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2.11.18. El mausoleo de Franco y la crítica de Jesús a los constructores de tumbas

Viernes, 2 de noviembre de 2018

ef7168cb-2bbd-4156-aa23-4697484c2a82Del blog de Xabier Pikaza:

La fiesta de difuntos (2.XI.18) es tradicionalmente un día de tumbas:Los familiares se acercan a los cementerios, para recordar a los muertos, venerando su memoria con oraciones y flores.

Pero en determinados momentos las tumbas se convierten en motivo de litigio, como puso de relieve Jesús en un durísimo pasaje en el que critica a los que gentes edifican tumbas gloriosas a personas a las que primero han matado, para seguir así sacrificando luego, más y mejor.

Quiero recoger y recordar ese pasaje sorprendente de Jesús, sobre tumbas, en un día de Difuntos, cuando media España está discutiendo sobre la tumba de Franco:

‒ Unos quieren mantener los restos del General en un Mausoleo natural de Roca a ras de templo bajo la inmensa peña-mausoleo, para ratificar así su “memoria”, en el “sepulcro mayor de España”, bajo la Cruz más alta.

e7791df6-a6d0-4eb7-9e7e-4a96cd57878d‒ Otros quieren trasladar los huesos del General y ponerlos en algún lugar privado, con las honras normales que se tributan (o debieran tributarse) a todos los difuntos.

– Finalmente, parece que los descendientes del General quieren enterrarle bajo la Gran Catedral de Madrid, como si fuera un santo protector de la ciudad y del obispado (con el riesgo de convertir la Almudena en tumba real y lugar de exaltación de Franco).


En ese contexto, hoy,día de difuntos, me atrevo a ofrecer unas reflexiones telegráficas sobre el tema, en la línea de otras que presenté hace dos meses, para comentar después el texto de Jesús sobre las tumbas, con temor y temblor, porque es muy duro

Imagen 1: Sepulcros del Valle de Josafat, a los que Jesús aludía
Imagen 2: Mausolro de roca túnel del General, en el Valle de los caídos.


1. Reflexiones y propuestas sobre la tumba de Franco en el Valle de los Caídos.

1. No juzgo aquí la historia pasada, pero una vez que el Valle de los Caídos ha sido construido como Tumba de Honor de Franco, pienso que podría seguir siendo lo que es, pero en un nuevo contexto social (¡tumba para todos los caídos, en guerra y fuera de ella, sin ventaja para el General), de manera que la Basílica del Valle de los Caídos se convierta en un cementerio civil y “museo de la memoria histórica”.

2. Pienso que la Iglesia Católica podría abandonar la custodia de aquel sepulcro particular, para que no sea lugar de exaltación de algunos, con monjes guardianes de la tumba, encargados de rezar por el descanso eterno del General. Que recen sí, por Francisco Franco y por todos los difuntos, pero no como guardianes especiales de ese mausoleo.

3. En esa línea, creo que el Gobierno podría expropiar o desamortizar la Basílica particular‒Tumba del Valle de los Caídos, para convertirla en Cementerio Civil de todos, en museo y escuela de la memoria, como he dicho en alguna otra ocasión.

3. La cruz sobre la roca puede quedar, como signo de un muerto, de todos los muertos, sin connotaciones especialmente confesionaless, como signo universal de un crucificado (torturado). Y pueden quedar también otros signos cristianos de la actual basílica, pero junto a otros de tipo social, religioso y/o cultural, de diversas línea, en respeto por los difuntos, en un cementerio de todos.

4. De modo consecuente, me atrevo a decir que los restos mortales de Franco pueden y quizá deben quedar también donde está, pues ese lugar es historia… y no veo la razón para cambiarla. Pero a su lado deberían ponerse tumbas de personas significativas, de uno y otro lado de la Guerra Civil. Es bueno darle compañía al General, que quizá no dialogó en vida,para que dialogue en la muerte (como en la elegías muertos del profeta Ezequiel).

5. Lo que se ha dicho y contestado sobre el encuentra de la Vice‒presidenta del Gobierno de España, Carmen Calvo, con el Cardenal P. Parolín ha de entenderse desde la “política” romana. Conozco un poco el tema, he andado por allí alguna vez. Estoy seguro de que el Card. Parolín no ha prometido nada concreto a Carmen Calvo, aunque le ha debido decir buenas palabras… y ella, quizá menos puesta en temas de Curia romana, ha pensado que él apoyaba su propuesta. Me parece muy posible que el Cardenal le ha dicho que los huesos de Franco no son asunto vaticano, pero que el Vaticano verá con buenos ojos que el tema se arregle a las buenas, entre nietos de Franco, gobierno y quizá Mons. Osoro, por el tema del panteón de la catedral.

6. Tampoco sé lo que piensa de verdad el Card. Osoro, obispo de Madrid, sobre Franco en la Almudena, aunque parece que ha dicho que el panteón está allí, y que es de la familia Franco, que en principio puede ser acogido allí, como otros particulares, que propietarios de tumbas de la catedral. Pero Osoro sabe muy bién que Franco no ha sido un particular sin más, sino un hombre público muy discutido, con una memoria dolorosa… Enterrar en la catedral de la Villa y Corte a un muerto así, aunque sea de hace muchos años, significaría quizá una ofensa para muchos pacientes de la llamada Cruzada…

En otras palabras, que no tengo mucha solución, pero que visto el tema así, me ha parecido conveniente recordar un texto clave de Lucas y Mateo sobre tumbas discutidas, al servicio de la muerte.

Un texto y tradición de Jesús sobre sepulcros

Ay de vosotros, que edificáis los sepulcros de los profetas, pues vuestros padres los habían matado. Así sois testigos (de ello) y aprobáis las obras de vuestros padres, porque ellos mataron y vosotros, por vuestra parte, edificáis (Lc 11, 47-48).

evangelio-de-mateoEstas palabras se encuentran en el centro de una disputa de Jesús contra aquellos que matan y después se aprovechan haciendo sepulcros para así mantener la opresión social y seguir matando.

Jesús polemiza así contra la religión funeraria de unos hombres a los que, en otro contexto aparecen como «sepulcros blanqueados» (Mt 23, 27), gentes que elevan tumbas gloriosas para sí mismos y de paso para los asesinados a fin de seguir asesinando mejor.
Así se podría decir de gentes, quizá como Franco, que utilizan la muerte (la guerra) para hacerse grandes monumentos a sí mismos.

Estos edificadores de sepulcros suponen que están honrando la memoria de los muertos, pero en realidad se aprovechan de ellos, utilizando su memoria para seguir imponiendo su violencia, manteniendo el odio, la lucha de unos contra otros y finalmente para construirse sepulcros gloriosos y “religiosos”, como si con eso pudieran blanquear su culpa.

El evangelio de Mateo ha insistido en el tema, llamando “sepulcros blanqueados”, a los que edifican así tumbas. cuando se dirige a los escribas y fariseos.

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda suciedad (Mt 23, 27).

«Con esto (con este tipo de sepulcros) dais testimonio contra vosotros mismos de que sois hijos de aquellos que mataron a los profetas. ¡Vosotros, pues, colmad la medida de vuestros padres!» (Mt 23, 31-32).

De esta forma se expresa la retórica asesina de la muerte, propia de una ley que «sacraliza» en un plano a las víctimas para seguir aprovechándose de ellas (matándolas mejor).

Estos pasajes, leídos a la luz de Mc 12, 1-12 (la parábola de los Viñadores Homicidas), definen a un tipo de hombres como constructores de sepulcros de personas a las que asesinar,
con la escusa de la que herencia es de ellos….Los que construyen este tipo de sepulcros son, según Jesús, una generación de héroes asesinos: primero matamos, destruimos a los otros, porque nos estorban, nos impiden triunfar y dominar sobre la tierra; pero luego les hacemos monumentos para mantener viva la memoria de nuestro triunfal asesinato.

En esa línea, parece que la tumba de Franco se sigue tomando como punto de partida (como excusa) para seguir enfrentándonos y humillándonos unos a los otros. De esa forma recibimos, asumimos y consolidamos sobre el mundo una cultura de la muerte. Necesitamos matar para vivir y de esa forma nuestra misma estructura social viene a mostrarse como culto a la muerte.

Sobre la sangre derramada de los enemigos hemos elevado nuestra cultura ((Sobre el asesinato del padre o del chivo expiatorio como principio de las leyes han hablando, entre otro, S. Freud y R. Girard, como he mostrado en Violencia y religión en la historia de occidente, Tirant lo Blanch, Valencia 2005)).

Esta palabra de Jesús vincula a los que matan y a los que dan culto a los muertos., a los que matan y construyen después sepulcros, para ratificar así que han matado bien, teniendo ellos un sepulcro de honor entre sus víctimas.

Si unos (los malos) mataran y otros distintos (los buenos) hicieran sepulcros, no habría problema. Sin duda, nosotros seríamos de los buenos. Para decirnos algo de ese tipo no habríamos necesitado la revelación de Jesús: podríamos haberlo descubierto por nosotros mismos.

La novedad del evangelio está en que ha unido ambos gestos: matamos y después (al mismo tiempo) queremos construir nuestro edificio social sobre el cimiento-piedra de los asesinados (sobre la violencia de nuestros asesinatos: Hacemos leyes y seguimos gobernando porque somos herederos de los vencedores violentos).

En ese contexto recordamos que Jesús no tiene tumba, el cristianismo no es religión de una tumba (ni la del Santo Sepulcro de Jerusalén, ni de San Pedro de Roma, ni del Valle de los Caídos de Cuelgamuros…). No está en una tumba, sino allí donde los hombres dialogan, se aman, esperan.

Jesús no tiene tumba

Sobre ese muerto que es Jesús no podemos elevar ya un monumento pues su templo y monumento es la nueva humanidad reconciliada, sin violencia y juicio.

Pues bien, en contra del auténtico recuerdo de Jesús, los asesinos según ley (=los que se creen justos, haciendo guerra para su provecho), siguen matando y edificando su cultura sobre los cadáveres de las víctimas, justificadas y sacralizadas. De ellos trata el siguiente pasaje donde vemos la respuesta de Dios ante esa historia de asesinatos:

Por eso, la misma Sabiduría de Dios dijo: les enviaré profetas y apóstoles y a unos los matarán y a otros los perseguirán, de manera que a esta generación se le pedirá cuentas de la sangre de todos los profetas asesinados desde la creación del mundo, desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que murió entre el altar y el templo. Si, en verdad os digo, se le pedirá cuentas a esta generación (Lc 11, 49 51) .

Esta generación está formada por los que edifican sepulcros a asesinados, para así matar mejor… Está formada por los que quieren mantener su memoria y su autoridad aprovechándose de la muerte de los otros,
a los que tienen que matar para sentirse ellos seguros. No tienen valor por sí mismos, sino sólo matando a los otros. Desde este fondo se entienden, a juicio del evangelio, las dos actitudes básicas de los hombres.

‒‒ La violencia de un tipo de ley “asesina”, representada por aquellos que, con pretexto de venerar a los mártires antiguos (edificando sus sepulcros) y de mantener el orden que ellos quieren (su poder) siguen matando a otros.
‒ La gracia de aquellos que se unen con los antiguos profetas asesinados y por eso mismo siguen siendo perseguidos. En nombre de estos últimos habla el evangelio, con un mensaje de martirio universal, interpretado ahora desde el Cristo, que aparece como representante de todos los mártires, unificador de todas las víctimas.

Pues bien, desde ese fondo, Jesús dice que Dios pedirá cuentas» de la sangre derramada, edificando sepulcros para así elevarse sobre ellos y seguir matando. Ésta es la revelación suprema que sólo ha sido posible a través de la muerte de Jesús, el justo asesinado. En esta generación que edifica los sepulcros de los viejos profetas, que mata a Jesús y persigue a los nuevos profetas del Reino, se vuelve visible la unidad de todos los que matan (y de todos los muertos) (cf. Ap 18, 24). Éste es un descubrimiento desolador y confortante al mismo tiempo.

(1) En plano de violencia, éste es un descubrimiento desolador, pues, por primera vez en la historia de los hombres, se puede ya decir que somos responsables de todos los asesinatos de la tierra.
(2) En plano de gracia, éste es un descubrimiento consolador: podemos sentirnos resguardados por la sangre de Jesús que ha muerto por todos, como sangre que da vida, no para seguir matando, ni construyendo sepulcros, sino para vivir en comunión de gracia todos.

Pienso que no se soluciona nada sacando a Franco del Valle de los Caidos… Es mejor tenerlo allí, donde él quiso, rodeado de su gente, los de la otra, como museo de memoria, bajo la roca inmensa, bajo un cruz en la que cada uno puede descubrir mejor su historia.

(La parte central del texto está tomada de mi Comentario de Mateo, Verbo Divino, Estella 2015).

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