“Mejor que meditación trascendental”, por José María Lorenzo
De su blog Secularizados, místicos y obispos:
Estamos convencidos por propia experiencia de la importancia del yoga, la meditación trascendental, el zen y demás métodos orientales para adquirir o mejorar la salud tanto fisiológica como psicológica. Hasta aquí nada nuevo descubrimos. Pero hace pocos años un equipo de psicólogos de la Universidad de Ohio han realizado un curioso estudio con dos grupos de voluntarios. A uno de ellos se le pidió que durante una semana hiciera los clásicos ejercicios de yoga: relajados repetirían como mantra la frase “soy feliz” o “estoy alegre”.
El otro grupo había de concentrarse -con la misma técnica meditación trascendental- en una de estas dos sentencias: “Dios es amor” o “Dios es mi paz”. Éstos últimos mostraron mucho mejor dominio de la ansiedad. Lograron una paz más duradera y eficaz. Incluso fueron capaces de mantener más tiempo que los primeros la mano en agua fría; una sencilla prueba que demuestra el dominio interior. Da toda la impresión de que con la meditación de tipo religioso con métodos orientales se consiguen efectos mejores para la salud mental. Y por supuesto aumenta en mucho la calidad de nuestra relación con Dios, que es lo más importante.
A lo largo de la vida, varios amigos hemos comprobado cómo ha evolucionado de una manera muy positiva tanto nuestro temperamento como nuestra manera de reaccionar ante el dolor. Nunca falta en la existencia de todos el sufrimiento, la enfermedad y un gran repertorio de contratiempos. Nos ha tocado con frecuencia animar y aliviar a muchas personas en momentos críticos y duros. Aconsejar la confianza en Dios, el abandono en la Providencia, la paz en nuestra existencia… Los métodos de respiración y relajación han sido instrumentos muy válidos para avanzar por estos caminos.
Lo cierto es que no podemos echar en el olvido a la hora de ayudarnos a nosotros mismos y a los demás todas estas técnicas. La vida está cubierta de sufrimientos, contratiempos y espinas dolorosas. Algunos fármacos pueden quitarnos el dolor. Para dar paz, también con medicinas se consigue inducir el sueño y reducir el vigor de la memoria obsesiva. Utilizar estas drogas una temporada tal vez lo considere el médico necesario. Pero es precisa la prudencia y discreción. Una relación íntima con Dios metódica, sin despreciar la receta del especialista, es la que nos ayuda de verdad a superar estos traumas causados por el roce tremendo de la propia existencia.
José María Lorenzo Amelibia
Periodista Digital
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