“Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo”. Domingo 24 de febrero de 2019. 7º Ordinario. Ciclo C
1Samuel 26, 2 7-9. 12-13. 22-23: El Señor te puso hoy en mis manos, pero yo no quise atentar contra ti.
Salmo responsorial: 102: El Señor es compasivo y misericordioso.
1Corintios 15, 45-49: Somos imagen del hombre terreno, seremos también imagen del hombre celestial.
Lucas 6, 27-38: Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo.
Primera lectura En 1Sam 24 leemos que David perdona la vida de Saúl. Muy cerca, en 1Sam 26 nos encontramos una versión del mismo relato, que, aunque distinto en la forma, en el fondo sigue siendo el mismo. El texto pretende mostrar cómo en la vida de David la misericordia está unida a su valentía. Después entrar de David en el ejército de Saúl, sus brillantes actuaciones despertaron en Saúl envidia y deseos de darle muerte. David tiene que huir, viviendo un tiempo como fugitivo. Los Zifitas le avisan a Saúl que David está escondido en el desierto. De inmediato “Saúl se levantó y bajó al desierto de Zif, acompañado de tres mil hombres escogidos de todo Israel, para buscar allí a David” (1 Sam 26,2). Dándose cuenta David que Saúl había armado su campamento y que todos dormían, se acercó junto con su ayudante Abisay, encontrando efectivamente dormido a Saúl y todo su ejército. Dios les había mandado un sueño profundo. Todas las condiciones estaban dadas para que David diera de baja a quien quería darle muerte sin razón. Abisay le pide a David que le permita clavar a Saúl en tierra con su lanza. David se niega porque no puede ser clavado en tierra aquel cuya vida depende del que está en el cielo, pues ha sido ungido por el mismo Dios. David muestra su misericordia respetándole la vida a Saúl, y su fidelidad a Dios, reconociéndolo como su ungido. David termina la escena dejando todo en manos de Dios: “Yahvé devolverá a cada uno según sus méritos y fidelidad, pues te había entregado en mi poder, pero no he querido levantar mi mano contra ti por ser el ungido de Yahvé” (1 Sam 26,23).
Segunda lectura
Pablo sigue empeñado en su reflexión sobre la resurrección de los muertos. 1Cor 15,35-58 trae algunos argumentos sobre el modo de nuestra resurrección corporal. En el texto de hoy, Pablo recoge algunas interpretaciones judías que identifican al Adán del primer capítulo del Génesis como el creado a imagen de Dios y por tanto como ser celestial; en cambio, el del capítulo 2 corresponde al Adán sacado del barro y por tanto, un ser terreno y mortal. Jesucristo es el Adán espiritual a quien deben asemejarse los creyentes. Hay que anotar que los judíos no entendían lo espiritual como lo inmaterial, sino como lo que es dinámico, activo, que anima y da vida. Los cristianos en cambio conocemos las dos facetas, en cuanto que nacemos como el Adán terrestre, pecador y corruptible, pero estamos llamados a ser semejantes al Adán espiritual, que es Cristo, que nos anima y nos da vida en abundancia.
Evangelio
Seguimos con el “sermón del llano”. Después de una primera parte de bienaventuranzas y “Ayes”, Jesús inicia la segunda parte invitando a todos los que lo escuchan a cultivar un amor misericordioso y universal para llegar a ser como el Padre que está en los cielos. Si a los pobres los había llamado bienaventurados sin exigirles ningún comportamiento ético previo, ahora, si quieren seguir siéndolo deben llenarse del modo de ser cristiano. Para esto, se necesita según Jesús, algunos principios fundamentales.
En primer lugar, el amor a los enemigos. El AT ve en el odio a los enemigos algo natural (Sal 35), Jesús en cambio une el amor a los enemigos con el amor al prójimo. Los padres de la Iglesia, vieron en el perdón a los enemigos, la gran novedad de la ética cristiana. El filósofo judío del siglo XX P. Lapide (citado por Francois Bovon) escribió: “alegrarse de la desgracia del otro, odiar a los enemigos, devolver mal por mal, son actos prohibidos, mientras que se exige la magnanimidad y el socorro ofrecido al enemigo necesitado. Pero el judaísmo ignora el amor a los enemigos como principio moral.
Este imperativo es el único en los tres capítulos del sermón de la montaña, que no tiene ni un paralelismo claro ni una analogía con la literatura rabínica. Constituye, en términos teológicos, una propiedad jesuánica”. La novedad de Jesús supera por tanto la ley del talión “ojo por ojo y diente por diente”, que rigió por siglos la justicia de Israel. También supera la fórmula veterotestamentaria y neotestamentaria de “amarás al prójimo como a ti mismo” pues ya incluye a los enemigos. Esto no significa que estamos exentos de tener enemigos, menos aún, los que al estilo de Jesús luchamos contra la injusticia, la intolerancia, la corrupción, la violencia, etc. De lo que se trata es de no asumir actitudes condenatorias, sino de abrir los espacios y posibilidades para que los “enemigos” encuentren el camino de la conversión y reconciliación. Que vean en nosotros el amor del Padre y el testimonio vivo de lo agradable que es vivir como hermanos.
Un segundo principio es “al que te golpee en una mejilla preséntale también la otra. Al que te arrebate el manto, entrégale también el vestido. Da al que te pide, y al que te quita lo tuyo, no se lo reclames” (vv. 29-30). Jesús no intenta reducirnos a la pasividad, el conformismo o la resignación (se trata de ser mansos, pero no “mensos”, tontos). ¿Por cuánto tiempo utilizaron los poderosos la “resignación cristiana” para acallar las voces que exigía sus derechos? No se trata de renunciar a nuestros derechos ni de callarnos frente a las injusticias, sino de renunciar a la violencia como medio absoluto para resolver las diferencias y los conflictos, también, renunciar a nuestras comodidades o a nuestras prendas más preciadas para darla a los que más las necesitan. En este sentido, Jesús supera el concepto de compartir que se tenía hasta el momento, pues ya no basta solo compartir el “pan con el hambriento…” sino entregarlo todo, incluso hasta la propia vida.
En 6,31 encontramos lo que suele llamarse la regla de oro de la convivencia humana. Esta regla era ya conocida en el mundo judío. La novedad de Jesús es cambiar su sentido de reciprocidad por la búsqueda sincera e inagotable de “tratar bien al otro, como quisiéramos que nos trataran a nosotros. La prueba mayor de “tratar bien” es hacerlo con los enemigos, que significa el amor por todos aquellos que con sus obras hacen del mundo un caos, la tolerancia por lo que piensan diferente, la comprensión por los que escogen caminos diferentes, etc. Esto hay que concretizarlo religiosamente rezando por los que nos persiguen y bendiciendo a los que nos maldicen. Amar, bendecir, orar por los “enemigos” no significa perder el sentido de la crítica, de la denuncia o de la reprensión. Lo que pide Jesús es que la iniciativa del amor, del perdón, de la bendición la llevemos los cristianos. Es el testimonio lo que más rápida y eficazmente puede cambiar a los que odian, hacen el mal y maldicen. Bien dice Mt 5,16: “hagan, pues, que brille su luz ante los hombres; que vean estas buenas obras, y por ello den gloria al Padre de ustedes que está en los cielos”. El v. 35 es un precioso resumen de todo lo dicho hasta el momento. En el v. 36 encontramos un tercer principio para vivir al modo cristiano: “Sean misericordiosos como es misericordioso el Padre de ustedes”. Mientras Lucas habla de misericordia Mateo de perfección. La misericordia se presenta como un elemento constitutivo del ser cristiano, por que lo es también de Dios.
¿Nos hemos preguntando alguna vez cuán misericordiosos somos? Muchas veces confundimos la misericordia o la compasión con la lástima y eso no es cristiano, por que el que tiene lástima inconscientemente se presenta como superior al otro, en cambio el que tiene misericordia establece una relación de hermanos para encontrar juntos el camino del Señor.
En cuarto lugar, tenemos tres exhortaciones que concretan la actitud misericordiosa de todo cristiano. La primera “No juzguen y no serán juzgados” (v. 37). Esto no significa perder la capacidad de opinar sobre lo bueno o lo malo, sino destruir al hermano a través de la crítica, el chisme y la calumnia. Si esta primera exhortación se dice en negativo, la segunda será en positivo: “perdonen y serán perdonados. La misericordia no se entiende sin la capacidad de perdonar, por que es en este momento cuando las comunidades llegan a vivir realmente como hermanos. La última exhortación, también en positivo es “Den y se les dará”. La misericordia encuentra su punto más alto en el dar y darse. El testimonio de Jesús fue de entrega total por la causa de Dios. Dios lo entregó todo, hasta su propio Hijo. ¿Y nosotros? Entregamos lo que nos sobra o solo lo menos importante. Dar hasta la propia vida por el hermano es la manera más auténtica de vivir el cristianismo.
El evangelio de hoy es dramatizado en el capítulo 55 de la serie «Un tal Jesús», de los hnos. LÓPEZ VIGIL, titulado «Ojo por ojo y diente por diente». Se puede recoger aquí: https://radialistas.net/55-ojo-por-ojo-diente-por-diente/
Para la revisión de vida
¿Está mi vida instalada en un amor como el que me presenta Jesús en las bienaventuranzas y en este texto subsiguiente?
¿Soy capaz de amar a quienes no me gusta, a quienes me disgustan, a mis enemigos?
Para la reunión de grupo
– En una sociedad basada en la competición, en la interacción de intereses egoístas, donde todo se compra y se vende y se comercializa, ¿es posible ser hombres y mujeres de amor gratuito?
– Si Jesús dijo que amáramos a los enemigos… no quiso decir que no los tendríamos… ¿Cómo amar a quien está en una posición de enemigo social? ¿Cómo amar “al explotador”?
– Un planteamiento más filosófico: ¿somos los humanos capaces de un amor enteramente desprendido, de amor puro, de un amor que no recibe ningún tipo de compensación?
– Sobre el tema del amor a los enemigos en clave de clases sociales puede consultarse el bello y pequeñito libro de Giulio GIRARDI Amor cristiano y lucha de clases, que puede ser recogido en la biblioteca de Koinonía (http://servicioskoinonia.org/biblioteca).
Para la oración de los fieles
– Por todos los hombres y mujeres cuyas vidas no están construidas en el amor generoso y maduro que todo lo excusa y todo lo perdona, roguemos al Señor.
– Por las familias destruidas, sin amor, divididas, separadas o enfrentadas…
– Para que los niños y jóvenes aprendan que la competitividad no es el valor supremo, y que el amor y la misericordia tienen algo que decir en un mundo donde todo se quiere dejar a la ley del mercado…
– Para que el amor cristiano a los enemigos no nos lleve a la pasividad, a la inacción, o a ignorar las exigencias de la justicia y de la verdad…
– Para que los jóvenes descubran la belleza del amor, que eleva y da sentido a todas nuestras relaciones humanas…
Oración comunitaria
Oh Dios, Amor Supremo y Total. En la vida y en la palabra de Jesús de Nazaret escuchamos tu llamado a crecer en el amor hasta llegar al amor maduro y pleno, que ama por igual a amigos y enemigos. Te pedimos nos ayudes a vivir en ese amor. Nosotros te lo pedimos por Jesús, hijo tuyo y hermano nuestro. A Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
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