Juan Alemany
Mallorca
ECLESALIA, 25/01/19.- Creo en un Dios que crea por amor, única y exclusivamente por amor, que no busca gloria y alabanza, que crea un mundo dotado de autonomía, y no cambia las leyes de la naturaleza a su antojo, que crea al ser humano, mediante un maravilloso proceso evolutivo, inteligente, dotado de razón, relacionable con toda la Creación y con una libertad sin límites, pero que conlleva la responsabilidad; un Dios justo y generoso que impulsa, sostiene y promueve toda la creación; un Dios que no exige, sino que invita; que no fuerza, sino que espera; pero no una espera estática, sino un esperar que es un salir al encuentro.
“Un Dios que ante todo es amor y que no sabe, ni quiere, ni puede hacer otra cosa, más que salvarnos de nuestras resistencias culpables”. (A. Torres)
Justificación
¿Qué imagen de Dios tenemos? Evidentemente Dios no cambia, pero sí lo hacen sus imágenes a lo largo de la Historia. Del Ser misterioso intuido por los primeros hombres, a través de los fenómenos de la naturaleza, del conjunto de dioses y diosas del Olimpo y del Dios único que capta el pueblo de Israel, a veces iracundo y vengativo, al Dios Amor de Jesús, ha llovido mucho. Es cierto que se habla de Él, pero luego no se es coherente y consecuente con lo que de ese concepto se desprende.
De entrada hay que rechazar la visión de “un Dios que está en el cielo y nosotros en la tierra”, Dios está siempre entre nosotros. Está en el hombre, en la mujer, en la naturaleza y en la historia.
Benedicto XVI en su Encíclica “Deus caritas est”, para explicar que Dios es Amor escogió la palabra agape, que consiste en estar amando, ayudando y salvando, porque su esencia es amor. Esta idea tiene unas consecuencias que consisten en entender que nada, absolutamente nada que signifique angustia, dolor, sufrimiento, cruz o muerte, puede desprenderse de ella ya que Dios es el anti-mal.
El Dios Creador por amor, desde el principio de los tiempos, ha tratado de mostrar su imagen a la Humanidad, que la iba captando de forma imperfecta a lo largo de la Historia. El vocabulario cristiano está lleno de frases, imágenes y conceptos, que hoy en día son literalmente increíbles; hay que tomar conciencia de este cambio de época que representa una de las mayores mutaciones de la historia y que afecta a la totalidad de lo político, lo social, lo económico… y lo religioso.
La presencia de Dios en el ser humano, solo pretende su máxima realización y su acción es hacer que sea él, con su libertad, inteligencia y responsabilidad el lo que haga y así nos convierte en co-creadores, título muy enaltecedor, pero que conlleva el compromiso de embarcarse en la lucha por la justicia, la erradicación del hambre, la violencia… y esforzarse por establecer un mundo de paz y esperanza.
Dios es una opción, se acepta o se deja. Pero si se acepta, hay que expresar qué idea de Dios se tiene; porque Dios al ser Transcendencia pura, es impensable y no puede ser convertido en un objeto. Sin embargo, ello conduce con frecuencia, por analogía, a dibujar un rostro de Dios como si un humano fuese.
De Dios, sólo sabemos lo que nosotros captamos dentro de nuestras limitadas posibilidades de conocer.
Al elegir la idea de un Dios Amor, tratamos de expresar lo que ello significa y lo que de ese concepto se desprende. No necesita ni gloria ni alabanza, puesto que si tuviese una necesidad, ya no sería Dios; es Amor en acción, donación sin restricciones, entrega total que sólo desea ser acogido, sin imposiciones y enemigo de todo cuanto sea mal.
Cuando hablamos de Dios, lo hacemos siempre mal: al emplear la palabra cuando, ya estamos situando a Dios en el tiempo y Dios está fuera del tiempo, puesto que en la Eternidad no hay tiempo y Dios es Presencia a-temporal, siempre es aquí y ahora y por ello no tiene pasado ni futuro.
De ahí se desprende que hemos estado siempre en la Eternidad, en el pensamiento de Dios que no tiene momentos ni ocurrencias y por eso sentimos el ansia de eternidad y de volver a ella pasado nuestro tiempo.
“En la Eternidad éramos; al nacer comenzamos a existir.Existir es ser en el tiempo. Y al morir dejamos de existir, pero no dejamos de ser. Somos seres espirituales que vivimos una aventura terrenal”. ( Teilhard de Chardin)
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Espiritualidad
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