Dom 16.12.18. La Revolución de Juan, con Hacienda y Ejército
Dom 3 Adviento. Ciclo C. Lucas 3, 10-18. Fue una revolución de túnicas compartidas, como “chalecos” de carretera: ¡quien tenga dos que dé una! Una revolución que debía empezar uno a uno, hombre a hombre, con ollas de comida para todos… abriéndose después al Ministerio de Hacienda (publicanos) y al Ejército (soldados), una inversión económico-militar de la humanidad, a partir de las mujeres, que preparan las túnicas y realizan el servicio de las ollas compartidas.
Por iniciar esa revolución mataron a Juan Bautista: Fue ajusticiado porque su misma pobreza radical, se expresó como protesta radical, contra la acumulación de algunos (los privilegiados de Hacienda) y contra la prepotencia de otros (soldados), unida a su anuncio de juicio contra un mundo injusto. Pero su vida y mensaje fue recreado de diversas formas, y de un modo especial en los evangelios cristianos, en perspectiva de Adviento, es decir, de preparación de la venida del Cristo.
En esa línea se sitúa la interpretación del Evangelio de Lucas que toma a Juan Bautista como un “revolucionario de dentro” (en línea de hogar universal, de mujer de túnicas y panes) , que transforma el orden económico invirtiendo una economía al servicio de la Hacienda de algunos y del ejército de los prepotentes que viven de chantajear y oprimir a los otros. .
Lucas ha reinterpretado de esa forma el mensaje escatológico de Juan Bautista en una línea de revolución moral, de tipo económico, empezando por todos, y siguiendo por el “ministerio de hacienda” (publicanos) y por el ejército (soldados).El Adviento de Jesús se identifica según eso con la revolución del Bautista.
Ciertamente, Juan sigue apareciendo como profeta que anuncia la gran amenazada del fin de este sistema: ¡ya está cayendo el hacha contra la raíz del árbol…! (cf. Lc 3, 7-9 en una línea de inversión económica, comparable a Magníficat (Lc 1, 45-56), pero en este nuevo contexto el Evangelio de Ludas (de este dominto 3º de Adviento) ha interpretado esa amenaza escatológica en forma mensaje de “organización ética del mundo”, de manera que todos (empezando por la Hacienda y el Ejército) se pongan al servicio de una Humanidad que se define en forma de túnicas y panes compartidos.
Este evangelio presenta así a Juan como profeta cristianizado (o, quizá mejor) universa-lizado, en la línea de una moral judeo-helenista (90-100 d.C.)que buscaba la reconciliación de la humanidad, empezando por la Hacienda y el Ejército.
Juan Bautista emerge así como predicador de un Adviento universal, maestro sabio, promotor de un orden mundial de revolución económica y de sabiduría,, como querían muchos muchos judeo-helenistas y pensadores griegos de su tiempo, que pregonan un tipo de sabiduría social para todos los hombres.
La Gran Revolución (¡está cayendo el hacha de la justicia…!) se expresa en la pequeña revolución de cada día, abierta a cada uno de los hombres y mujeres, pero expresada de un modo especial en “publicanos” (funcionarios de Hacienda) y el soldados (representantes del Imperio). Cristianizar la Hacienda (economía mundial), humanizar el Ejército (al servicio de la paz, que es el bien común). Éste es el Adviento de Juan Bautista.
Buen domingo a todos.
Texto: Lucas 3, 10-18 ¿Qué hacemos nosotros?
(Revolución de todos).En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: “¿Entonces, qué hacemos?” Él contestó: “El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo.”
(Revolución de Hacienda).Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron: “Maestro, ¿qué hacemos nosotros?” Él les contestó: “No exijáis más de lo establecido.”
(Revolución del Ejército). Unos militares le preguntaron: “¿Qué hacemos nosotros?”Él les contestó: “No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie, sino contentaos con la paga.”
(Adviento).El pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: “Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizara con Espíritu Santo y fuego; tiene en la mano el bieldo para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga.”
Explicación en tres tiempos.
‒ Economía universal.
“La gente le preguntaba: – ¿Qué tenemos que hacer? Y les contestaba: Quien tenga dos túnicas, que le dé una al que no tiene ninguna, y el que tenga comida que haga lo mismo” (Lc 3, 10-11).
Comida y vestido no ha de ser objeto de compra-venta, sino de comunicación y así deben compartirse. Quien atesore dos túnicas (casas, comida, monedas…), mientras otros no tienen ninguna, destruye el principio central de la justicia.
Éste es, según Lucas, el sentido profundo de la moral económica de Juan Bautista, que se dirige a todos los hombres, judíos y gentiles, no sólo a sacerdotes o gobernantes judíos más o menos “ortodoxos”, superando un orden monetario de la compra-venta, que esclaviza a los pobres, y optando por la comunicación directa de los bienes. De esa forma, los signos básicos de su vida (vestido, comida) han de convertirse en medio de comunión universal, en línea de gratuidad, no de compraventa. Conforme a este mensaje, lo que importa no es creer en Juan Bautista (o en Jesús), ni de aceptar unos dogmas o caminos religiosos especiales… La única verdad moral consiste en compartir la vida, en contra de un sistema capitalista que amontona dinero (Mammón) mientras sigue habiendo muchos que no tienen comida o vestido.
‒ Economía de administradores. Ministerio de Hacienda.
“Vinieron también unos publicanos a bautizarse y le dijeron: Maestro, ¿qué tenemos que hacer? Él les respondió: No exijáis nada fuera de lo establecido” (diatetagmenon) (3, 12-13).
Dando por sabido el nivel anterior, donde las cosas se comparten directamente entre todos, Juan supone que hay un orden (sistema) de economía que administra el dinero público, y en el que existen oficiales (funcionarios), que regulan los impuestos y tasas del Estado. Según eso, este Juan ya no anuncia el fin de este tipo de Estado (como hacía el Juan histórico), sino que lo acepta y quiere reformarlo. En esa línea, Juan pide a los funciona-rio de ese Estado que se encuentra regulado por funcionarios, que no cobren más, ni utilicen su poder económico al servicio propio.
Este Juan de Lucas debe saber, sin duda, que puede haber normas injustas, que debe-rían cambiarse, y además mantiene firme (también sin duda alguna), el principio anterior de compartir con los demás lo que cada uno tiene. Pues bien, sobre ese principio, como buen ciudadano de un imperio, él conoce la existencia de “publicanos”, entendidos de un modo general como “oficiales” de impuestos, y (en contra de lo que dirá el Apocalipsis), piensa que en principio los gestores de ese dinero pueden cumplir un buen servicio (¡y así no los demoniza!), aunque manteniendo el principio anterior (dar lo que sobra a los necesitados), pidiéndoles sólo que no exijan más de lo estipulado.
En la línea de la glosa de Pablo (Rom 13, 1-7), este Bautista de Lucas supone que reyes y publicanos tienen un derecho económico, aunque no son dueños arbitrarios sino adminis-tradores del dinero (los impuestos) para todos. En esa línea, él aparece como reformador (no destructor) del sistema económico imperante (con dinero, con impuestos), no para destruirlo, sino para ponerlo al servicio del bien común (para compartir túnica y comida, es decir, huma-nidad). Este Juan que así aconseja no es ya el profeta escatológico de la ribera del Jordán, que “no come ni bebe” (Mt 11, 18-20; Lc 7,33), diciendo que el hacha del juicio de Dios está ca-yendo sobre la raíz del árbol (cf. Lc 3, 9), sino alguien que justifica con su moral el orden eco-nómico de un imperio justo.
‒ Una “economía” militar
“También los soldados le preguntaban: ¿Y nosotros qué debemos hacer? Juan les contestó: No uséis la violencia, no hagáis extorsión (no chantajeéis) a nadie, y contentaos con vuestra paga” (3, 14).
Estas palabras nos llevan de la economía a la política de Juan, que no sólo ratifica y avala la existencia de buenos funcionarios de impuestos, sino también de solda-dos, a quienes concibe como policías al servicio bien universal.
Muchos judíos de entonces querían abolir el imperio romano y condenaban también a sus soldados, pues pensaban que su economía de fondo era intrínsecamente perversa (cf. Dan 2.7 y Ap 12-13). Pero Lucas valora a los soldados y los presenta incluso como pioneros de la Iglesia abierta a los gentiles (cf. Hch 10-11, conversión de Cornelio). En esa línea, el Bautista de Lucas no es antimilitarista, ni anarquista, ni celota guerrillero, sino que admite a los solda-dos, pero diciéndole que deben cambiar en estos tres planos:
(a) No emplear violencia.
(b) No extorsionar a nadie.
(c) Contentarse con la paga.
Juan (esto es, Lucas) supone que los soldados no son (no han de ser) portadores de violencia (¿no podrían utilizar la espada?), sino ministros de un orden social que no puede imponerse matando, sino protegiendo a los que se encuentran en peligro, como pacifistas acti-vos, al servicio de los débiles, para defenderles. En esa línea, él utiliza una palabra fuerte, mhde. sukofanth,shte, que no sean psicofantes, que no utilicen su poder para imponerse sobre los demás.
En contra de los que utilizan las armas para matar y enriquecerse, Juan pide a los soldados que las pongan al servicio de la paz entre todos, contentándose con su paga, esto es, con un sueldo adecuado. Lo mismo puede y debe decirse de los funcionarios (publicanos y empleados de la administración): No han de buscar dinero, sino cumplir su función al servicio de todos, retomando siempre la norma primera: Si tienes dos túnicas dale una a quien no tiene ninguna.
Conclusión: del Bautista a Jesús Nazareno.
Éste último Juan Bautista (mensaje-ro de una moral adaptada al Imperio romano), no es el Bautista histórico que conoció Jesús, sino un profeta judío helenizado (como el mismo Jesús posterior de la Iglesia). El Jesús histórico conoció y siguió por un tiempo al Juan histórico, profeta apocalípti-co de la conversión para el fin de los tiempos, junto al río Jordán. Pero, pasado un tiempo, quizá el Juan histórico del juicio fue apresado y ajusticiado por Antipas, Jesús dejó el Jordán y vino a Galilea, no para implantar el orden tranquilo que Lc 3, 10-14 ha presentado como propio de Juan Bautista (un equilibrio con publicanos y soldados), sino para anunciar la gran transformación mesiánica y liberadora de los pobres, avan-zando en la línea del mismo Juan Bautista histórico, en un contexto universal, como el del canto de su madre (Magníficat).
En ese sentido, Jesús ha sido el profeta universal de la transformación mesiánica, secular y campesina, enraizada en las tradiciones populares de liberación, desde la esperanza de los pobres. Cierta teología posterior intentará vincular su movimiento con la tradición letrada de escribas y rabinos, pero él fue ante todo representante y testigo de la esperanza escatológica de Israel (como el Bautista), con el cambio radical de la política y la vida de los hombres, desde los marginados sociales de Galilea (no allende el Jordán).
En esa línea, Jesús aceptó algunos rasgos del mensaje de Juan, pero más que en el juicio destructor de Dios se interesó por la vida de los pobres, por la transformación de los campesinos, enfermos y excluidos, no para mejorar el orden ya establecido, sino para esperar y crear un Reino de Dios, totalmente distinto.
Así fue profeta de vida en abundancia (comía y bebía: cf. Mt 11, 18-28), más que de penitencia, fue promotor de libertad entre los pobres, de manera que más que la gloria de Israel (su pureza nacio-nal) le importaba la suerte de los marginados, excluidos, hambrientos y oprimidos. Jesús no buscó un equilibrio ético como el que Lc 3, 10-14 atribuyó al Bautista, ni apoyó el compromiso económico imperial de Rom 13, 1-7, sino que quiso situarse ante la “desmesura” creadora del Dios de los profetas, en una línea de fuerte transforma-ción, que ha sido reinterpretada de formas distintas por los sinópticos y Juan evangelis-ta, por Pablo y por sus seguidores, pero que culmina y se expresa de un modo radical en el programa económico-social del libreo del Apocalipsis.
Desde ese fondo ha de entenderse su vuelta a Galilea, después de haber dejado a Juan Bautista, para comenzar su misión de Reino entre las gentes de su pueblo, a favor de aquellos que en ese momento se hallaban más oprimidos por la fuerza de los prepotentes. No realizará su misión como sacerdote del templo (retomando los aspectos sacrificiales y económicos del culto), ni reinterpretará los textos antiguos, como los es-criba, para apuntalar de esa manera el orden establecido, sino que actuará como, líder profético campesino, para anunciar e iniciar desde los pobres la llegada del Reino de Dios. Sólo desde ese fondo se podrá entender su proyecto económico, que ha sido re-elaborado en formas distintas pero convergentes por los tres sinópticos.
Su proyecto tiene un elemento de denuncia y de rechazo de este mundo, en la línea del mensaje histórico de Juan Bautista, pero no se centrará en la negación (¡el hacha cae sobre la raíz del árbol…!), sino en la afirmación más honda de la vida, en una línea de riqueza y abundancia compartida, en gratuidad, no para destruir este mun-do, sino para recrearlo, en la línea del principio de la historia humana (retomando así motivos del libro del Génesis) .
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