Lucha entre luz y tinieblas.
Tanta niebla que ya se nos ha olvidado cómo es el sol. Así que de tanto hablar de la pederastia, se nos ha olvidado hablar y recordar a un misionero español matado estos días en Burkina Faso. Y los misioneros y sacerdotes en su entrega y servicio normal. No podemos llegar a olvidar esa realidad muy fuerte: cuarenta misioneros han sido asesinados en el 2018. Es la otra cara de la verdad, muertos por defender a los pobres, por promocionar a los más débiles. Y eso solo en un año.
Os invito a pensar en cantidad de personas sencillas, que entregan su grandiosa vida al servicio del Evangelio: evangelizan, ayudan, sanan, curan, educan, promocionan,
Es bueno abrir los ojos. Cuando en ciertas partes dominan los intereses económicos de grupos, o de personas concretas, los misioneros y misioneras se oponen y trabajan por promover la justicia, el amor, la paz… Venezuela, Honduras, El Salvador…
Cada uno conocemos a personas así. Quizás son familia o amigos nuestros o por lo menos conocidos.
Es cierto que no quita un ápice del mal cometido, especialmente con los niños. Y esos merecen su castigo penal, ser depuestos de sus cargos, pedir realmente perdón… Aunque es imposible reparar el mal cometido.
Estoy en una duda: por un lado leo en Jesús “pero al que escandalice a uno de estos pequeños, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y le hundan en lo profundo del mar” (Mt, 18,6 ss). Y por otro: “entonces Pedro, acercándose a él, dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete”.
Pero es cierto que además de intentar poner remedio, hay que reconocer que es un tanto por ciento pequeño el que ha cometido esos horrores y que por desgracia, se da, también en otros ámbitos, escolares, deportivos, familiares.
Se nota más en un folio una mancha negra que una bella pintura suave (un servicio limpio). Prefiero recordar y traer a mi memoria los miles y millones de niños que han disfrutado sanamente en los campamentos, en las clases, en las catequesis.
El papa Francisco, con serenidad pero con firmeza; los padres, los jueces y los afectados ponen las cosas en su sitio, aunque no podamos quitar el dolor sufrido ya y el mal realizado.
Ojalá limpiemos del todo los cristales para que ya nunca veamos suciedad sino claridad; amor auténtico y servicio. Y es preferible encender una cerilla que maldecir la obscuridad.
Gerardo Villar
Fuente Fe Adulta
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