25 Diciembre- Solemnidad de la Natividad del Señor
“… y habitó entre nosotros”
Te voy a contar una situación real. Una chica cristiana, no practicante, bastante indiferente ante la iglesia, empezó a trabajar en un centro de educación religioso. A comienzos de diciembre la directora le estuvo enseñando el belén, que ella misma había estado colocando durante el fin de semana con algunos familiares. Un belén muy grande, puesto con mucho cariño y gusto, a sabiendas de que lo iban a admirar los alumnos, los trabajadores del centro, las familias de los alumnos… Tenía un sinfín de detalles, hasta un huerto con calabazas. Esta chica, a pesar de su fe adormilada, estaba enamorada de las fiestas navideñas. Las comidas familiares, cenas con amigos, las luces de las calles, los adornos, villancicos, la cabalgata de los reyes magos, hasta del cortylandia; de todo ese ambientillo que se crea y respira estos días.
Ahí estaba ella, entusiasmada con el belén que tenía delante, cuando se dio cuenta de que faltaba el Niño. Dudó entre decírselo o no a la directora ya que pensaba que se le había olvidado. Al final le preguntó: “¿y el niño?”. La religiosa no disimuló su sorpresa ante la pregunta y tras unos momentos de silencio contestó: “Es que todavía no ha nacido Jesús, lo pondré el día 24 por la tarde”. Más sorprendida se quedó la chica por esa ocurrencia de esperar hasta el día de Nochebuena para poner al Niño en su pesebre, hasta entonces vacío.
Ya ha llegado el día, es Navidad. Y esto de caer en la cuenta de cuándo ponemos al Niño en el belén, puede ser un buen termómetro que nos indique desde dónde celebramos la Navidad: desde el dejarnos llevar por lo externo o desde la fe. Porque, ¿qué celebramos en realidad?, ¿el nacimiento de Jesús, sin más, o que esa Palabra que ya existía en el principio se hizo uno de los nuestros? Sí, uno de los nuestros, un ser humano con su proceso, como tú y yo; desde su nacimiento, hasta la muerte, y, mientras, habitando entre nosotros. Esa Palabra, que es Dios mismo, hoy vuelve a nacer con el deseo de vivir la realidad del mundo, la nuestra.
Oración
Bendita seas, Trinidad Santa.
La que eras en el principio, la que eres hoy y la que serás por todos los siglos. Amén.
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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa
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