Juan Alemany
Mallorca.
ECLESALIA, 26/10/18.- Me apena ver, como esta Iglesia se va hundiendo en el pantano, en busca de soluciones simples que solo provocan su aceleración.
Año de la Fe, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, Iglesia en salida, Congreso para la Evangelización, Primer anuncio…… ¿Qué ha quedado de eso? Nada, un Iglesia acobardada en sus trincheras, tratando de defender el poco poder que le queda.
La Iglesia de hoy, es una institución política, económica, administrativa, social y también religiosa. Es un Estado, trata de influir en la política; maneja capitales; administra un patrimonio; realiza funciones sociales, hospitales, colegios, Cáritas, misiones, y trata de ser mediadora entre las personas y la Divinidad.
En el caso del cristianismo, la figura de Jesús no proclama ni funda una religión o iglesia. Lo que hace es proclamar un kerigma o mensaje de amor y salvación, que abarca desde su percepción de filiación divina y la de todos los seres humanos, de su descubrimiento del rostro amoroso de Dios, de una propuesta de conducta basada en la ética y el amor al prójimo, hasta la garantía de salvación.
La Iglesia, fundada por San Pablo, que 20 años antes de que se escribiese el primer Evangelio fundaba pequeñas eklesias o comunidades, al aliarse con el poder, convierte el kerigma de Jesús en una religión, estructurándolo y codificándolo de acuerdo con la mentalidad de su tiempo, que pertenece a un paradigma greco-romano que no es el nuestro.
Nuestra conciencia es evolutiva, nadie piensa como cuando era niño, joven o adulto La visión del universo, del mundo, del hombre, del sentido de la vida… es muy diferente de la que se expresa en ese paradigma antiguo y por ello, si cambia el nivel de conciencia y también el paradigma o conjunto de valores, ideas, costumbres, con el que vemos la realidad …, es lógico que se necesite una nueva interpretación del kerigma, que sin negar la anterior, la integre , la transcienda y la haga inteligible al mundo de hoy.
Benedicto XVI en una de sus alocuciones dijo: “La palabra de Dios no está en la literalidad de los textos, sino en el seno de una interpretación y por eso la lectura de las Escrituras es un reto para cada generación. Y cada generación tiene el derecho y la obligación de interpretarla a la luz de su tiempo y así la fe puede regar y fecundar distintas épocas y culturas”.
La Iglesia tiene que tomar conciencia de que no es un fin en sí misma, que su función mediadora es la de estimular la búsqueda de Dios y que esta función parece que hace agua en estos momentos.
En la sociedad actual, la Iglesia no es más que la forma de una expresión religiosa, pero esta expresión no tiene la calidad y fuerza que contiene el mensaje que pretende transmitir. Y no tiene esa calidad y fuerza porque hay una crisis de pedagogía, pobreza de léxico e inadecuación de la palabra. Se observa un agotamiento de recursos verbales y un deterioro de la comunicación. Hay una dilución de los símbolos, una vaciedad en las frases convencionales y una necesidad de cambiar el lenguaje.
Agrade o no, el cambio acaban imponiéndose. Es, pues, necesario anticiparse al mismo o sumarse a él. Hay que controlar el cambio y disfrutar con la aventura del cambio y no cesar de cambiar.
A la crisis explicativa y a la de su presencia social, hay que añadirle su falta de liderazgo moral no sólo por su retraso en aceptar los avances del mundo, ya sean científicos o sociales, como la democracia, derechos humanos, feminismo…, sino por la conducta escandalosa de muchos de sus representantes oficiales, alejados del mensaje que pretenden comunicar.
La propuesta del Obispo de Mallorca de cerrar iglesias, con la escusa de que acude poca gente a las Eucaristías y concentrarlas en una sola para que haya más participantes, es de una simpleza enorme. Si acuden 12 personas a 10 iglesias y se cierran 9, de las 120 personas que acudían, sólo irán 60 a la que permanezca abierta.
La estructura actual de las misas, está muy lejos de ser una reunión de comunidad familiar en la que los fieles participen activamente. Y la petición de que canten, es una forma de adormecimiento colectivo.
A finales del año pasado, el Papa Francisco invitó a la Asociación de Teólogos Italianos a “repensar la Iglesia para que sea conforme al Evangelio que debe anunciar y a repensar los grandes temas de la fe cristiana, dentro de una cultura en profunda mutación”.
Entiendo que esta invitación se extiende a toda la Iglesia, incluidos los laicos, que deben sentirse aludidos por este mensaje. Es un valiente paso para actualizar y modernizar la estructura y el papel de la Iglesia en este cambio de época. Es tarea difícil, porque hay un sector del clericalismo reticente y temeroso que esclerotiza a la Institución y presenta resistencia a las reformas, que se quiera o no, acaban imponiéndose. Esta es mi esperanza.
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