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La carta de una monja a la Iglesia ante el 8M: “Deje de ser una institución patriarcal y a veces machista”

Viernes, 8 de marzo de 2019

5960B268-602B-4CEF-A1D8-38006EDEB1D4Denuncia que las religiosas son un colectivo “bastante invisible” en los medios y en la sociedad

 En el 8M las monjas queremos alzar nuestra voz porque como ciudadanas reclamamos equidad y dignidad para todas las mujeres”

“El 8M es sin duda un símbolo, pero es también una oportunidad para tejer sonoridad y visibilizar que las mujeres queremos cambiar el mundo”

Asegura que las religiosas llevan “llevan el doble peso de ser mujeres y pobres”

No quieren que la llamen profetisa ni monja rebelde ni nada por el estilo. Porque, a su juicio, lo que Sor Carmen Soto Varela, de la congregación Siervas de San José de Salamanca, reclama es algo de sentido común, por muy asignatura pendiente que siga siendo en el seno de la Iglesia a la que pertenece y a la que quiere: una institución menos patriarcal y menos machista, para poder ofrecer “en igualdad” la palabra y los dones.

En una carta remitida a los medios de comunicación a través del Obispado de Salamanca, la monja asegura que son un colectivo “bastante invisible en los medios de comunicación y en muchos espacios sociales”.

“Con frecuencia la mirada que la sociedad tiene hacia nosotras está cargada de estereotipos que apenas responden a lo que somos ni a lo que estamos haciendo”, señala en su texto.

La monja vive en una vivienda del barrio de Buenos Aires de Salamanca, en una de las zonas más desfavorecidas de la capital salmantina. Soto Varela también apuesta por celebrar el 8 de marzo como “un desafío”, porque “como otras mujeres”, las monjas experimentan “los muros invisibles que la cultura patriarcal ha levantado a lo largo de los siglos y que siguen impidiendo la igualdad y el desarrollo de todas potencialidades de las mujeres en los diferentes ámbitos sociales, políticos, económicos y religiosos”.

También asegura que como monjas están comprometidas “a denunciar las desigualdades, la violencia, los abusos que afectan especialmente a las mujeres más pobres, porque ellas llevan el doble peso de ser mujeres y pobres“.

En el 8M las monjas queremos alzar nuestra voz porque como ciudadanas reclamamos equidad y dignidad para todas las mujeres, porque queremos poder vivir sin miedo a padecer cualquier tipo de violencia y porque en nuestra sociedad la pobreza sigue teniendo nombre femenino”, destaca.

Y añade que las monjas desean que la Iglesia “deje de ser una institución patriarcal y aveces machista” para poder sentirse “hermanas de nuestros hermanos en la fe, ofreciendo en igualdad la palabra y los dones”.

Carmen Soto Varela concluye su carta asegurando: “El 8M es sin duda un símbolo, pero es también una oportunidad para tejer sonoridad y visibilizar que las mujeres queremos cambiar el mundo”.

Texto íntegro de la carta de la religiosa salmantina

Después de haber ido arrinconado y casi denostado, el feminismo vuelve a ser protagonista de nuestras conversaciones, en la calle y en los medios de comunicación. Los continuos casos de violencia de género, la brecha salarial, el techo de cristal son cuestiones que han adquirido un protagonismo renovado y las mujeres como colectivo nos sentimos hoy con más fuerza para alzar nuestra voz ante las desigualdades, los estereotipos y la violencia que seguimos sufriendo en todos los lugares del mundo.

El 8M está ya próximo y los diferentes grupos de mujeres reflexionamos, programamos, soñamos acciones que visibilicen una vez más nuestros anhelos, nuestras luchas, nuestras propuestas. Las iniciativas son variadas porque las mujeres también lo somos. Hay muchas cosas que nos unen, pero también otras en las que pensamos diferente. Por eso no hay una sola forma de ser feminista sino muchas.

En esta red de sororidad participamos también muchas mujeres que somos monjas o religiosas y lo hacemos porque somos mujeres, pero también porque nuestro compromiso con la causa de Jesús de Nazaret y nuestra fe en un Dios liberador que nos impulsa a llevar liberación y transformación allí donde existe injusticia, violencia o negación de la dignidad de cualquier ser humano. Sin embargo, somos un colectivobastante invisible en los medios de comunicación y también en muchos espacios sociales y con frecuencia la mirada que la sociedad tiene hacia nosotras está cargada de estereotipos que apenas responden a lo que somos ni a lo que estamos haciendo.

Yo pertenezco a un grupo dentro de ese colectivo, la congregación de las Siervas de San José, nacida en el siglo XIX, quizá por eso el nombre para más de uno y una suena algo antiguo, pero lo importante es que desde sus inicios se comprometió con la promoción y dignificación de las mujeres trabajadoras pobres en el contexto de la naciente revolución industrial. Nuestro proyecto nació también de la mano de una mujer pionera y profundamente creyente, Bonifacia Rodríguez. Ella impulsó el comienzo y hoy seguimos empeñadas en esa misma causa buscando junto a las mujeres trabajadoras pobres respuestas que cambien su vida; por eso para nosotras el 8M es importante.

Como mujeres celebrar el 8 de marzo es un desafío porque, como muchas otras mujeres, experimentamos los muros invisibles que la cultura patriarcal ha levantado a lo largo de los siglos y que siguen impidiendo la igualdad y el desarrollo de todas las potencialidades de las mujeres en los diferentes ámbitos sociales, políticos, económicos y religiosos.

Como monjas, nos compromete a denunciar las desigualdades, la violencia, los abusos que afectan especialmente a las mujeres más pobres porque ellas llevan el doble peso de ser mujeres y pobres. Ellas siguen padeciendo la mayor precariedad laboral, porque ellas son las que han de asumir los cuidados, las dobles jornadas para sacar adelante la familia muchas veces rota, impotentes ante la injusticia y el desamparo.

En el 8M las monjas queremos alzar nuestra voz porque como ciudadanas reclamamos equidad y dignidad para todas las mujeres, porque queremos poder vivir sin miedo a padecer cualquier tipo de violencia y porque en nuestra sociedad la pobreza sigue teniendo nombre femenino. Pero también porque somos mujeres creyentes y vivimos nuestra vocación dentro de la gran familia que es la Iglesia, y deseamos que deje de ser una institución patriarcal y a veces machista y podamos sentirnos hermanas de nuestros hermanos en la fe, ofreciendo en igualdad nuestra palabra y nuestros dones.

El 8M es sin duda un símbolo, pero es también una oportunidad para tejer sororidad y visibilizar que las mujeres queremos cambiar el mundo.

Fuente Religión Digital

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