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“Iglesias, abusos y hashtags absurdos”, por Carlos Osma

Lunes, 1 de abril de 2019

microphone-1209816_1280De su blog Homoprotestantes:

La cumbre vaticana sobre pederastia acababa el pasado 24 de febrero dejando de nuevo una gran decepción entre las víctimas que esperaban algo más que palabras y buenas intenciones. Miguel Hurtado, portavoz español de la Organización Global de Víctimas ECA (Ending Clergy Abuse) afirmó tras conocerse las conclusiones de la cumbre que: “El papa Francisco ha dado un guantazo a todas las víctimas de pederastia que hemos venido de los cinco continentes para pedir explicaciones. Se ha pasado la mitad del discurso hablando de los abusos fuera de la Iglesia. A nosotros nos abusaron dentro de la Iglesia, eran sacerdotes, monjes, profesores católicos. Esperábamos una respuesta que no nos ha dado”.

Dos días después, un tribunal australiano ordenaba detener al cardenal católico George Pell que había sido declarado culpable de violar a un menor (y por otros cuatro cargos de abusos). George Pell era ni más ni menos que el número tres del Vaticano e incluso estuvo en las quinielas en la última elección papal. Su abogado Robert Richter, en su defensa, comentó que el incidente con el menor había durado pocos minutos y que no fue premeditado, sino producto de un impulso, “un simple caso de penetración sexual convencional en el que el niño no participa voluntaria ni activamente”. Al leer las declaraciones de Robert Richter, yo me pregunto: ¿Quién paga a este abogado? ¿La Iglesia católica? ¿De verdad que el cardenal George piensa que está es la mejor defensa que tiene? ¿Era esta la idea de justicia, de trato con las víctimas, que hubiera promovido si hubiera llegado a ser papa? ¿Esta es la moralidad que se necesita para ser papable? ¿Cuántos George Pell había en la cumbre vaticana sobre pederastia que no llegó a una conclusión que pudiera satisfacer a las víctimas?

El tema de la pederastia dentro de la Iglesia católica es un drama que no tiene que ver únicamente con esta confesión cristiana, ya que es evidente que los controles educativos a instituciones escolares que pagamos toda la población con nuestros impuestos (independientemente de lo que creamos o dejemos de creer) no parece que hayan sido los más adecuados, (como tampoco lo fueron en el caso de bebés robados en centros médicos que pertenecían también a esta iglesia). Actualmente la sociedad está más sensibilizada ante estos dramas y espera algo más que buenas intenciones y palabras huecas, tanto de la Iglesia católica como de los Estados donde se han producido los abusos a menores. ¿Qué hubiera ocurrido si los casos de pederastia a este nivel hubieran ocurrido en otro entorno? Evidentemente la respuesta hubiera sido otra. El tema del silencio en los casos de abusos a menores tiene que ver tanto con el poder del adulto que ejerce sobre un menor, como del poder de la Iglesia católica sobre los Estados. Que en Estados Unidos (un país donde la Iglesia católica no es mayoritaria) haya 7000 sacerdotes acusados de abuso, mientras que en España las cifras se mantienen ocultas, no me parece que sea un dato anecdótico.

El jueves pasado la organización #ConMisHijosNoTeMetas España promovió una campaña en redes sociales. Si como la mayoría del mundo no conoces esta organización, probablemente habrás pensado que, al coincidir con la cumbre vaticana, su campaña pretendía defender la vida de los niños y niñas, la libertad que tiene cualquier menor de poder vivir con seguridad en todos los entornos, (iglesia, centros educativos, familia…), animar a denunciar los abusos y maltratos, pedir trasparencia a la Iglesia católica e implicación al Gobierno español. Pues no, este movimiento tan sensibilizado con la infancia, y con su protección, pretendía que sus seguidoras y seguidores denunciaran en las redes sociales la demoniaca, y por tanto inexistente, ideología de género que están recibiendo sus hijos en los centros educativos. Una de estas acciones consistía en utilizar el hashtag #ConMisHijosNoTeMetas en las redes, y otra en cambiar la foto del perfil de Facebook, Twitter, Instagram o WhatsApp por una imagen que denunciara al gigante de la Ideología de Género (aquí lo pongo en mayúsculas para que parezca más importante y de algo más de miedo). La verdad es que no consiguieron su propósito, al menos en Twitter, porque no aparece en la lista de los 100 trendings topics de ese día, algo que sí hizo #XavierArzalluz #Stoptonterias o #LeyLGTBIya. Y aunque no tengo ningún dato, creo que tampoco tuvieron mucho éxito con el cambio de la foto del perfil porque, aunque no sirva como prueba, de las personas que conozco en mis redes sociales únicamente una se sumó a la iniciativa en WhatsApp.

Lo sorprendente es que esta mujer que cambió la foto del perfil, y con la que hace tiempo no tengo relación debido a su homofobia, hace más de cuarenta años tuvo que enfrentarse a una situación muy complicada en su familia: su hermano, que era el pastor de una iglesia evangélica, abusó de unas niñas, y no de unas niñas cualquiera, sino de las hijas de otra de sus hermanas. Y tras reunirse varias personas, entre las que se encontraba esta mujer, con el pastor-hermano-abusador, en vez de ponerle un cartel que dijera #ConMisSobrinasNoTeMetas, se decidió que la mejor solución era el silencio. Sacarlo a la luz podría producir males peores, el padre de las niñas podría matar al pastor-abusador, dijeron. Pero la verdadera razón del silencio fue otra, tenían miedo a que el testimonio de la iglesia evangélica de esa ciudad, por la que tanto habían luchado en momentos tan difíciles, quedara desacreditado para siempre. Tenían miedo también a perder la posición que cada uno de ellos y ellas tenía dentro de aquella iglesia que pensaban quedaba amenazada por la Verdad (esta sí en mayúsculas). Así que lo mejor para el evangelio, lo mejor para el pastor-abusador, y lo mejor para la iglesia evangélica, fue el acuerdo de que todas y todos se callarían si el pastor-abusador no volvía a repetir los abusos. Evidentemente ese acuerdo tan satisfactorio para las partes, no lo fue para las víctimas, y todo el mundo prefirió mirar hacia otro lado y no saber si se siguió respetando con esas niñas, o con otras.

En todas las iglesias hay intereses que van más allá de los que nos atrevemos a reconocer, y mucha gente dispuesta a todo por defender el testimonio y la credibilidad de “su iglesia”, así como la silla que ocupan dentro de ella. Tras las denuncias, las portadas de periódicos, o los informativos de televisión, únicamente ven el daño que esto hace a su credibilidad. Y al poner la vista allí, la apartan de las víctimas. Ese es el resumen de todo, al mirar sus intereses, o los de la iglesia de la que forman parte (que suelen ser los mismos), se alejan de lo más básico, de lo más humano, del evangelio mismo. Los abusos se dan en todos los entornos, eso es cierto, pero encubrirlos en nombre de Dios es repugnante, diabólico e indecente. Propongo que las iglesias organicen otro tipo de cumbres para hablar sobre abusos, y que en esas cumbres únicamente hablen las víctimas, que sean ellas las que saquen a la luz la verdad, y propongan las soluciones que consideran justas. Únicamente poniendo en el centro a quienes padecieron los abusos, el silencio y la negación, se resolverá de verdad esta lacra. Lo importante no son las instituciones, ni cómo les afectará que la Verdad salga a la luz, lo esencial, lo decente, lo humano, es responder con celeridad a las demandas de las víctimas.

Carlos Osma

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