Tiempo de palabras huecas.
“La palabra no es nada más que la resonancia del silencio”, decía Max Picard (1888-1965, escritor y filósofo suizo). Cuando leí este pensamiento en la mañana desemboqué en el periodo electoral que vivimos, o padecemos.
Corren tiempos de palabras huecas. Más que hablar se vocifera. Escuchar perdió el sentido entre tanto ruido. Agredir verbalmente es una moda. La mentira corre de un lado para otro con libertad absoluta amparada en las redes y demás medios de comunicación al alcance de propagandistas y manipuladores sibilinos que lanzan la piedra y esconden la mano.
No necesitan saber escribir, no dan la cara; ni hablar, total lo que “vende” es el despropósito y la manipulación; hasta la calumnia que, aunque creo que es delito, resulta ser una herramienta de uso frecuente.
La palabra necesita alimentarse de silencio previo, para ser transmitida con el contenido esencial que pueda llegar con cordura al oído, al cerebro y al corazón humanos… creo que estamos en peligro.
Con tanto consumo de palabras vacías, aliñadas con ruido y agresividad en mítines, mesas redondas, espacios televisivos de debates impresentables, etc. Las conocidas fake-news, sinónimo de un montón de nuestro abundante idioma: noticias falsas, mentiras, bulos, embuste, bolas… alguno se me olvida, seguro.
En las campañas electorales no hay contrincantes sino contrarios. No olvidemos que estas dos palabras no son sinónimos. Según la Real Academia de la Lengua ‘contrincante’ es “persona o grupo con los que se compite en un enfrentamiento deportivo, juego o concurso, para acceder a un puesto, etc.”. Y ‘contrario’: es el opuesto, el completamente diferente, en desacuerdo total, etc.
La vida de nuestros representantes políticos está tan ácida que incluso se extrapola a todos los ambientes, a través de los mass media. Para entendernos: medios de comunicación que hacen el juego a la acidez, la violencia verbal, el postureo mediático de confrontación, etc. provocando un contagio colectivo que se difunde socialmente. Desaparece el ‘contrincante’ y aparece el ‘contrario’ por cada esquina.
La tensión se expande y al pueblo llano (hombres, mujeres, jóvenes, niños, ancianos, consumidores, ciudadanos, usuarios, contribuyentes, hipotecados, parados, desahuciados, profesionales, obreros, empleados, universitarios, pensionistas, sanitarios, inmigrantes con y sin papeles, etc. etc. etc. etc. etc… etc.) y se nos alimenta, informativamente hablando, como a los patos en la Dordogne francesa: les abren la boca, les meten con un embudo comida de gran contenido en grasa, hasta que enferma el hígado; esa víscera será luego convertida en un paté delicatessen.
¡Cuidado!… con los patos no hay peligro, ellos no votan, pero nosotros sí.
Antes de que llegue la fecha de las elecciones generales, locales, autonómicas y europeas, convendría hacer silencio interior y de tecnología punta. Desintoxicarnos de palabrería chabacana.
Permanecer atentos a la palabra serena y plena de sentido común a la hora de comunicar, identificar lo que huela a mentira electoralista, y memorizar lo que en otros momentos electorales fue “palabra mojada” nada más recoger las urnas.
Y cuando llegue la fecha de ir a votar, vayamos… ¡claro que sí!, a ejercer ese derecho, tan deseado en otros momentos de la historia que estuvo prohibido, e introducir la papeleta llena de nombres y siglas… palabras fin y al cabo.
Toda mi reflexión empezó con Max Picard, su sabio pensamiento y la papeleta electoral informativa para ir a votar, que recogí ayer del buzón y tengo al lado del ordenador.
Mari Paz López Santos
Abril 2019
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