El cambio climático nos ayuda a comprender el evangelio de hoy.
Desde hace años, asistimos a cambios profundos en la naturaleza. Se están produciendo fenómenos de una magnitud desconocida, y pequeños hechos que nos sorprenden. Por ejemplo, ha llovido en el desierto de Atacama y ha cambiado la biodiversidad de esa zona.
El cambio climático ya está aquí, entre nosotros; sus efectos devastadores, también. Pero estamos a tiempo de controlarlo y de dar un giro, para recuperar la armonía con la naturaleza.
Algo similar ocurría cuando el evangelista Marcos escribió este texto: los cambios sociales, políticos y religiosos eran tan profundos que solo podían comprenderse con la imagen de un cataclismo en la naturaleza. ¿Podía pasar algo peor que el hecho de que cayeran “sobre sus cabezas” el sol, la luna y las estrellas? Si el firme-firmamento que sostenía los astros se quebraba… nada en el universo era estable y firme.
Cuando se escribió este texto, Jerusalén ya había sido destruida y muchas comunidades cristianas se habían dispersado por temor al martirio. En Roma y Jerusalén cada día era más difícil ser cristiano. La situación política y religiosa era confusa.
¿Merecía la pena mantener la fe hasta dar la vida? Jesús había muerto como un proscrito ¿merecía la pena esperar su venida de nuevo? ¿Y si no volvía y perdían la vida mientras esperaban?
¿Cuántas preguntas se harían en las comunidades? ¡Como intentarían recordar las palabras y gestos de Jesús para encontrar sentido a lo que estaban viviendo, para encontrar fuerza y poder resistir con fe firme!
Marcos recoge la angustia de la comunidad y muestra el sentido de la espera. En medio del caos, el evangelista reaviva la esperanza de que Jesucristo (el Hijo del Hombre) se manifestará con poder y gloria, empezará un tiempo nuevo, una nueva creación; habrá un llamamiento universal, hacia los cuatro puntos cardinales (los cuatro vientos) y hasta los confines de la tierra.
En el texto de hoy, Marcos ofrece dos tipos de señales para mantener la esperanza: cósmicas y de la naturaleza. Las imágenes de destrucción del cosmos corresponden a la tradición de los profetas y del lenguaje apocalíptico; era un lenguaje familiar para las primeras comunidades. El riesgo está en que ahora nos quedemos “con el decorado” y no busquemos el mensaje más profundo que conllevan.
Las señales de la naturaleza conectaban perfectamente con su vida diaria. Es como si Marcos les dijera: intentad comprender los signos que os rodean, con la misma agudeza que observáis las ramas de la higuera.
Hoy tenemos muchas señales en la sociedad y en el cosmos: el calentamiento global, la contaminación atmosférica, la basura espacial, la brecha entre pobres y ricos, la carrera de armamentos, el enriquecimiento de muchos hombres y mujeres que se dedican a la política y olvidan el bien común etc.
Son señales evidentes del deterioro progresivo de la calidad humana y del cuidado del universo. Se oyen muchas voces que nos invitan a la conversión y a la esperanza. También se hacen y hacemos gestos. Sería muy cómoda una segunda venida del Señor para que empezara una segunda creación…, pero el cambio está en nuestras manos. En las tuyas y en las mías. En los pequeños gestos de cada día y en las manifestaciones, denuncias y protestas. Dentro de nuestro hogar y en las urnas, en la acción política.
En tiempo de Jesús, era motor de esperanza el imaginar al Hijo viniendo con poder y majestad entre las nubes. Ojalá hoy sea motor de esperanza y de cambio el recordar que somos imagen y semejanza de Dios. Hoy Jesús no viene entre nubes, viene entre la justicia y la misericordia, cuando trabajamos para transformar la tierra y que sea un hogar que ofrece alimentos, amor, trabajo y dignidad para tod@s.
Marifé Ramos
Fuente Fe Adulta
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