Hermana de una víctima de Pell, a sus defensores: “Ya no gobernáis nuestro mundo”
Alegato contra los periodistas y Primeros Ministros que apoyan al purpurado pederasta
“A medida que estos hombres encumbrados luchan por mantener sus privilegios, continúan personificando descaradamente lo que habilitó un sistema de abusos contra niños”
“El bien merecido contragolpe público que se ha dirigido a estos hombres ha sido elocuente y visceral y completamente unido en su mensaje: ya no nos interesáis mucho”
“En todo este ruido, el mensaje del jurado se transmite de manera silenciosa y poderosa y está dirigido a aquellas víctimas que aún no han denunciado… Estáis a salvo, os creemos”
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Soy la hermana de un denunciante (y también testigo) en el ahora abandonado “juicio de nadadores” [otro juicio por presunta pederastia] contra George Pell. Entiendo las razones por las cuales se abandonó este juicio y me siento cómoda con ellas.
Todos vosotros habéis tenido algo que decir que me ha afectado: ahora es mi turno.
El impacto del abuso sexual infantil infligido por miembros de la Iglesia Católica comenzó a resonar en el hogar de mi familia hace casi 40 años y culminó en la pérdida de un hermano por suicidio hace más de 10 años.
No pensé que mi familia pudiera experimentar un dolor y una oscuridad como esto nunca más. Pero estaba equivocada.
La decisión de presentar una denuncia contra George Pell, hace casi cuatro años, nos embarcó a mi hermano, a mí y a mi familia en un viaje que ha tenido tiempos igual de oscuros y con un estrés que, en ocasiones, no creía que sobreviviéramos.
Las palabras pronunciadas por Robert Richter [abogado defensor] en la corte el miércoles (no las repetiré) no han dejado de dar vueltas y vueltas en mi mente desde que las leí por primera vez.
El impacto que esas palabras tuvieron en los supervivientes está bien documentado en las plataformas de las redes sociales, y les afectarán durante días, semanas y meses.
Lamento que [las víctimas] hayáis tenido que soportar tal falta de respeto y dolor. Espero que tengáis el apoyo y la atención que necesitáis ahora mismo.
Lo que también observo es el impacto que esas palabras tuvieron en los que no somos víctimas directas. ¿Por qué? Porque nos dieron un sabor incomprensible de a lo que los supervivientes se enfrentan y soportan por culpa de los diversos sistemas por los que tienen que navegar tanto por la justicia como por la compensación.
Era inimaginable para la persona común que se pudiera hacer referencia a una experiencia tan abominable de manera tan insensible, en un esfuerzo por obtener una pena reducida. También perdí el sueño.
Las redes sociales han facilitado una respuesta pública negativa abrumadora a la decisión de John Howard [ex-Primer Ministro australiano] de proporcionar un testimonio de carácter.
Las continuas diatribas de Andrew Bolt [periodista australiano ultraconservador], siempre con su aire característico de arrogancia y desprecio, intentan mostrar a las víctimas como poco fiables, y peores.
El padre Frank Brennan [sacerdote y periodista jesuita] usó su posición y los medios de comunicación para demostrar la “inocencia” de su amigo porque “simplemente no era posible“, brindando detalles sobre el tiempo aquí y allá, así como sobre las vestimentas que eran imposibles de abrir.
Miles de víctimas que contaron sus historias a la Comisión Real relataron cómo los actos de abuso pueden ocurrir de la manera más descarada e “imposible”: los depredadores atacan cuando menos se lo espera, con velocidad y precisión, y en los más breves momentos.
Lo que frena mi ira y, a su vez, me devuelve la fe en el ser humano es cómo el público ha enviado los mensajes más fuertes a estos hombres encumbrados de privilegio y poder.
Ya no gobernáis nuestro mundo.
A medida que estos hombres encumbrados luchan por mantener sus privilegios, continúan personificando descaradamente lo que habilitó un sistema de abusos contra niños.
El bien merecido contragolpe público que se ha dirigido a estos hombres ha sido elocuente y visceral y completamente unido en su mensaje: ya no nos interesáis mucho.
Estos hombres han sido demolidos por 12 personas ordinarias, instaladas en un jurado y con la tarea de escuchar “todas” las pruebas y emitir un veredicto más allá de toda duda razonable. Fueron unánimes: Pell es culpable.
No puede haber sido fácil. Habrá sido necesario coraje y convicción; habrá causado noches de insomnio. Los miembros del jurado habrán vuelto a sus familias cambiados por la experiencia.
En todo este ruido, el mensaje del jurado se transmite de manera silenciosa y poderosa y está dirigido a aquellas víctimas que aún no han denunciado, y tristemente aún no han tenido una experiencia positiva.
Estáis a salvo, os creemos.
Gracias, a los 12, por inspirarme a usar mi voz y mi derecho a la libertad de expresión.
Fuente: The Age, vía Religión Digital
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