“Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón:
-¿Ves esta mujer? Cuando entré en tu casa, no me diste agua para los pies, ella, en cambio, me ha regado los pies con sus lágrimas y me los ha secado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró no ha dejado de besarme los pies. Tú no me echaste ungüento en la cabeza; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume… le dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado; vete en paz.” (Lucas 7, 44-50)
Uff, es de estos textos que te ponen la carne de gallina. Me gustaría entrar en lo que esta mujer debía sentir cuando esta escena tiene lugar.
Pensemos que el Simón que tenemos dentro representa aquello que nos impide ser libres, felices, abiertas al Espíritu de amor sin dejarnos vencer por condicionamientos creados por las circunstancias del pasado y del presente. Simón no puede ver a la mujer, la tiene invisibilizada.
La pedagogía de Jesús consiste en, paso a paso, ayudarle a descubrir lo femenino-complementario en él, invisibilizado, reprimido, ignorado, no valorado…
¿Ves esta mujer? Y le enumera, uno a uno, con respeto y destreza lo que ella sí tiene que es de lo que él carece en abundancia.
Ella, en cambio…cuéntanos hermana, qué pasó en ti cuando él te ponía como modelo de amor. Ella, en cambio…eres capaz de llorar de amor agradecido, son lágrimas de emoción por la bondad, la ternura que Jesús te comunica a través de su cuerpo y tú le regalas a través del tuyo. Ahí encuentras tu oriente, tu orientación, tu origen, tu pertenencia y tu destino. Esa persona de Jesús que se deja ungir, cuando lo patriarcal se otorga la exclusiva de tan femenino gesto. Ungir, acariciar zonas significativas del cuerpo, como la frente, las manos, los pies, los labios…
Ella en cambio, no deja de besarle los pies. Interesante ingrediente para nuestra relación personal con alguien. Hay tantos grados de comunicación a través del beso y siendo un gesto tan común en nuestra cultura, en Bélgica, Francia, Rusia dan tres al saludar, no dos como en España, lo obviamos en nuestra relación personal con el Cristo místico que habita en nosotras.
¿Te imaginas no besar a tus hijos, nietos, marido, hermanas…? ¿Cuánto tiempo llevas sin besar y dejarte besar por dentro? No me lo digas, no me extraña que te cueste orar…sólo silencio no basta, sólo leer no es suficiente…
Ella, en cambio…no deja de besarle los pies. Te invito a la oración del beso. Muchas y muchos frunciréis el ceño, diréis que se me ha ido un poco…tal vez, pero hasta que no incorporemos los sentidos, luego la sensualidad, en nuestra experiencia de relación con el Cristo místico que habita en nosotras, no daremos con la chispa que lo ilumina y caldea todo.
Esa oración afectiva es nuestro oriente. Cuando al amanecer todos los días, veo asomarse el sol, por oriente, por el este, es una experiencia de una expectación infinita. Todas las personas que oramos miramos al este, nuestro origen, nuestro destino. No sólo físicamente sino interiormente. La persona que ha sido regalada con el don de desear la oración afectiva es una privilegiada, invitada a vivir en estado de salvación que quiere decir en comunicación del Espíritu.
Y cuando aprendes a besar en tu relación con Dios, besas su piel en el cosmos, en la naturaleza, en cada árbol que abrazas, en cada flor que hueles y riegas con mimo, en cada ola que te salpica, en cada gota de lluvia que te acaricia…
Y cuando besas la piel de Dios en todo también la besas en todos. Hay una transformación de la mirada. Tengo en la habitación estos días en Lovaina, la foto del Damián de Molokai, estamos unos días en una casa de su comunidad.
Ayer en la iglesia de S. Pedro del centro de Lovaina le encendíamos dos velas orando con todos y todas las personas que nos leéis, para que Damián nos enseñe a besar la piel de Dios, que para él eran los leprosos, y así murió, leproso entre leprosos. Tal vez para nosotros la invitación sea menos fuerte, pero no lo olvidemos, el amor empieza y termina con un beso. Este hombre, Damián, captó el misterio del beso y no pudo diferenciar entre besar a Dios y besar a las leprosas y leprosos que le rodeaban. Su vida sigue atrayendo a hombres y mujeres de los cinco continentes. Damián, varón, aprendió a besar a lo Dios.
Maravilloso reto. Asombrosa invitación.
Magdalena Bennásar Oliver
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