Pase lo que pase
Impacta la absoluta y radical disponibilidad al Espíritu en cada paso de tu vida, Jesús. Vuelves a donde saliste, tu pueblo, Nazaret, el sitio donde creciste. Vuelves con el eco del día de tu bautismo: “Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy” (Lc 3,22) que sigue resonando por dentro.
Te reconoces y revalidas el envío, tu misión: ir a los pobres, esclavos, oprimidos y proclamar la libertad; la interior, la que dignifica, para anunciarla a todos los que no la conocen, la han olvidado o perdido. Animas a dejarse hacer por la fuerza del Espíritu; volviendo una y otra vez al instante primero de comprensión para seguir adelante con el mismo ímpetu y comprensión que a Ti te movió.
Una cosa es que te escuchen los de fuera y queden entusiasmados, y otra muy distinta que te escuchen los que saben de ti desde la infancia: “¿No es éste el hijo de José? Esperan recibir de ti, como mínimo, lo que han recibido los de fuera. No se dan cuenta de que una cosa es la fe y otra muy distinta sentirse con derechos sobre tu misión por aquello de ser convecinos. Te están retando.
“En verdad os digo que ningún profeta es aceptado en su tierra”, les dices y nos dices. Es cierto y sigue sucediendo en todos los tiempos: en las familias, entre amigos, en grupos y comunidades, y en la propia Iglesia.
Por el bautismo, además de sacerdotes y reyes, nos dicen que estamos llamados a ser profetas. ¿Quiénes? ¿Cómo? Todo aquel que permanezca abierto al Espíritu con la misma radicalidad y disponibilidad que nos muestras en cada paso de Tu vida.
Si el profeta es consciente de su misión se abrirá paso, pase lo que pase, entre los que no le reconocen, le critican, le retan e incluso quieren quitárselo de encima, y seguirá tu Camino contra viento y marea.
Tengo una pregunta: ¿Crees que la voz femenina suena en la Iglesia como sinfonía profética?
Mari Paz López Santos
FEADULTA 3 febrero 2019
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