Simone Weil y el Padre Nuestro
Del blog Amigos de Thomas Merton:
¡Qué mejor oración para un día como hoy que el Padre Nuestro! ¿Cuántas lecturas e interpretaciones? Cada quien tiene la suya, todos identifican al Padre a su real saber y entender. Es interesante acercarse a la interpretación de Simone Weil (Gracias a José Luis Navarro, que nos lo ha compartido en facebook).
Padre nuestro, el que está en los cielos
No hay que buscarle, basta con cambiar la orientación de la mirada; a él es a quien corresponde buscarnos. Hay que sentirse felices de que está infinitamente fuera de nuestro alcance.
Sea santificado tu nombre
Sólo Dios tiene el poder de nombrarse a sí mismo. Su nombre no puede ser pronunciado por labios humanos. Su nombre es una palabra, el Verbo. Su nombre es la única posibilidad para el hombre de acceder a Él. Así pues, es el Mediador.
Venga tu reino
Se trata ahora de algo que debe venir, que no está presente. El reino de Dios es el Espíritu Santo llenando por completo toda el alma de las criaturas inteligentes. El Espíritu sopla donde quiere; sólo podemos llamarle. No hay ni que pensar en llamarle de manera particular para uno mismo, para unos o para otros, ni siquiera para todos, sino llamarle pura y simplemente; que pensar en él sea una llamada y un grito. Así como cuando se está en el límite de la sed, muriendo de sed, uno ya no se representa el acto de beber en relación a sí mismo, ni siquiera el acto de beber en general, sino tan sólo el agua en sí; pero esta imagen del agua es como un grito de todo el ser.
Hágase tu voluntad
Es una actitud muy distinta a la resignación. La palabra aceptación es incluso demasiado débil. Hay que desear que todo lo que ha sucedido haya sucedido y nada más. No porque lo que haya sucedido esté bien a nuestros ojos, sino porque Dios lo ha permitido y porque la obediencia del curso de los acontecimientos a Dios es por sí mismo un bien absoluto.
Así en el cielo como en la tierra.
No hay que apegarse ni siquiera al desapego. Hay que pensar en la vida eterna como se piensa en el agua cuando se está a punto de morir de sed y, al mismo tiempo, desear para sí y para los seres queridos la privación eterna de esa agua antes que ser colmados con ella en contra de la voluntad de Dios, si tal cosa fuese concebible.
Nuestro pan, que es sobrenatural, dánoslo hoy
Debemos pedir este alimento. En el momento en que lo pedimos y por el hecho mismo de pedirlo, sabemos que Dios nos lo quiere dar. No debemos aceptar el estar un solo día sin él.
Y perdónanos nuestras deudas, así como también nosotros
Hemos perdonado a nuestros deudores
El perdón de las deudas es la pobreza espiritual, la desnudez espiritual, la muerte. Si aceptamos plenamente la muerte, podemos pedir a Dios que nos haga revivir purificados del mal que hay en nosotros. Hasta ese momento Dios nos perdona nuestras deudas parcialmente, en la medida en que perdonamos a nuestros deudores.
Y no nos arrojes a la tentación, sino protégenos del mal.
Esta oración contiene todas las peticiones posibles; no puede concebirse oración que no esté contenida en ella. El Padre Nuestro es a la oración lo que Cristo es a la humanidad. No cabe pronunciarla con atención plena en cada palabra sin que un cambio, quizá infinitesimal pero real, se opera en el alma.
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