Oración incesante.
Nuestras mentes están siempre en actividad. Analizamos, reflexionamos o soñamos. No hay momento del día o de la noche en que no pensemos. Se podría decir que nuestro pensamiento es “incesante”. Algunas veces querríamos dejar de pensar por un momento; esto nos ahorraría muchas ansiedades, muchos temores y muchos sentimientos de culpabilidad. Nuestra capacidad de pensar es nuestro mayor don, pero es también la fuente de nuestro mayor sufrimiento.
¿Debemos convertirnos en víctimas de nuestros incesantes pensamientos? No. Podemos transformar nuestro pensamiento en una oración incesante, haciendo de nuestro monólogo interior un diálogo continuo con nuestro Dios, fuente de todo amor.
Rompamos nuestro aislamiento y caigamos en la cuenta de que Alguien que mora en lo más íntimo de nuestro ser quiere escuchar con amor todo lo que ocupa y preocupa a nuestras mentes.
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H. J. M. Nouwen,
Pan para el viaje, Brescia 1997, 23.
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