Vivir lo que llevamos dentro.
“Dentro, llevamos las maravillas que buscamos fuera” (Rumi)
18 de noviembre. Domingo XXIII del TO
Mc 13, 24-32
Reunirá a sus elegidos de los cuatro vientos (28)
La Naturaleza es maestra y sabia, como Sabio y Maestro fue Jesús predicando el evangelio. Uno y otra nos enseñan su sapiencia. Hace apenas un mes, los telediarios dieron la noticia de que un bosque canadiense respiraba, pues se veía que su suelo ascendía y descendía, como si de un pulmón humano se tratara. Un fenómeno de fantasía que, no obstante, es bastante natural para la ciencia. Y Jesús nos invita a verlo en la pantalla de su particular telediario: “Aprended del ejemplo de la higuera, cuando las ramas se ablandan y brotan sus hojas, sabéis que está cerca la primavera” (Mc 13, 28).
Respiramos constantemente las personas y, cómo no, los bosques y los animales: nos va en ello la vida. Y como respira también el Cosmos. Los griegos lo imaginaron como el cuerpo de una deidad, como la anatomía de un majestuoso ser que era todas las cosas. Platón llama al cosmos “un animal divino” y considera que las estrellas son almas que cuentan con un principio de animación e intelección. Animación fue representada como una respiración, una armonía y un ritmo: el inhalar y el exhalar e incluso la sincronización de esas actividades como signos del orden y de la estructura numérica del universo. Así lo concibió en hinduismo: Brahma; un Ser Supremo en el que cada respiración dura siete años.
“Dentro, llevamos las maravillas que buscamos fuera”, dijo un místico Yalal ad-Din Muhammad Rumi, un místico musulmán del siglo XIII. La inspiración, llega de fuera adentro, y se va de dentro afuera. Por eso vivimos lo que llevamos dentro, y luego lo lanzamos al exterior para proporcionar vida a cuantos viven en el entorno nuestro. Y con ello ayudamos a que se cumpla el mandato de la Parusía: el relato de la venida del Hijo del Hombre, ubicado en el centro del discurso escatológico.
“Reunirá a sus elegidos de los cuatro vientos” (Mc 13, 28), una llamada universal a vivir nuestra vida cristiana, a vivirla con todos los demás -cristianos o no cristianos- y a vivirnos a nosotros mismos, a reunir a todos los desperdigado de los cuatro vientos. Frecuentemente damos la impresión de que somos una docena de cristianos, incumplidores de nuestras obligaciones de conciencia. Corremos como locos por el campo con el balón mientras nuestros aficionados gritan: ¡¡Que la portería no está allí!! y lanzamos el balón hacia otra parte.
Entonces dejamos de vivir lo que llevamos dentro, y el público que vino al campo -jugábamos en casa- nos silba y se va desilusionado. Volaron a otros lugares más cálidos, y a nosotros nos queda tan sólo entonar la canción de la Rima LIII de Adolfo Bécquer, que hoy haremos figurar como Poema.
Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.
Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres…
ésas… ¡no volverán!
Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.
Pero aquellas cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día…
ésas… ¡no volverán!
Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.
Pero mudo y absorto y de rodillas,
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido…, desengáñate,
nadie así te amará.
Vicente Martínez
Fuente Adulta
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