Dom 27.1.19. Ni inferiores ni superiores,un cuerpo de amor (1 Cor 12)
Expuse ayer la visión de la Iglesia según 1 Cor 13. Hoy vuelvo al tema,comentando 1 Cor 12, conforme a la segunda lectura del domingo del Domingo 3 del tiempo ordinario.
Pablo no quiere una iglesia de héroes en religión y misterio, gobernada por carismáticos famosos ni por jerarcas de ley. Por eso le parecerían secundarios (e incluso peligrosos) los gestos de aquellos que por entregarse en sacrificio pretendieran luego gobernar la iglesia.
No busca virtuosos de la ascética o mística, sino personas capaces de amar en gratuidad. Tampoco quiere administradores perfectos para una organización dirigida o gobernada a modo de sistema, sino amigos, testigos de la gracia.
No busca unos jefes que organicen con poder superior las comunidades, pues la iglesia no es una institución de Ley, sino de gracia, un “cuerpo de amor” donde los más importantes son los que están en riesgo de perderse, los pobres, los pequeños, los despreciados.
Este es el reto y camino de Pablo.Él ha sido un buen fariseo y conoce el sistema de la Ley, con su modelo de normas y méritos. Ha sido un buen romano, y conoce la organización del imperio, Pero lo que juzgó ganancia se le ha vuelto pérdida, ante el valor superior de la gracia de Cristo (cf. Flp 3, 2-11), que se expresa en la comunión de amor de los creyentes.
Ciertamente, los servicios eclesiales resultan necesarios, pero organizarlos de forma jerárquica (poder sagrado), fijando desde ellos el orden de la iglesia, es recaer en un camino que no es propio de Cristo. La iglesia es un carisma, un milagro de amor, de comunión en la palabra. La autoridad o ministerio de la iglesia, como cuerpo mesiánico, ha de verse en esas claves claves de palabra y amor.
La Iglesia es Palabra que convoca y edifica a los creyentes: por eso, en la base de la iglesia hay apóstoles y profetas que la proclaman y expresan como fuente gratuita de comunicación salvadora (1Cor 12, 28).
La iglesia es Amor: la misma Palabra se vuelve principio y signo de comunión interhumana y gratuidad universal. La iglesia no se eleva sobre místicos y héroes (que todo lo saben o pueden), sino sobre amados y amigos .
Esta es la paradoja. La iglesia quiere ser universal, como palabra y amor, que se abren a todos los humanos. Pero, al mismo tiempo, ella es libertad: no necesita organizaciones sistémicas como el imperio romano, ni esquemas legales perfectos como la ley judía (cf. 1Cor 1, 18-25). Ciertamente, tiene ministerios, pero no se funda en ellos: no necesita leyes, armas ni dinero. Tiene algo mayor: la palabra que ama..
Así terminará el comentario que sigue, tomado del Diccionario de la Biblia. Buen domingo a todos.
Texto. 1 Corintios 12, 12-30
Vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro
Hermanos: Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo.
Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.
El cuerpo tiene muchos miembros, no uno sólo.Si el pie dijera: “No soy mano, luego no formo parte del cuerpo”, ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? Si el oído dijera: “No soy ojo, luego no formo parte del cuerpo”, ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? Si el cuerpo entero fuera ojo, ¿cómo oiría? Si el cuerpo entero fuera oído, ¿cómo olería? Pues bien, Dios distribuyó el cuerpo y cada uno de los miembros como él quiso.
Si todos fueran un mismo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo?Los miembros son muchos, es verdad, pero el cuerpo es uno solo.El ojo no puede decir a la mano: “No te necesito”; y la cabeza no puede decir a los pies: “No os necesito.” Más aún, los miembros que parecen mas débiles son más necesarios. Los que nos parecen despreciables, los apreciamos más. Los menos decentes, los tratamos con más decoro. Porque los miembros más decentes no lo necesitan.
Ahora bien, Dios organizó los miembros del cuerpo dando mayor honor a los que menos valían.
Así, no hay divisiones en el cuerpo, porque todos los miembros por igual se preocupan unos de otros.Cuando un miembro sufre, todos sufren con él; cuando un miembro es honrado, todos se felicitan.
Pues bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro.
Y Dios os ha distribuido en la Iglesia: en el primer puesto los apóstoles, en el segundo los profetas, en el tercero los maestros, después vienen los milagros, luego el don de curar, la beneficencia, el gobierno, la diversidad de lenguas.
¿Acaso son todos apóstoles? ¿O todos son profetas? ¿O todos maestros? ¿O hacen todos milagros? ¿Tienen todos don para curar? ¿Hablan todos en lenguas o todos las interpretan?
COMENTARIO, LA IGLESIA DE PABLO
Conocemos la vida y obra de Pablo de primera mano, por sus cartas. Se siente directamente enviado por Cristo (=Dios) y quiere mantenerse en comunión con su movimiento mesiánico, representado por Pedro (Roca) y Santiago (Hermano del Señor), aunque tengan ciertas diferencias. No ha escrito un tratado sobre la iglesia, pero lo que dice en sus cartas, y especialmente en Romanos, es suficiente para situarla en el ámbito de historia y cultura de su tiempo:
–Iglesia desde Israel: origen (Rom 9-11). En un primer momento puede parecer que Pablo rompe con Israel, y así lo hace al declarar cumplida y superada la ley nacional del judaísmo. Pero él ha sido y quiere seguir siendo israelita, aunque de un modo mesiánico y universal, por Cristo. Su disputa con los judeo-cristianos se plantea en un nivel intra-israelita: la apertura de la iglesia a los gentiles, con el rechazo de gran parte de los judíos, es sólo un rodeo, una estrategia de Dios: quiere que la culminación mesiánica incluya con Israel a todos los pueblos.
–Iglesia ante Roma: universalidad (Rom 13, 1-8). Siendo plenamente judío (cf. Flp 3, 2-11), Pablo se sabe romano, hombre ecuménico en plano social y cultural. Se llama Saulo, primer rey de su pueblo, pero no quiere la independencia nacional de Israel, sino la apertura universal del judaísmo que puede pactar y pacta con Roma, signo de globalidad en un plano económico y político. Más que un estado particular, Roma es para Pablo el sistema total, expresión de racionalidad humana, que brota de Dios y está avalada por una ley buena, aunque no divina ni salvadora. Su estrategia eclesial resulta incomprensible sin la referencia a Roma.
–Iglesia en sí: “todos sois uno en Cristo. Pero la iglesia no se define sólo desde Israel y ante Roma, sino en sí misma, a partir de la experiencia mesiánica de Jesús, que ha unido en fe a todos los humanos, de manera que “ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, macho ni hembra, sino que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gal 3, 28). Esta es la fe bautismal que Pablo ha recibido de una comunidad anterior (¿Antioquia?) para aplicarla luego en diversos contextos (1Cor 12, 13; Rom 10, 1; cf. Col 3, 11). La unión de los humanos en Cristo es su tarea escatológica e histórica (eclesial)..
Pablo tiene, por tanto, dos modelos de comunidad: israelita y romano (o griego). Ambos son valiosos y ofrecen elementos positivos, como irá mostrando la historia posterior: la iglesia asume, de manera normal, estos principios para definir con ellos su estructura y ministerios. Debía ser así; no podemos lamentarlo o criticarlo. Pero podemos y debemos fijar la novedad cristiana, desde una perspectiva institucional.
Pablo no ha querido fijar la organización y ministerios de la iglesia, porque ella ya existía en el momento de su “conversión” y porque él es ante todo un carismático, un creador. Más que organizar lo que hay busca alto nuevo: suscita comunidades mesiánicas por todo oriente, de un modo rápido (a su juicio, Cristo viene ya), pero al mismo tiempo programado. Tiene tiempo de trazar un plan y cumplirlo: quiere ir a Roma y desde allí hasta España, para plantar en toda la ecumene o mundo conocido (cf. Rom 15, 14-32) iglesias universales y concretas: comunidades de dimensión humana, donde todos puedan conocerse y compartir la vida, como sinagogas, casas o asociaciones:
–-Sinagoga. Pablo, judío, conoce y asume el modelo de reunión sinagogal, lo mismo que otros muchos cristianos, de origen igualmente judío. Sus iglesias son sinagogas mesiánicas, abiertas a la libertad y universalidad cristiana. Por eso, tenderán a recibir estructuras y servicios propios de ellas: ancianos, escribas, servidores etc. Como iremos viendo, este modelo es básico, pero resulta insuficiente, porque los cristianos no se distinguen por cultura y raza (nación) de las gentes de su entorno. Por eso, junto a la federación de sinagogas judías, surgirá la comunión de iglesias cristianas.
–Casa: familia ampliada (extensa). Pablo emplea ese modelo judío y romano: los cristianos se reúnen en la casa de algún “patrono” de cierta fortuna que les ofrece su hospitalidad, no para ser sus “clientes”, sino para crear una familia mesiánica, de tipo igualitario y fraterno. De todas formas, es normal que el dueño/a de la casa tienda a verse como dirigente o responsable de la comunidad, en un camino que llevará a la patriarcalización del evangelio, con el obispo como padre de familia del conjunto de la iglesia.
–Asociación voluntaria (club), escuela filosófica. Había otros modelos de vinculación, tomados de las agrupaciones sacrales o culturales, festivas o funerarias: grupos igualitarios de encuentro o trabajo, que solían tener sus servidores (diakonoi) e inspectores (episkopoi), con una disciplina interna en plano económico y administrativo. Otras veces, el movimiento cristiano ha podido tomarse como “escuela” o asociación filosófica, con fines no sólo de conocimiento, sino también de organización social, como han mostrado luego algunos “padres” de la iglesia .
Estos modelos sirven de orientación, pues los cristianos son entusiastas mesiánicos y sus formas de unidad comunitaria, de origen carismático, pueden variar en cada caso, aunque luego tiendan a estabilizarse. Las iglesias nacen con una fuerte conciencia contemplativa (han visto a Jesús) y escatológica (el tiempo apremia, el fin ha llegado). Al mismo tiempo, ellas se definen en línea instituyente, como movimientos vivos, de inspiración carismática: su autoridad primera es el Espíritu Santo, su ley el despliegue libre y gratuito de la vida. Así se van instituyendo como agrupaciones con vocación de pervivencia y tienden a generar servicios estables.
Pablo no tiene un modelo previo de iglesia, con estructuras fijas de gobierno y prácticas sociales (sacramentales) bien determinadas. Sus comunidades poseen muchos elementos comunes: predicación y enseñanza, profecía y plegaria, bautismo y celebración eucarística, servicios asistenciales y comunicación personal. Pero en otros rasgos (incluidos los de tipo administrativo) pueden variar y han variado, en un proceso en el que Pablo y sus comunidades se influyen mutuamente .Pablo insiste en la expansión y comunión de las iglesias, partiendo del ministerio de la Palabra (anuncio del evangelio), más que la administración, en contra de las Pastorales, que destacarán la administración y ministerios organizativos. Así define a los creyentes:
1. Sois el Cuerpo del Cristo, y cada uno un miembro…
2. A unos los ha designado Dios en la iglesia:
primero apóstoles, segundo profetas, tercero maestros;
3. luego, poderes; después, don de curaciones, acogidas, direcciones, don de lenguas.
4. ¿Acaso son todos apóstoles? ¿todos profetas? ¿todos maestros? ¿todos poderes? ¿todos tienen carisma de sanación?¿hablan todos lenguas o interpretan? Buscad pues los carismas superiores (1 Cor 12, 27-30).
Cada iglesia es para Pablo un cuerpo mesiánico donde se complementan y concurren diversos ministerios. Sin duda, vienen de Dios, son signo y obra de su Espíritu, han surgido por la pascua de Jesús (que es origen del apostolado) y para la misión cristiana (como supone el contexto: 1Cor 12-14) . Pero, al mismo tiempo, reflejan las necesidades sociales de la comunidad:
1. Principio: unidad del cuerpo mesiánico.
Pablo había dicho (cf. 1Cor 12, 4-11) que los ministerios y/o servicios surgen por el mismo y único Espíritu, que concede su gracia al conjunto de la iglesia. Por eso, no valen en sí (ontológicamente), como expresión de honor o poder personal, sino como función para la unidad y vida del cuerpo mesiánico. Pablo los entiende desde el conjunto de la iglesia y por eso critica a quienes se vuelven superiores, porque piensan que sus ministerios son más altos (espirituales, extáticos).
El judaísmo había sido y era un cuerpo social y nacional, con ley propia, bien determinada. También el imperio romano se creía cuerpo militar y administrativo, fundado en la divinidad. Pues bien, Pablo presenta a la iglesia como cuerpo mesiánico, al servicio de la vida y gozo del Espíritu. Las comunidades empezaron integradas en el judaísmo, pero luego cobran entidad y aparecen como grupos autónomos. Este es el “milagro”: van surgiendo iglesias mesiánicas, que forman cuerpo (unidad) en servicio mutuo y amor personal, con vocación universal. Ese es el novum cristiano, el principio de los ministerios.
2. Ministerios de la Palabra.
La iglesia toma conciencia de sí, aunque tenga raíces en el judaísmo y pueda abrirse a la ecumene romana. Su novedad se expresa en unos ministerios o funciones que (en plano teológico) brotan del Espíritu y sirven al amor (1Cor 13), pero se definen desde la palabra, de la que proviene la unidad del cuerpo cristiano:
–Apóstoles . Los primeros en la iglesia son los apóstoles, avalados por Jesús para fundar comunidades. Lógicamente, no son los Doce de Lucas-Hechos, sino los enviados (eso significa apóstol) mesiánicos, que han visto a Jesús resucitado, recibiendo su autoridad (cf. 1Cor 9,1ss; 15, 7). Ciertamente, pueden ser delegados o enviados de una iglesia, pero su autoridad básica es contemplativa: proviene de la experiencia de Jesús, no de la Ley. Sólo así pueden ser y son creadores de iglesias, portadores de una llamada que les desborda y desborda a las mismas comunidades. Aquí se funda la defensa apasionada que Pablo realiza de su apostolado, no sólo en Gal, sino en Flp 3, 1Cor y 2Cor. Frente a los “falsos obreros” que ponen el evangelio al servicio de sus intereses (ley, grupo nacional, dinero), Pablo defiende su autoridad pascual para fundar iglesias, desde la palabra de gratuidad (justificación del pecador), que constituye el centro de su evangelio.
–Segundos y terceros son los profetas y maestros (=doctores, sabios…). Estudiando el movimiento de Jesús en Galilea hemos vinculado apóstoles y profetas. Pues bien, Pablo sólo ha presentado como itinerantes (fundadores de comunidades) a los apóstoles. Profetas y maestros se encuentran unidos, como sedentarios, dentro de una iglesia donde ofrecen testimonio de Jesús (profetas) o enseñan el camino de evangelio (maestros). Ciertamente, se distinguen: los profetas son más carismáticos y testimoniales; los maestros están más vinculados a la enseñanza… Pero de hecho se unen de tal modo que parece difícil separarlos: son portadores de la palabra de Jesús dentro de una iglesia ya formada o creada a partir de los apóstoles.
Estos ministerios de la palabra definen a la iglesia como grupo que se reúne y va formando en torno a la comunicación mesiánica. No hay otra autoridad: Pablo no puede apelar a una ley previa, ni a valores nacionales o imperiales; tampoco le importa la administración racional, ni la eficacia económica, sino la palabra que brota de la contemplación pascual de Jesús (apostolado), del testimonio de vida (profecía) o del proceso de maduración mesiánica (enseñanza). Así entendida, la Palabra no se puede convertir en ley (sistema superior), sino que está vinculada al testimonio personal y al mutuo encuentro. Parece lo más débil y, sin embargo, es lo más fuerte: ella enriquece y vincula a los humanos. Esa es la verdad del evangelio.
3. Otros ministerios.
Pablo no los numera (4º, 5º, 6º…), quizá porque el orden resulta menos claro. Sin embargo, ellos eran (y son) importantes. Podemos dividirlos en tres grupos:
–De tipo milagroso: poderes y sanaciones. Desbordan la racionalidad normal, desplegando por Jesús (desde su vida y pascua) un potencial de Vida. En este contexto se entienden los poderes (dynameis), vinculados a la gracia que perdona (justificación) y las sanaciones, que expresan la capacidad de curar y acoger a los expulsados, conforme al mensaje y acción de Jesús, exorcista y sanador poderoso.
–De organización: acogidas, direcciones. Parecen más humildes, pues no exigen dones milagrosos que derivan del testimonio personal de los ministros, sino madurez y capacidad de organización: los dos términos (antilêpseis, kyberneseis) significan en el fondo lo mismo y aluden a quienes acogen y encauzan (=pilotan) a los otros en la iglesia, pues ella es casa, servicio de acogida. Ella es barco que debe ser bien guiado; por eso necesita “cibernetas”.
–De experiencia extática: don de lenguas. Al fin pone Pablo el carisma que más le preocupa: el desbordamiento interior o superación del estado normal de conciencia (glosolalia). Lucas entenderá este fenómeno como carisma primero del Espíritu Santo en Pentecostés (Hech 2). Pablo lo admite y valora, no sólo por fidelidad al pasado, sino por experiencia propia: se siente y sabe más carismático que nadie (1 Cor 14, 18); pero le preocupa el hecho de que el don de lenguas se hipertrofie, convirtiendo la iglesia en un grupo de entusiastas sin más meta ni riqueza que el despliegue de sus capacidades extáticas.
Pablo supone que estos ministerios derivan de la palabra y deben entenderse a partir de ella. Cita primero los de tipo milagroso, como exorcismos y curaciones de Jesús, que siguen definiendo el sentido de la iglesia. Los organizativos (de acogida y dirección) están simplemente esbozados: las acogidas (personas que reciben a los marginados) y las direcciones (personas que regulan los asuntos comunitarios) cumplen una función, pero no se pueden tomar como jerarquía, en el sentido posterior de la palabra. Es sorprendente que Pablo sitúe la glosolalia, carisma extático, al final de la lista (aunque después le dedique una atención especial: 1Cor 14): la iglesia, que brota de la palabra, no puede convertirse en un grupo de puros entusiastas.
4. Confirmación (1 Cor 14) y profundización (1 Cor 13)
Pablo invita a los corintios a pensar en las funciones y tareas de la iglesia. No se limita a repetir lo dicho, sino que lo matiza, por lo que dice y calla…
–Ministerios nuevamente evocados. Cita los anteriores (de palabra, milagro y carisma), pero añade la interpretación, que volverá en 1Cor 14, 13-19: la experiencia extática vale (sirve a la comunidad) en la medida en que unos hermeneutas la apliquen y actualicen. La iglesia es una institución de sentido, de manera que la palabra extática puede y debe ser fuente de vida.
–Ministerios silenciados en 1 Cor 14. Significativamente, Pablo deja a un lado la organización (acogidas, direcciones) y el orden sacral y litúrgico, como si el tema fuera menos importante, algo que la comunidad puede solucionar por sí misma. El peso de los ministerios está, según eso, en la palabra, milagro y carisma, es decir, en los gestos de creatividad personal y crecimiento humano.
Este silencio administrativo y litúrgico de Pablo resultaría inexplicable en una iglesia posterior, donde se acentúan precisamente los ministerios jerárquicos de dirección y presidencia sagrada: obispo y presbíteros serán ministros de la eucaristía. Sin duda, la celebración es importante y aparece en este contexto (1Cor 11, 23-33), pero no exige un ministerio distinto: no se necesitan personas especiales para presidirla, pues la misma comunidad reunida puede y debe hacerlo. Lo que a Pablo le importa es la expansión de la palabra (apóstoles, profetas) y el amor comunitario.
Desde ese fondo se puede y debe retomar el canto amor que he comentado ayer (1 Cor 13): Y aún os voy a mostrar un camino más excelente. Si hablara las lenguas de humanos y ángeles, si no tengo amor, sería como metal que resuena o címbalo que retiñe..
Es posible que este canto (1Cor 13) existiera previamente,como un himno que la iglesia eleva ante el Dios revelado en Jesús (por el Espíritu). Pero Pablo lo elabora y sitúa en el centro de su argumento sobre los ministerios eclesiales, después de hablar de los carismas (1Cor 12), antes de centrarse en la profecía y glosolalia (1Cor 14). Ante el amor pasan a segundo plano no sólo los aspectos más carismáticos de aquellos que quieren sobresalir por su don de lenguas (los que dicen conocer todo misterio o trasladar montañas), sino los otros ministerios, en línea de palabra, poder o administración eclesial.
Y desde aquí retomo lo dicho al principio:
Pablo no quiere una iglesia de héroes en religión y misterio, gobernada por carismáticos famosos ni por jerarcas de ley. Por eso le parecerían secundarios (e incluso peligrosos) los gestos de aquellos que por entregarse en sacrificio pretendieran luego gobernar la iglesia.
No busca virtuosos de la ascética o mística, sino personas capaces de amar en gratuidad. Tampoco quiere administradores perfectos para una organización dirigida o gobernada a modo de sistema, sino amigos, testigos de la gracia.
No busca unos jefes que organicen con poder superior las comunidades, pues la iglesia no es una institución de Ley, sino de gracia, un “cuerpo de amor” donde los más importantes son los que están en riesgo de perderse, los pobres, los pequeños, los despreciados.
Este es el reto y camino de Pablo. Él ha sido un buen fariseo y conoce el sistema de la Ley, con su jerarquía de normas y méritos. Él es un buen romano, y conoce la organización del imperio, Pero lo que juzgó ganancia se le ha vuelto pérdida, ante el valor superior de la gracia de Cristo (cf. Flp 3, 2-11), que se expresa en la comunión de amor de los creyentes.
Ciertamente, los servicios eclesiales resultan necesarios, pero organizarlos de forma jerárquica (poder sagrado), fijando desde ellos el orden de la iglesia, es recaer en un camino que no es propio de Cristo. La iglesia es un carisma, un milagro de amor, de comunión en la palabra
La autoridad o ministerio de la iglesia, como cuerpo mesiánico, ha de verse en esas claves claves de palabra y amor.
La Iglesia es Palabra que convoca y edifica a los creyentes: por eso, en la base de la iglesia hay apóstoles y profetas que la proclaman y expresan como fuente gratuita de comunicación salvadora (1Cor 12, 28).
La iglesia es Amor: la misma Palabra se vuelve principio y signo de comunión interhumana y gratuidad universal. La iglesia no se eleva sobre místicos y héroes (que todo lo saben o pueden), sino sobre amados y amigos .
Esta es la paradoja. La iglesia quiere ser universal, como palabra y amor, que se abren a todos los humanos. Pero, al mismo tiempo, ella es libertad: no necesita organizaciones sistémicas como el imperio romano, ni esquemas legales perfectos como la ley judía (cf. 1Cor 1, 18-25). Ciertamente, tiene ministerios, pero no se funda en ellos: no necesita leyes, armas ni dinero. Tiene algo mayor: la palabra que ama.
Comentarios recientes