“Madres y padres del planeta”, por Magdalena Bennásar.
Estamos viviendo un momento de mucha trascendencia para el futuro del planeta, nuestro hogar, y como consecuencia para el presente-futuro de millones de personas ya ahora y sobre todo para las generaciones futuras.
¿Qué planeta encontramos los que tenemos más de 40 años? Recuerdo como mi padre, recién jubilado, se dedicaba en Pto Colom, Mallorca -donde teníamos casa de verano que se convirtió en su residencia habitual hasta que murió- se dedicaba en su barquita a pescar auténticas delicias y a coger cangrejos, otra delicia que cuidadosamente guardaban para el sábado y domingo donde habitualmente íbamos apareciendo.
El mar estaba limpio, los plásticos se doblaban cuidadosamente y guardaban para reusar. No se tiraba comida, no se salía a comer fuera más que para grandes celebraciones, y algo que me parece precioso, se recogía el agua de lluvia en un sistema de tejado preparado para ello, el agua, iba a una cisterna de uso exclusivamente potable.
Echo de menos aquellos cangrejos ¡pobres! y también aquella fruta del árbol de los tíos que también en su jubilación cuidaban y compartían.
Y el mar tenía algas, en cantidad, y las rocas tenían hierba y erizos y… y los niños y las niñas disfrutábamos de aquella naturaleza viva y hermosa. Y sí, a la playa los jóvenes no íbamos en coche o en yate, íbamos en bici o remando, y no hacía falta ir al gimnasio porque todo el día te movías, me refiero en vacaciones o fines de semana.
Estoy segura que cada una recuerda su infancia y juventud, la de excursiones por parajes indescriptibles con vegetación y animales maravillosos. Ya veis por donde voy, no paréis vuestra mente… dejadla recordar lo bello. Y lo sencillo. Eso queremos para nuestros hijos y nietos y biznietos.
Pero nuestros hijos y sus hijos tendrán que luchar con una realidad distinta, prácticamente varias ya generaciones desde la universidad dedican un montón de energía y creatividad para investigar como limpiar lo que nuestra generación ha destruido en unos pocos años. Miles de años para formarse un fondo marino con unos grados de acidez, temperatura y salubridad concreta, maravillosamente lograda a través de procesos imperceptibles, milagros continuos del Planeta, cuna, casa de todos.
Esa precisa temperatura del agua para que todo el sistema ecológico delicadísimo acoja y nutra la multiplicidad de vida. Hoy las mentes más brillantes, en lugar de investigar para erradicar enfermedades, tienen que descubrir como liberar esa maravilla de la manta de plásticos y polución que los cubre ahogando la vida, cambiando así el hábitat.
Estas mentes están hoy completamente involucradas en limpiar nuestra inconsciencia y egoísmo.
Recibía ayer unas fotos desoladoras del Yosemite Park en California. Hace 17 años estuve ahí cuando trabajaba cerca, y aquello era indescriptiblemente maravilloso, hoy sigue siendo precioso, pero resulta que se ha secado el río y por supuesto las cataratas cuyas cascadas eran las más altas de América del Norte y las quintas más altas del mundo. Hoy están secas. (????)
“Padre-Madre, que te conozcan” ¡Cómo entiendo la oración de Jesús, su deseo, su necesidad, sus ganas de compartir la experiencia de amor que él vive, que él siente y que le posibilita vivir distinto!
Jesús consigue un cambio en unos pocos, que aún pervive y es la historia más cautivadora que conocemos. No es un dios de la mitología, con poderes. Es un joven, un hombre, que ante lo que no le gusta, porque le duele en el alma la injusticia, la falsa religiosidad, se pone a dialogar con su padre-madre. Así de normal, humano es nuestro Dios, tanto que le llamamos Hijo de Dios.
En plena naturaleza, en contacto con el monte y el mar, Jesús desarrolla su alma contemplativa y de esa oración unificada: su Padre-Dios, sus montes, los campos y sobre todo su querido mar, brotan sus metáforas para explicar a los que tienen sed de un mundo más justo y de Amor, lo que él ya está viviendo. Ese mar hoy tumba de tantos.
“Padre, que te conozcan”. Y a partir de él, algo ocurre entre Dios y nosotros. A partir de esa relación cordial (de corazón a corazón) con el Abba nace en nosotras la capacidad de crecer y madurar y “ser” hijas e hijos, de la familia, de la comunidad. Es la comunidad cristiana porque por nuestras venas corre la sangre de Cristo. Si viéramos la oración como la circulación veríamos como el corazón (que es él) bombea, con cada latido, Vida y se expande por todo el cuerpo, en cada célula…y da vida y tú y yo vivimos con amor, con mimo, cuando acogemos su latido.
¡Padre, que te conozcan! Porque si te conocen tendrán vida y la recrearán continuamente. ¿Cómo? ¿Qué es lo que se recreará? La Tierra, la Vida, la Comunidad.
Los científicos afirman que con meditación se produce un cambio incluso físico del cerebro humano. Imaginemos que a esta meditación silenciosa la seguimos con un espacio de “diálogo, personal, íntimo con el Abba que me conoce, que me confía la Vida y lo sé por su Palabra, pronunciada sobre mí en el mismo momento que la acojo en mi silencio y en mi pobreza.
El Dios bíblico, el Dios de Jesús, no es silencioso, es el Dios de la Palabra. Por eso el mandamiento judío por antonomasia es “Shemá Israel” “Escucha hijo mío-pueblo mío”.
El silencio es un regalo de Dios a la persona para que consiga escuchar, porque ahí radica la posibilidad de conocer y con el roce, de amar, y así, actuar desde ese conocimiento mutuo.
El silencio es difícil cuando no se quiere oír, cuando lo que se quiere es ser escuchado, ser importante, ser el centro… Cuando el centro va siendo Dios, el Planeta, las hermanas…se hace silencio en el corazón porque necesitamos oír.
Si le conociéramos no destruiríamos nada. Pisaríamos el planeta con pisada mínima, sin aplastar nada ni a nadie. La pisada es también la palabra bien o mal intencionada.
Y cuando un grupo de mujeres y hombres “Escuchan” empezamos a “conocer” y me atrevo a decir a “recrear”. Todo nace de nuevo porque le damos otra oportunidad. Todo se unifica y surge en nosotros ese deseo enorme de ser Uno con todo y con todos.
¿Por qué? Porque cuando “conoces” se produce el milagro. La bondad, el respeto, la alegría, la justicia brota y da vida.
Y mientras el templo viejo y falso se está desmoronando, un grupo de itinerantes alrededor de Jesús forman algo nuevo.
Me emociona ver que algo de esto estoy viviendo hoy con un grupo de unas 15 personas, todas españolas todavía, que ante un carisma de “conocerle y crear la paz y la unidad con el todo” nos hemos reunido en red para formar esa comunidad de hombres y mujeres de “Shemá”. Con los pies en el suelo y el corazón abierto iniciamos un proceso, un itinerario de compartir vida y susurro de Dios, e ir viendo, tal vez no es llegar a ningún sitio, sino disfrutar del camino juntos.
Creo que como el grupo original de Jesús somos gente de bien, normal y estamos en la tarea de recuperar el planeta, de recuperar las relaciones humanas igualitarias, de reconstruir la iglesia desde nuestra “Escucha” porque hacemos nuestra la palabra del Dios de Jesús, del Abba sobre nuestra vida “Shemá, Israel”.
Y sueño una tierra nueva, y un mar nuevo. Sueño que cuando vuelva al Puerto de mi infancia, que es como los brazos de mi madre, lo encuentre vivo, con sus aguas tranquilas limpias, con sus peces y cangrejos que huyeron, con su belleza infinita a los pies del monte donde la “Dona, la Mare de Déu de Sant Salvador” lo contempla y protege.
“Padre, que te conozcan”.
“Shemá, hermanas y hermanos”. Y así iremos siendo padres y madres del Planeta, rostro de Dios y cuna-casa de todas.
Magdalena Bennásar Oliver
www.espiritualidadintegradoracrisitiana.es
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