Miércoles de Ceniza
Hoy, miércoles de Ceniza, cuando se nos imponga sobre nuestra frente la ceniza penitencial, pensemos en qué es en realidad cumplir el mandato de “Conviértete y cree en el Evangelio”… “Amaos los unos a los otros como yo os he amado” que nos pide Jesús.
“Recuerda que eres polvo” ¡y algo más!
¡Ayuna del ayuno! ¡Sal del miedo!
¡Rasga las vestiduras… de los demás!
¡Echarte todavía más ceniza, no puedo!
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Pedro Casaldáliga
Clamor Elemental.
Editorial Sígueme, 1971
“Para mí, Señor, no es necesario el Miércoles de Ceniza
porque ni un solo día de la semana me olvido
de que fui barro en tu mano.
Y lo único que realmente necesito es que no lo olvides Tú”
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Dulce María Loynaz
Poema LXXXIX
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Arrepentimiento no equivale a autocompasión o remordimiento, sino a conversión, a volver a centrar nuestra vida en la Trinidad. No significa mirar atrás disgustado, sino hacia adelante esperanzado. Ni es mirar hacia abajo a nuestros fallos, sino a lo alto, al amor de Dios. Significa mirar no aquello que no hemos logrado ser, sino a lo que con la gracia divina podemos llegar a ser […].
El arrepentimiento, o cambio de mentalidad, lleva a la vigilancia, que significa, entre otras cosas, estar presentes donde estamos, en este punto específico del espacio, en este particular momento de tiempo. Creciendo en vigilancia y en conocimiento de uno mismo, el hombre comienza a adquirir capacidad de juicio y discernimiento: aprende a ver la diferencia entre el bien y el mal, entre lo superfluo y lo esencial; aprende, por tanto, a guardar el propio corazón, cerrando la puerta a las tentaciones o provocaciones del enemigo. Un aspecto esencial de la guarda del corazón es la lucha contra las pasiones: deben purificarse, no matarse; educarse, no erradicarse. A nivel del alma, las pasiones se purifican con la oración, la práctica regular de los sacramentos, la lectura cotidiana de la Escritura; alimentando la mente pensando en lo que es bueno y con actos concretos de servicio amoroso a los demás. A nivel corporal, las pasiones se purifican sobre todo con el ayuno y la abstinencia.
La purificación de las pasiones lleva a su fin, por gracia de Dios, a la “ausencia de pasiones”, un estado positivo de libertad espiritual en el que no cedemos a las tentaciones, en el que se pasa de una inmadurez de miedo y sospecha a una madurez de inocencia y confianza. Ausencia de pasiones significa que no somos dominados por el egoísmo o los deseos incontrolados y que así llegamos a ser capaces de un verdadero amor.
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K. Ware,
Diré Dio ogg’i. Il cammino del cristiano,
Magnano 1998, 182-185 passim).
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