Con frecuencia se ha sostenido que la Reforma Protestante supuso la liberación de una enorme carga que provenía de la superstición y el oscurantismo en el que estaba sumido el catolicismo. Como consecuencia, se rompía con esta mentalidad anclada a fuego en las masas para que ahora los verdaderos creyentes pudieran vivir su fe en libertad. Pero conclusiones como la presente distan mucho de la realidad. Uno de los casos mejor documentados que nos han llegado (los archivos originales se han conservado) es el que se conoce popularmente como “Las brujas de Salem”.
Los hechos son verdaderamente reveladores y es uno de esos episodios en los que se nos muestra de manera privilegiada qué tipo de mentalidad tenían aquellos hijos de la Reforma.
A continuación, vamos a realizar un relato casi periodístico colocando los hechos más sobresalientes para que así el lector pueda sacar sus propias conclusiones.
Debemos situarnos en el año 1692, en una aldea llamada Salem ubicada en la bahía de Massachusetts, Nueva Inglaterra. En esta pequeña aldea serán encarceladas un centenar de personas (ejecutadas veinte), todas ellas acusadas de brujería.
Antecedentes
A finales del siglo XV se inició una caza a lo largo y ancho de Europa de todo lo que se consideraba pagano. En los siguientes ciento cincuenta años morirían unas 50.000 personas ya fueran en la hoguera o colgados.
En 1610 lo peor ya había pasado y la Reforma Protestante había acontecido calando en una serie de países, territorios y ciudades libres.
El puritanismo se había formado en Inglaterra en el siglo XVI y tenía el objetivo de purificar la Iglesia Anglicana a la que consideraba que se había quedado a mitad de camino de lo que era una reforma aceptable. Estos puritanos, calvinistas ingleses, en sus inicios mantendrán tanto ideas religiosas como políticas y así chocarán con la iglesia estatal y con la monarquía inglesa que llegará a perseguirlos.
Los puritanos realizaban una interpretación tremendamente celosa y literal de la Biblia además de vivir en un legalismo que ellos entendían como norma de su día a día.
Debido a la inestabilidad política surgida de la anterior confrontación, no pocos marcharon hacia la nueva tierra, el nuevo mundo, y allí fundaron una colonia en la bahía de Massachusetts en 1628.
Levantaron un asentamiento regido por estrictas normas religiosas en lo que consideraban una especie de “tierra prometida”. Pero dicho lo cual, este territorio también era considerado hostil, una tierra de demonios habitado por salvajes indios.
Los puritanos no tenían dudas acerca de la existencia de demonios o espíritus de maldad y, además, de que estos se podían manifestar en diferentes grados llegando incluso a poseer a alguien.
Junto a lo anterior pensaban que determinadas personas se dedicaban a la brujería y es por ello que si identificaban a alguien como tal, se le aplicaba la pena capital tal y como se establecía en el libro de Levítico.
Dentro de la misma aldea de Salem las tensiones entre los habitantes eran muy fuertes. Diversas facciones se enfrentaban por el control de las tierras a lo que se añadió un nuevo conflicto provocado por la construcción de una iglesia y, por si fuera poco, también estaba el asunto del salario del pastor.
El nombre de este ministro era Samuel Parris de treinta y nueve años, un empresario venido a menos que ahora había pasado a ser ministro. Samuel predicaba de forma dura, acusadora, para ver si de esta forma los feligreses sentían vergüenza y remordimiento y le pagaban el salario que él consideraba justo.
Sería precisamente en el hogar de este pastor en donde todo comienza en enero de 1692. Tanto en su hija Betty de nueve años como en su sobrina de once se manifiesta un mal de origen desconocido. Son como ataques en los cuales ambas niñas dicen recibir pellizcos y mordiscos invisibles mientras se retuercen por el suelo. En ocasiones no pueden comer, dormir o hablar.
Lo primero que se hace es recurrir al doctor. Debemos tener presente que era frecuente en esta época que si el médico no conocía el mal que aquejaba al paciente, el diagnóstico podía ser que se trataba de un caso de brujería o ataque demoníaco.
La brujería para los puritanos era algo tan real como todo lo físico que los rodeaba. Las brujas eran seres que iban de aquí para allá echando maldiciones y realizando toda clase de impiedades. Según la mentalidad de entonces, Satanás necesitaba ayudantes para poder realizar su labor y de esta forma había reclutado principalmente a brujas y, en menor número, también a brujos. Todos ellos habían vendido su alma a cambio de favores sexuales o dones pecaminosos de cualquier tipo.
En la misma línea, se creía que las brujas podían mandar una especie de espectro para atormentar a sus víctimas. Los síntomas de Betty y su prima parecen encajar con algunas de las anteriores descripciones por lo que la situación pasa a plantearse con una pregunta muy concreta: ¿quién o quiénes las estaba atormentando? La caza de brujas comienza a tomar forma.
El pastor estaba bastante enojado por lo que estaba sucediendo en su hogar, algo que venía a sumarse a sus anteriores problemas. Como consecuencia vuelca sus sospechas en su propia congregación, alguien de entre todos ellos es el culpable, busca perjudicarlo y dañarlo. El halo de la desconfianza cae sobre la membresía.
Las siguientes semanas van transcurriendo y el comportamiento de las niñas continúa de forma similar, estos supuestos ataques, inexplicables desde el punto de médico del momento, no cesan.
Diversas teorías
Al presente se han presentado varias teorías para dar razón de qué era exactamente lo que les estaba pasando a aquellas niñas. En el pasado ya se habían repetido casos parecidos en niños que habían crecido en hogares católicos.
En el siglo XVII, en general, los pequeños no eran receptores, en el seno de la familia, del afecto necesario, sino que eran considerados como mano de obra y, desde el punto de vista religioso que lo impregnaba todo, pecadores a los que había que orientar en el camino a Dios por medio de la disciplina.
Las predicaciones iban en esta dirección y así en las mismas se expresaba con toda claridad que los niños desde el mismo momento en el que nacían eran pecadores, es más, eran hijos de Satanás y si no se arrepentían, estaban destinados al infierno eterno junto a los demonios. El reverendo Samuel remarcaba este hecho en algunas de sus predicaciones.
Como es lógico suponer, los niños así criados tenían una gran preocupación por su destino final. Vivían aterrados con la idea de perecer en el infierno y su concepto de Dios era el de un Ser duro, preocupado por las faltas cometidas y que no dejaba pasar una.
Una posible explicación va en esta línea y así debido a la falta de atención y ternura en el hogar, sumado al temor inculcado y a la autosugestión, es que en estos niños podía aparecer todo tipo de “extrañas” manifestaciones.
Otra posible explicación es que fuera el resultado de la ingestión de un veneno. De ser así, en Salem se habría producido un envenenamiento por centeno contaminado el cual produce alucinaciones y otros síntomas físicos muy similares a los de estas niñas.
Se trata de una clase de hongo que aparece en el centeno y que produce disfunciones nerviosas. Aquellos que padecen este tipo de envenenamiento se retuercen de dolor. El conocido LSD, la droga por excelencia de los hippies, es un derivado de este hongo llamado cornezuelo.
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