Del blog de Xabier Pikaza:
Dom 33. Tiempo Ordinario, ciclo B. Mc 13, 24-32. Éstas son las palabras centrales del mensaje escatológico del Evangelio de Marcos, que unidas al camino de muerte y resurrección de Jesús, constituye el eje de su evangelio.
Podían decirse y se decían (o se dirán) palabras semejantes sobre la venida del Hijo del hombre en otros lugares del judaísmo de aquel tiempo, partiendo de Dan 7, 13-14 (como en la tradición de Henoc y en la de Esdras), pero sólo los cristianos identifican al Hijo del hombre con Jesús crucificado y le interpretan en ese contexto.
-No pasará esta generación… Jesús sabía que somos los últimos hombres y mujeres de la vieja humanidad; o cambiamos, y empezamos a vivir de un modo distinto, o terminamos destruyéndonos todos. La forma de anunciar ese fin es distinta en tiempos de Jesús y en nuestro tiempo, pero el tema de fondo es el mismo: Este tipo de humanidad acaba.
– El fin de la humanidad actual está vincula al mismo “equilibrio-desequilibrio” cósmico, vinculado al sol y a las estrellas, al calor, a la polución del aire y del agua, a la lucha a muerte entre los hombres.
– Pero los cristianos creemos, con Jesús, que la destrucción no es la última palabra…, no sólo porque esperamos que él venga, el hombre nuevo… sino porque le esperamos de un modo activo, en camino de esperanza y de transformación personal y social.
‒ Este Hijo de Hombre que viene no tiene rasgos guerreros, ni vence luchando a sus enemigos. Por eso, su llegada no puede entenderse como resultado de algún tipo de guerra (de una batalla de las galaxias), sino como triunfo de la gracia sobre la violencia. Sobre nuestro potencial de destrucción hay una gracia y ternura más alta: la Vida del Hijo del Hombre, que es Jesús, que cura, sana,convierte el odio en potencial transformador de comunión… Frente al poder de muerte de los hombres, el Dios de Jesús (Hijo del Hombre) aparece como signo de Gracia.
‒ Estas palabras ofrecen el centro del mensaje final de la primera iglesia de Jesús, según san Marcos, y así exponen, en forma simbólica (de aviso y advertencia) la manifestación suprema de su poder y gloria de Dios, con la salvación de los elegidos: Jesús, Hijo del Hombre, es esperanza clave de la historia. Dios se manifiesta y viene en forma de nueva humanidad (Hijo de Hombre…): La Gloria de Dios (cielo) es que los hombres vivan, nazcan de verdad.
‒ Estas palabras son, al mismo tiempo, muy fuertes, pues ponen un signo de interrogación sobre toda nuestra vieja historia, hecha en gran parte de mentiras e injusticias, de asesinatos y robos. Sobre este mundo injusto se anuncia y prepara la venida de Jesús, un hombre nuevo… Eso significa que serán destruidos los modelos actuales de vida, hechos de opresión y mentira, de Mamona y Violencia…. Ahora (como dice Juan….)domina la concupiscencia de los ojos (querer tener todo), la concupiscencia de la carne (querer disfrutar todo) y la soberbia de la vida (querer dominar todo..). Pues, todo eso caerá, quedarán la vida humana, los hombres que aman, perdonan y esperan (el Hijo del Hombre).
— Son palabras de inmensa destrucción… según el modelo del profeta Isaías, que habla de la caída de las Grandes Torres…Caerán las torres soberbias del dinero que oprime, del poder que mata… Caerá nuestra “cultura de pecado y muerte”, los grandes capitales reunidos para matar, los grandes estados enfrentados para poseer el mundo… Caerá toda la soberbia humana y quedaremos a ras de tierra, a ras de vida… simplemente para amar en humanidad, para esperar en comunión… Han de caer las torres (incluso algunas torres físicas, que son signo de soberbia que mata a los pobres…)
— Esta destrucción es un favor que se hace a los soberbios… a los grandes poderes de opresión, como dice la dulce María: Derribará del trono a los potentados, elevará a los oprimidos…El mayor favor que se le puede hacer a los opresores-potentados (al sistema actual de muerte económica y política) es “voltearlo” de su altura, derribarlo, para que así caiga el sistema y se puedan “recuperar” en amor hombres y mujeres ahora cautivos de su impotencia poderosísima, de su opresión, de su caudal de muerte… Lo mejor que se le puede hacer a los hombres del sistema de poder asesino es que caiga el sistema… para que ellos puedan vivir en humanidad. Por amor a los hombres se anuncia aquí la destrucción del sistema de poder actual del mundo.
— Éste será el gran des-astre…, que comentaré en el texto, siguiendo el evangelio de Marcos… Hasta los “astros del cielo caerán”… Esos astros son el sistema cósmico actual… Pero en sentido más concreto son los poderes del mal, que se quieren elevar como estrellas de luz y no son más que focos de muerte, agujeros negros que todo lo chupan y matan… En el contexto de la apocalíptica judía que está en el fondo de Mc 13, esos astros que caen son los poderes opresores : El poder la Banca de Tiro, del ejército de Babel (como sabe especialmente en profeta Ezequiel). No, no pensemos en demonios con rabo que caen. Todos los lectores de la Biblia saben que esos “astros caídos” (que caerán) son los poderes del dinero y del ejército que matan y destruyen a los pobres.
‒ Éstas son las palabras fundamentales del “otoño cristiano” (en el hemisferio norte). A la caída de la tarde, os examinarán de amor, pues viene el Hijo del hombre… Y en ese examen no quedarán salvadas las estrellas (los grandes poderes de opresión del mundo). Caerán y su caída será causa de gozo para los justos… y causa de posible salvación para todos, pues Dios es de todos…
— ¿Cuándo? Ya, ahora.. Está sucediendo ahora, está viniendo el Hijo del Hombre… Y vendrá plenamente en el futuro, un futuro que está abierto a la nueva humanidad reconciliada… cuando Dios quiera, cuando los hombres sean transformados… Esta esperanza nos mantiene en movimiento. Es la esperanza de la nueva humanidad, del Hijo del Hombre.
He presentado extensamente este pasaje, con notas eruditas, en mi Comentario de Marcos. Aquí ofrezco un resumen exegético… para aquellos que sigan teniendo aún tiempo. Buen fin de semana a todos.
Texto. Marcos 13, 24-32 .
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “En aquellos días, después de esa gran angustia, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, de horizonte a horizonte. Aprended de esta parábola de la higuera: Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; pues cuando veáis vosotros suceder esto, sabed que él está cerca, a la puerta. Os aseguro que no pasará esta generación antes que todo se cumpla. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán, aunque el día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sólo el Padre.”
13, 24a. Pero en aquellos días, después de aquella tribulación,
La escena empieza con un corte: pero (alla). Frente a todo lo anterior surge algo nuevo, distinto. Éste es el pero de Dios, que se alza y revela como divino frente a todas las cosas de los hombres, desde la altura suprema (o desde el final) de la historia, no para condenar a nadie (no hay ninguna condena), sino para mostrarse divino y salvar a los “elegidos” (a los suyos), desde los cuatro extremos del orbe. Significativamente, aquí no se dice nada de infierno, en contra del esquema dual (buenos y malos, salvados y condenados) que aparece en otros textos significativos de la Biblia (como Dan 12, 1-3 o Mt 25, 31-46) . Tampoco se habla aquí de Gehena, como en Mc 9, 43-47, sino sólo de la salvación de los elegidos, como seguiremos viendo.
− En aquellos días (en ekeinais tais hêmerais) es una frase hecha que se emplea en las narraciones simbólicas (fábulas y cuentos) para indicar un tiempo indeterminado, pero de gran importancia. Es una frase que aparece con frecuencia en el Nuevo Testamento (desde Mt 3, 1 hasta Ap 9, 6; y dentro de Maros en 1, 9; 8, 1), y que denota un tiempo indefinido que no quiere o no puede especificarse más. De todas formas, aquí se vincula, de manera más concreta, al período que empieza con la Abominación de la Desolación (13, 14), un período que 13, 19 ha definido como tiempo de la crisis más grande de la historia.
− Después de aquella tribulación, señalada de un modo especial en 13, 19, tras “el despliegue” de la Abominación de 13, 14 y de la gran lucha que sigue… Según eso, el tiempo de la Abominación y el del Hijo del Hombre no coinciden, ni ellos (el Abominable y el Cristo) luchan entre sí, sino que el “tiempo” del Hijo de Hombre (si es que puede interpretarse como tiempo) viene “meta”, es decir, después que se han agotado y terminado los días de la Abominación. Leer más…
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