¿Quién es este que viene?
Domingo de Ramos
Hubo demasiadas conciencias alumbradas,
hubo demasiados privilegios trastornados,
hubo demasiadas palabras mal recibidas,
hubo demasiada mala fe:
detrás de esta puerta
con los dinteles elevados, todo va a jugarse,
lo sabe.
Posiblemente tiene miedo,
da el paso.
Entra.
Es aquí dónde se le espera.
¡Es ahora
cuando se va a verificar el perdón dado
hasta el múltiplo de setenta y siete,
la vida dada como único signo de amor,
el cuerpo y la sangre dados hasta el desgarro,
el Espíritu dado como un soplo de vida!
Ha llegado la hora.
Es ahora cuando su verdad saldrá a la luz.
Lo sabe;
da el paso.
Entra.
La semana comienza.
*
Charles Singer
***
¿Quién es este que viene,
recién atardecido,
cubierto por su sangre
como varón que pisa los racimos?
Éste es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.
¿Quién es este que vuelve,
glorioso y malherido,
y, a precio de su muerte,
compra la paz y libra a los cautivos?
Éste es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.
Se durmió con los muertos,
y reina entre los vivos;
no le venció la fosa,
porque el Señor sostuvo a su elegido.
Éste es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.
Anunciad a los pueblos
qué habéis visto y oído;
aclamad al que viene
como la paz, bajo un clamor de olivos. Amén.
***
El pueblo que fue cautivo
y que tu mano libera
no encuentra mayor palmera
ni abunda en mejor olivo.
Viene con aire festivo
para enramar tu victoria,
y no te ha visto en su historia,
Dios de Israel, más cercano:
Ni tu poder más a mano
ni más humilde tu gloria.
¡Gloria, alabanza y honor!
Gritad: “¡Hosanna!”, y haceos,
como los niños hebreos
al paso del Redentor.
¡Gloria y honor
al que viene en el nombre del Señor! Amén.
*
(Himnos de las Primeras Vísperas y de los Laudes de la Liturgia de las Horas del Domingo de Ramos, )
***
Evangelio: Lucas 22,14-23,56
***
No conocíamos la medida del sufrimiento de Dios hasta que tomó cuerpo ante nuestros ojos en la pasión de Cristo. La pasión de Cristo no es más que la manifestación histórica y visible del sufrimiento del Padre por el hombre. Es la suprema manifestación de la debilidad de Dios: Cristo -dice san Pablo- fue crucificado por su debilidad (2 Cor 1 3,4). Los hombres han vencido a Dios, el Pecado ha vencido y se yergue triunfante ante la cruz de Cristo; la luz se ha cubierto de tinieblas… Pero sólo por un instante: Cristo fue crucificado por su debilidad, pero vive por la fuerza de Dios, añade el apóstol. ¡Vive, vive! El mismo lo repite ahora a su Iglesia: “Estuve muerto, pero ahora vivo para siempre y tengo poder sobre la muerte y los infiernos” (Ap 1,18) […].
Dios ha vencido sin dejar su debilidad, sino llevándola al extremo; no se ha dejado arrastrar al terreno del enemigo: “Injuriado, no respondía con injurias, sufría sin amenazar” (1 Pe 2,23). A la voluntad del hombre que pretendía aniquilarlo, no ha respondido con deseos de destrucción, sino con voluntad de salvarlo: “Yo soy el Viviente -dice el Señor-; no quiero la muerte del pecador, sino que se convierta y viva” (cf. Ez 33,11). Dios manifiesta su omnipotencia con la misericordia y el perdón [parcendo et miserando), como reza la oración de la Iglesia. Al grito Crucifige!, respondió con este grito: “Padre, perdónalos” (Le 23,34).
No hay palabras en el mundo como estas breves palabras: “Padre, perdónalos”. Toda la potencia y santidad de Dios están ahí resumidas; son palabras indomables, que no pueden ser superadas por ningún crimen, porque fueron pronunciadas en el más grande de los crímenes, en el momento en que el mal ha hecho su esfuerzo supremo y ya no puede más porque ha perdido su aguijón.
*
R. Cantalamessa,
El mistero pascual, Valencia 1996).
***
***
Comentarios recientes