Del blog de Xabier Pikaza:
Domingo 29. Ciclo B. Mc 10, 35-45. Éste es un texto “eclesial”, quizá el más importante del evangelio de Marcos, elevado como advertencia para aquellos que utilizan a Jesús para obtener un poder religioso, social o económico sobre los demás, a quienes en vez de ayudar explotan y dominan.
Es, al mismo tiempo, un texto político, hincado en el centro del evangelio, como señal para todos los que quieren tomar el poder para aprovecharse de los demás, como clase explotadora o extractiva (que no produce, sino que extrae a los demás lo que producen).
Es un texto que se ha utilizado más veces como advertencia para cristianos, pero que ha de aplicarse también (sobre todo) a la Iglesia en su conjunto, y con ella a la misma sociedad.
Tomo lo que sigue de mi comentario de Marcos. Buen domingo.
Texto a: Mc 10, 35-37. Petición. A tu derecha y a tu izquierda
35 Y se le acercaron Jacob (=Santiago) y Juan, los hijos de Zebedeo, diciéndole: Maestro, queremos que nos concedas lo que vamos a pedirte. 36 Jesús les preguntó: ¿Qué queréis que haga por vosotros? 37 Ellos le contestaron: Concédenos que nos sentemos uno a tu derecha y otro a tu izquierda en tu gloria.
Históricamente han podido pensar en un reino político, que Jesús instaurará en Jerusalén, tan pronto como lleguen allí (a pesar de los anuncios de derrota y muerte de Jesús). Es evidente que estos zebedeos han querido reinar con Jesús, ellos dos, de un modo especial, ciertamente con los Doce (como recuerda el logion de los Doce tronos de los elegidos de Jesús: cf. Mt 19, 28; Lc 22, 30), pero situándose por encima de los otros diez (incluido Roca).
Al presentarles así, como deseosos de mando, Marcos está evocando lo que ha sido, a su juicio, el elemento esencial de la iglesia de los zebedeos, que debía instaurarse de un modo glorioso en Jerusalén, sin haber entendido la lección de la cruz, y sin volver a Galilea (como pedirá el joven de la pascua en 16, 6-7) .
Partiendo de este relato, se puede añadir que el mayor riesgo de la iglesia no se encuentra fuera (en escribas judíos y gobernadores romanos), sino en sus propios miembros, que, con pretexto de servicio mesiánico y acción liberadora, quieren mandar sobre los otros. Jacob y Juan son hermanos que (en vez de combatirse como Caín y Abel) se unen entre sí, para imponer su dominio sobre el resto de los Doce (y sobre todo los otros).
Ellos conservan el nombre de su padre (Hyioi Zebedaiou: Hijos de Zebedeo) y parecen buscar dentro de la iglesia un tipo de poder paterno, uno a la derecha, otro a la izquierda de la gloria de Jesus (10, 37). De Jacob sabemos que fue ejecutado por Agripa, en torno al año 44, quizá por sus pretensiones de “poder” (cf. Hech 12, 2).
b. 10, 38-40. Respuesta. Beberéis mi cáliz
38 Jesús les replicó: No sabéis lo que pedís. )Podéis beber el cáliz que yo he de beber, o ser bautizados con el bautismo con que seré bautizado? 39 Ellos le respondieron: Sí, podemos. Jesús entonces les dijo: Beberéis el cáliz que yo he de beber y seréis bautizados con el bautismo con que yo seré bautizado. 40 Pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, sino que es para quienes está reservado.
Jesús no acepta, ni rechaza lo que piden los Zebedeos, sino que niega su misma petición como carente de sentido: «¡No sabéis lo que pedís!» (10, 38). Los zebedeos han seguido a Jesús y, sin embargo, no entienden su propuesta, no comprenden que él no quiere ocupar un trono (¡no quiere reinar!), sino regalar la vida por los demás, para que todos, hombres y mujeres (y en especial los más necesitados), sean “reyes”. Estos zebedeos, que llevan largo tiempo con Jesús no saben ni lo más elemental: ¡Jesús no busca el primer trono, ni para sí, ni para los demás, pues su Reino no puede entenderse en línea de “toma de poder”!
Ésta es la paradoja: Ellos pueden morir y morirán por Jesús, pero sin haberle entendido del todo (según Marcos). Otros muchos murieron por la causa de Israel, en la gran guerra del 66-73 d.C. (hasta la toma de Masada), y de ellos habla con admiración y distancia Flavio Josefo. Pero no murieron como Jesús, sino de otra manera (por otros caminos, con otros intereses).
El tema no es mandar, sino regalar la vida. Así les pregunta Jesús: “¿Podéis beber mi cáliz, bautizaros con mi bautismo?” (10, 38-39a). Ellos desean mandar con Jesús, para imponerse. Jesús les pregunta si pueden seguirle en su entrega, entregando su vida. Frente a la gloria que buscan en él, Jesús les ofrece su camino de entrega, expresado en el signo del cáliz (que significa solidaridad y muerte) y en la señal del bautismo (que implica también muerte: quedar bajo el poder de las aguas destructoras). En el fondo les pregunta si están dispuestos a morir con (como) él. Ellos responden que sí: ¡podemos! Ciertamente, no son miedosos o egoístas vulgares.
(a) Los zebedeos piden trono, pero Jesús sólo les puede ofrecer su propio gesto de entrega de la vida, garantizando su fidelidad en el camino mesiánico: «El cáliz que yo bebo beberéis, con el bautismo con que yo soy bautizado os habréis de bautizar» (10, 39). De esa manera, ellos reciben y realizan la misma vocación del Hijo del hombre, en gesto de entrega de la vida. Esto es lo que Jesús puede ofrecer a los que vengan a seguirle, subiendo con él a Jerusalén. Eso significa que los zebedeos han seguido a Jesús, e incluso han muerto por él, pero no lo han hecho de forma verdadera (en gesto de puro servicio de amor).
(b) Jesús no puede darles un trono sobre otros, sino ofrecerles un lugar en su camino de entrega, poniéndose (y poniéndoles) en manos de Dios. Lo mismo ha de pasar a los demás discípulos: «Sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa que yo pueda concederos, sino que es para aquellos para los que ha sido reservado» (10, 40). Jesús deja la Gloria en manos de Dios Padre (como indica el pasivo divino de hetoimastai: a los que Dios lo ha reservado), pero sabe que ella no consiste en sentarse en unos tronos sobre los demás, sino en compartir la vida con todos. Leer más…
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