Existencia
Existencia significa que yo soy sólo yo y no otro. Habito en mí, y en esta habitación estoy yo solo, y si alguien debe entrar, es necesario que yo le abra. En horas de intensa vida espiritual siento que yo soy señor de mí mismo. En esto hay algo grande: mi dignidad y mi libertad; al mismo tiempo, sin embargo, hay también peso y soledad […]. También en el cristiano hay todo esto, aunque se ha transformado; en su dignidad y responsabilidad hay todavía algo de otro, de Otro: Cristo.
Cuando pediste la fe al recibir el bautismo, se llevó a cabo en ti algo fundamental. Al nacer, recibiste tu vida natural de la vida de tu madre. Aquí se esconde un nuevo misterio, un prodigio de la gracia: fuiste engendrado a la vida de los hijos de Dios. Con perfecta sencillez y vigor dice la carta a los Gálatas: «Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí» (2,20). La forma que hace cristiano al cristiano, esa que está destinada a penetrar en todas sus expresiones, a ser reconocida en todo, es Cristo en él.
En cada cristiano revive Cristo, por así decirlo, su vida; primero es niño, después va llegando gradualmente a la madurez, hasta que alcanza plenamente la mayoría de edad como cristiano. Crece en este sentido: crece su fe, se robustece su caridad, el cristiano se vuelve cada vez más consciente de su ser cristiano y vive su vida cristiana con una profundidad siempre creciente. Mi yo está encerrado en Cristo, y debo aprender a amarlo como a aquel en el que tengo mi propia consistencia. Es preciso que yo me busque en él a mí mismo, si quiero encontrar lo que me es propio. Si el cristiano renuncia a las solicitudes que le vienen de la fe, se envilece. Aquí hemos de buscar las tareas más importantes de la actividad espiritual cristiana: referir de nuevo la vida cristiana, tal cual es, a la conciencia, al sentimiento, a la voluntad.
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R. Guardini,
El Señor,
Rialp,
Madrid 1965, 2 vols.
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