Me llamaban Mario, pero soy María. Para una teología trans-género
Presenté hace unos años la historia de una persona que, habiendo vivido como Mario, hombre bastante feliz y bien casado, con una hija de 21 años, acabó de descubrir que era y quería ser mujer, decidiendo someterse a una pequeña operación, con ayuda hormonal, para cambiar de género y ser lo que siempre había querido: María (cf. cf postal del 13.06.12).
Era (es) una persona conocida en su país, donde trabaja en los medios y en instituciones al servicio de la igualdad de género, en línea hétero- homo- y trans-sexualidad (trans-género). Me dijo que era y quería ser cristiana católica, desde su nueva condición pública de trans-género, preguntándome sobre ello.
Le respondí por carta personal y escribí mi opinión en la postal citada… Con el paso de los años había olvidado casi el tema, hasta que hace unas semenas (7 del 18) me ha vuelto a escribir otra persona, en una situación semejante (Mario/María), para pedirme una opinión (diciéndome que algunas personas de Iglesia no aceptan su postura).
Le he mandado mi nuevo libro sobre La Familia en la Biblia, donde ofrezco algunos principios. Pero, al mismo tiempo, he querido retomar los motivos principales de mi postal antigua (del 6.12), en un momento en que sigo aún perplejo por la actitud de muchos sobre el tema (y por el mismo tema). No tengo claras todas las cosas, pero pienso que puedo opinar desde el evangelio.
UN TEMA PERSONAL, MARIO QUE ES AHORA MARÍA
1) De una carta privada de Mario/María. “Entre mucho leer, no he encontrado nada acerca de la postura de la iglesia sobre la transexualidad o transgenerismo, tanto masculino (quizás menos común o poco conocida) como femenino quizás mas común o conocido en los medios.
Soy una mujer transgénero, ´y me considero profundamente cristiana, no creo que exista pecado en la decisión que he tomado en mi vida, y realmente si lo hubo… ya es tarde e irreversible. Quisiera saber si existe algo acerca de la transexualidad en alguna opinión, texto o comunicado que la iglesia católica haya expresado en sus textos”.
2) De la presentación pública de Mario/Maria (contando el cambio a los amigos)
¿Por qué naciendo biológicamente hombre decidí cambiar mi género y presentarme ante el mundo, y ante Ustedes hoy, como mujer?… Esta decisión radical en mi vida no fue obra de un capricho… de una moda… de un deseo irreverente de ubicarme a espaldas de un mundo que todavía hoy no perdona estos cambios… Mi decisión se enmarca dentro de un proceso… un proceso largo y doloroso… en ocasiones lleno de oscuridades, incertidumbres y muchos temores… temores a perder mi familia, mi trabajo, mi puesto en la sociedad.
A lo largo de los años me he esforzado en realizarme profesionalmente y de ir adquiriendo un lugar en el mundo y en la sociedad… Sabía que, al ir dando pasos en el proceso de descubrimiento y asunción de la verdadera realidad de mi género, todos estos logros podrían venirse abajo. Pero he dado el paso. La realidad de vida escogida por mí… no responde al capricho de desafiar lo que se consideran las leyes de la naturaleza y los condicionamientos de una sociedad que nos etiqueta como “machos” o como “hembras”. Ser trans-género, ante todo, implica partir de una condición mucho más fundamental… la condición de persona… de ser humano…
Mi vida social no se desarrolla en el submundo de un gueto, sino en el amplio mundo social como el que se puede desarrollar cualquier persona…
Es verdad que para muchos puede ser difícil aceptar sin más a una persona que nació biológicamente hombre y ahora vive y se expresa como mujer… Estamos inmersos en una sociedad sexista que parece haber reducido al ser humano a ser “macho” o a ser “hembra”… Esta reducción sexista está íntimamente unida a una visión meramente biológica,… donde el sexo es visto sin más como un asunto de tipo biológico,… con estereotipos fijos, con patrones inamovibles prácticamente inmutables que en modo alguno pueden ser desafiados…
Y así,… asistimos a un juego de poderes en el que el macho domina a la hembra y la hembra queda reducida a la sumisión… O, por el contrario, la propuesta de las feministas llevados a ultranza,… que aspiran para la mujer cuotas de poder y muchas cosas más… que tradicionalmente han sido reservadas para el varón…
BREVE REFLEXIÓN DE X. PIKAZA (en forma de carta)
Querida María,
ante todo mi respeto y cariño por tu forma de presentarte como cristiana y persona, que quiere vivir al interior de la Iglesia. Como sabes y dices, he escrito algunas cosas sobre el tema que puedo resumir en las siguientes reflexiones:
a. Un tema de vida e Iglesia. Es un tema complejo y no pueden darse soluciones universales, partiendo de ninguna teoría previa sobre lo la naturaleza, el sexo y el género. En este campo, dentro de la misma Iglesia Católica Oficial, puede haber y hay diversas opiniones, que a veces se esconden, de forma que no puede ofrecer una respuesta vinculante.
Tengo la impresión de que a un tipo de Iglesia y Sociedad le importa más el sexo físico (e incluso biológico) que el género, más vinculada a la identidad psicológica y social… A tí te importa más el género y le alegro. Te presentas como trans-género, no como trans-sexual (que es para ti menos determinante). De todas formas, entre sexo y género hay una relación fuerte, que ha de tenerse en cuenta (y así tú misma te sientes más persona desarrollando tu vida de persona como mujer, con elementos vinculados ordinariamente al sexo femenino).
b. ¿Por qué bastantes “hombres” quieren ser mujeres y no lo contrario? Ciertamente, hay muchas mujeres que quieren actuar como hombres (¡ser realmente machos!), pero sin necesidad de cambiar “oficialmente” de género (¿por motivos biológicos?). Pues bien, a pesar del carácter dominador que se atribuye al hombre, hay pocas mujeres que quieren hacerse “hombres”, con cambio de género (¿será porque actúan ya como hombres desde su realidad externa-oficial de mujeres?). Dejo el tema simplemente planteado, con el tema mucho más profundo de la dualidad de cada ser humano, que tiene, al mismo tiempo, elementos masculinos y femeninos en el desarrollo de su personalidad.
Pues bien, son bastantes los hombres que quisieran ser mujeres, y no por debilidad, ni por enfermedad, sino por identidad con su experiencia más honda. Ese deseo de cambio hacia lo femenino es un elemento a mi juicio muy significativo (y en el fondo positivo) de nuestro tiempo. Por eso te digo, querida María: Ese cambio de género (con elementos de cambio de sexo) te ha permitido no sólo ser mejor como persona, sino mejor persona, que es lo que importa; eres ya mujer, pero no olvides también que eres hombres, que lo has sido y lo sigues siendo.
c. No quiero ni puedo darte una respuesta “moralista”, sino evangélica y/o humana. No creo que Jesús viniera a dar lecciones de moralidad. Sé un poco de Biblia y cristianismo, y en ese plano seguiré, ofreciéndote mi pequeña experiencia. Jesús de Nazaret, en el famoso texto de los “eunucos” por el Reino de los cielos (Mt 19, 12, que ha explicado en mi Comentario de Mateo) supone que hay realidades y condiciones diversas en el plano del sexo y del género, dejando el tema abierto a la búsqueda del Reino de Dios, pues lo que importa, en último término, no es el sexo, ni el género sin más, sino el Reino de Dios. Eso significa que hay caminos distintos, que cada uno/una ha de asumir con responsabilidad, para hacerse persona (para ser mejor persona), como tú dices.
Debo repetirlo: La finalidad de la vida es que podamos ser personas, es decir, que seamos capaces aceptar lo que somos (aceptarnos) de un modo agradecido (como don de Dios, de forma que Él, la Vida en plenitud) se despliegue y revele en nuestra vida, ofreciendo nuestra mejor aportación a los demás, en respeto y amor, con decisión y gratitud, con los cambios que juzguemos necesarios.
En esa línea, una persona como tú, que había asumido durante muchos su género inicial masculino, incluso casándose con una mujer y teniendo una hija, para vivir mejor su propia identidad, puede (y quizá debe) iniciar un proceso de cambio de género (e incluso de sexo), a pesar de las complejidades que implica ese cambio… y a pesar de los dolores que puede suscitar, con las rupturas correspondientes.
d. Un tema profundo, con costes económico-sociales (y a veces incluso con riesgo físico). Tú no eres (no te has hceho) trans-género por simple capricho (o por algún tipo de oscura maldad, como algunos creen ver en personas como tú), sino porque a lo largo de los años te has ido encontrando mejor en el otro género… y has decidido ser lo que te sientes y lo que quieres, una mujer (sintiendo y amando así como mujeres). Evidentemente, yo, como cristiano y teólogo, no puedo oponerme a tu deseo, aunque te haya costado llevarlo a la práctica, en plano personal, familiar y social.
Todo ello ha debido tener unos costes. Otros en tu caso no suelen asumirlos, tú los hecho. Si ha merecido la pena para tu maduración personal (como me dices) y para tu relación con otras personas (incluso con tu hija), que es lo importante, bendito sea Dios, que te ha dado la capacidad de hacerlo. Bendícele a él por tu cambio.
En un caso como el tuyo, un proceso de cambio como el que nos cuentas (tras un largo matrimonio en el que eras Marío, y tenías una mujer y tuviste con ella una hija) ha debido ser intenso y quizá doloroso. Pero tú me dices que ha sido positivo, y te creo, y me alegro por ello,
Si te ha servido para ser mejor persona (ser tú misma), para ser más feliz y para querer mejor (o de otra manera) a los demás (incluida tu antiguo “mujer” y tu hija), ese cambio ha sido positivo y valioso para ti.
Has tenido que dejar unas realidades, pero has podido descubrir y desarrollar otras. Sólo tú y tus verdaderos amigos (ninguna institución oficial) pueden decir si el cambio ha sido fructífero, si te ha llevado a descubrir mejor tu verdadera identidad y a querer y servir a los demás (y a amar a Dios) de manera más sincera, leal, verdadera.
e. Yo pondría como clave para ver si eres cristiana el Sermón de la Montaña, es decir, el despliegue de la gratuidad, del perdón, de la capacidad de amar en plenitud a los demás. Has debido poner en una balanza los pros y los contras… y una vez hecho lo que has hecho, y has decidido ser mujer (hacerte externamente mujer, pues internamente ya lo eras), amar así de una manera más intensa, tal como eres, como mujer y como cristiana. Ése es para mí el indicador: ¿Puedes vivir así en mayor fidelidad a tu experiencia radical, en mayor amor concreto a los demás? Si es así ha merecido la pena, bendito sea el cambio.
Me gusta mucho que te presentes como trasgénero más que como tras-sexual. El género es más importante que el sexo (aunque ambas realidades se vinculan, deben ir en armonía). Tu caso puede ser un ejemplo, para mí lo es, en su valentía y en su capacidad de cambio, para un amor mejor (que es lo que importa). Me gustaría que tus relaciones con tu antigua esposa y con tu hija pudieran hubieran haber mejorado de calidad (aunque a veces es muy difícil, y tu antigua esposa a lo mejor no ha podido entenderlo ni asumirlo).
f. Un cambio en libertad, no puedes imponer, no pueden imponerte. Pienso que tú no puedes “imponer” a los demás tu forma de ser, ni exigir que todos comprendas tu cambio… Pero puedes y debes exigir que lo respeten, incluso la Iglesia Católica, que debe acogerte y acompañarte te en tu nueva identidad, tal como eres. Es muy posible que la Iglesia Jerárquica de tu país (y cierta Doctrina de Roma) no vea bien tu cambio y considere que lo que has hecho no es recto.
Acepta esa opinión, pero tienes el derecho y deber de seguir primero a tu conciencia, para así ser persona de una forma más madura. Estamos ante un reto y camino que puede ser importante, no sólo para ti y para los que son como tú (trans-sexuales o trans-género)… y para los homosexuales…, sino para todo el resto de los hombres y mujeres, cristianos o no. Podéis y tenéis que enseñarnos a amar mejor, en respecto, en fidelidad a las personas concretas, en servicio a los demás. Ése es el único argumento que vale… y ante ese argumento me quedo.
Nada más por ahora, querida María (antes Mario), así te quiero y te acepto, pero no olvides que también tienes elementos de Mario; han formado y forman parte de tu vida. Somos una polaridad, cada uno de nosotros, con un elemento dominante… Aunque en tu cuerpo eras más Mario por tu opción y sentimiento eres más María. Sé feliz, acepta el paso de la vida y haznos felices a los demás, en las manos y en la vida del Dios que es principio y sentido de toda Vida, masculino y femenina.
Puedes contar con mi cariño, y con el de Mabel.
Xabier
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