso. Le llamamos libertad a una dependencia absoluta del consumismo.
Jesús tenía y tiene un buen espíritu, un Espíritu santo, bueno. Jesús tenía y vivía (vive) de un ideal, que es el Reino de los cielos: “Reino de justicia de amor y de paz”. ¿Qué otra cosa es el Reino de Dios sino libertad, justicia, perdón y paz? Y ¿qué otra cosa es el espíritu cristiano sino libertad, bondad, misericordia y acogida?
El espíritu de Jesús y de Dios Padre es bueno, porque entre ellos brota la bondad, que anima, consuela, hace comprender la vida…
El evangelio de hoy nos habla de la presencia del Espíritu de Jesús resucitado en la iglesia naciente. Tal espíritu confiere alegría, paz y perdón.
Un texto muy significativo
Jesús no hizo nunca una campaña electoral, pero sí que en su discurso programático de Jesús, cuando comienza su tarea en Nazaret podemos ver que:
El Espíritu del Señor esta sobre mí, porque me ha ungido para anunciar el evangelio a los pobres. Me ha enviado para proclamar libertad a los cautivos, y la recuperación de la vista a los ciegos; para poner en libertad a los oprimidos; para proclamar el año de gracia de Dios. (Lucas 4,18-19)
El espíritu cristiano, el espíritu de Jesús es buena noticia (Evangelio), libertad, luz, bondad, gratuidad, alegría, paz y perdón. entendimiento y comprensión
Vivir en tal estilo de Jesús es bueno, hace bien, construye nuestra vida.
“Exhalar el aliento” es la misma expresión que emplea el Génesis cuando Dios inspira su hálito vital sobre el barro humano.
Entonces Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente. (Gn 2,7).
Los humanos por nosotros mismos somos un puñado de barro. Muchas veces en la vida andamos, como los primeros discípulos, tristes, decepcionados por las mil circunstancias que nos pueden sobrevenir.
Somos vivientes, humanos cuando tenemos espíritu, el espíritu de Dios.
Jesús “exhaló su aliento”, su bondad y misericordia sobre nosotros
Nos hace bien vivir del espíritu, tener tono vital, “consuelo”, bondad. Necesitamos también unos ideales nobles y sanos, un espíritu bueno para llegar a ser vivientes, humanistas, creativos. Algo de todo eso es el espíritu que Dios y Cristo nos infunden. Vivimos cuando estamos impregnados de respeto, convivencia, libertad, paz
recibid espíritu santo
[1] Decía K, Rahner que ser espíritu-espiritual significa que el hombre es absoluta apertura hacia toda “palabra” que se produce en la historia, (Oyente de la palabra, 73
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