“Quien quiera ser el primero, que sea el servidor de todos.”. Domingo 23 de septiembre de 2018. Domingo 25º ordinario
Sabiduría 2, 12. 17-20: Lo condenaremos a muerte ignominiosa.
Salmo responsorial: 53: El Señor sostiene mi vida.
Santiago 3, 16-4, 3: Los que procuran la paz están sembrando paz, y su fruto es la justicia.
Marcos 9, 30-37: El Hijo del hombre va a ser entregado. Quien quiera ser el primero, que sea el servidor de todos.
El libro de la Sabiduría recoge la experiencia de los profetas de Israel y nos presenta a la persona «justa» como el modelo de sabiduría. El modelo de piedad no lo constituye la persona que hace sacrificios abundantes o que sigue con elegancia y delicadeza todos los pormenores de los ritos litúrgicos. La persona ideal es la que vive la justicia y muestra con sus obras que es posible realizar la voluntad de Dios en este mundo. Pero, aunque este es el camino auténtico y querido por Dios, no por ello, se puede realizar con simplicidad. La oposición no se hace esperar. Incluso, al interior de la familia o del círculo de amigos. El que tome el camino de la justicia, pronto se dará cuenta que hará el viaje en compañía de pocas personas.
La carta de Santiago nos da una explicación tan sencilla como eficaz de la causa de los conflictos en la comunidad cristiana: la ambición. En efecto, nadie roba, ni asesina ni arruina la vida ajena si no está movido por algún tipo de ambición. El deseo de ser más fuerte que los demás, de tener más capacidad económica, de asegurarse esta vida y la otra, no son sino manifestaciones de la ambición. El problema, es que las personas que piensan así, comienzan a ver al resto del mundo como un obstáculo a eliminar o como un puente sobre el cual pasar. Pero, el problema de tales conductas, animadas y patrocinadas por la sociedad, radica en que se constituyen en ideales de vida, incluso de personas que se proclaman como cristianos. La carta de Santiago nos invita a poner todas esas ideas a contraluz y a pasarlas por el inequívoco tamiz del evangelio. La codicia de dinero, prestigio y poder nos puede conducir por un camino sin regreso y nos puede alejar del cristianismo de manera irreversible, aunque nos sigamos considerando cristianos y vayamos a misa todos los días.
En el evangelio de Marcos, el «camino» representa el itinerario de formación de un buen discípulo. Jesús no quiere un grupo de fanáticos que le entonen vivas a su nombre, sino un grupo de personas responsables que sean capaces de asumir un proyecto. Por esta razón, sus esfuerzos se concentran en la enseñanza de sus seguidores. Pero, la instrucción parte de los desaciertos y de las respuestas erráticas que ellos van dando a lo largo del trayecto hacia Jerusalén.
Jesús debe superar el miedo cultural que invade a sus discípulos y que les impide dirigirse a su «Maestro» con toda confianza. Para esto utiliza una estrategia pedagógica muy ingeniosa. Retoma la discusión de los discípulos que estaban concentrados no en su enseñanza, sino en la repartición de los cargos burocráticos de un hipotético gobierno y reconduce la discusión mediante un ejemplo tomado de la vida diaria. El «niño» era una de las criaturas mas insignificantes de la cultura antigua. Por su estatura y edad no estaba en condiciones de participar en la guerra, ni en la política ni en la vida religiosa. Jesús coloca a uno de esos pequeños en medio de ellos y muestra cómo el presente y el futuro de la comunidad está en colocar en el centro no las propias ambiciones, sino las personas más postergadas y simples. Sólo así se revierte el sistema social de valores. Y sólo así, la comunidad es una alternativa ante el «mundo», que ya sabe poner en el centro a las personas adineradas. La novedad de Jesús consiste en hacer grande lo pequeño, lo doméstico e insignificante.
Eso que Jesús revelaba -con una paradoja- era muy serio: Jesús identificaba su propia suerte y la de Dios con la suerte de los niños, los que no tienen derechos ni quien mire por ellos, los últimos, los despreciados, los no tenidos en cuenta. Porque en realidad todo él se identificaba con ellos: se había puesto de su lado, había asumido su causa como propia. Por eso decía que todo servicio hecho a ellos se le hacía a él mismo y, en definitiva, al Padre. Nuevamente ponía la jerarquía de valores de la sociedad al revés o, mejor, al derecho. Una sociedad que mira sólo por los de arriba –o en la que las decisiones la toman los que están arriba o miran por los intereses de los de arriba- no garantiza ni el Reino ni la Vida; ésta sólo puede sobrevivir en un mundo que desde abajo mire por los de abajo, los que no tienen derechos.
El evangelio de hoy es dramatizado en el capítulo 36, «Tan pequeño como Mingo», de la serie «Un tal Jesús», de los hnos. López Vigil. El guión y su comentario pueden ser tomados de aquí: http://www.untaljesus.net/texesp.php?id=1200036 Puede ser escuchado aquí: http://www.untaljesus.net/audios/cap36b.mp3
Para la revisión de vida
El afán de superación, el deseo de ser el primero, el anhelo de triunfo y éxito en la vida… parecen, en principio, aspiraciones legítimas del ser humano; el problema, normalmente, está en los medios que utilizamos para alcanzar esas metas. Jesús nunca dijo que no debamos aspirar a ser los primeros, antes al contrario: nos invita a serlo, pero nos señala el único camino humano y humanizador para lograrlo: el amor y el servicio a la Causa del Reino, que es también la Causa de los pobres. ¿Estoy atrapado en esa pseudomística de la competitividad, del arribismo a cualquier precio, de la búsqueda del éxito y del dinero a cualquier precio?
Para la reunión de grupo
– Léase la primera lectura en todo lo que es el capítulo 2 del libro de la Sabiduría, del que la lectura de hoy es sólo un mínimo extracto. Al “justo” lo persiguen sus coetáneos, no por capricho ni por odio irracional, sino porque les resulta incómodo y con su vida justa, simplemente con vivir como justo, echa en cara la maldad de sus enemigos. Al emparejar esta lectura con el evangelio del anuncio de la Pasión la liturgia está interpretando que en Jesús se cumple el caso del justo del libro de la sabiduría: Jesús fue asesinado porque molestaba a los poderosos, porque declaraba a Dios de parte de los pobres y evidenciaba la injusticia de los poderosos. Jon Sobrino habla de los mártires “jesuánicos” de estas últimas décadas en América Latina, muy distintos de los mártires de muchos otros siglos, y muy semejantes al mártir Jesús, y al justo del libro de la Sabiduría. Esa presencia martirial del justo, que molesta a los injustos, es tal vez (o debería ser) permanente. ¿Se da hoy en nuestra Iglesia? ¿Molesta nuestra Iglesia institucional a algún poderoso injusto? ¿Y nuestra comunidad local? Si no se da esa incomodidad, ¿a qué se debe?, ¿no hay en el mundo poderosos injustos?, ¿o no hay profecía en nuestras comunidades o en nuestra Iglesia?
Para la oración de los fieles
– Por toda la Iglesia, para que comprenda y acepte al Cristo del Evangelio y lo anuncie sin miedos.
Oremos.
– Por todos los creyentes, para que se eliminen de nosotros todas las formas de dominio y poder sobre las personas. Oremos.
– Por todos los que queremos vivir como discípulos de Jesús, para que sepamos aceptarlo como el que no vino a ser servido sino a servir, y sepamos imitarlo. Oremos.
– Por cuantos nos sentamos a la mesa del Señor, para que hagamos de la Eucaristía signo de nuestra disponibilidad para servir y dar la vida por los pobres y los pequeños. Oremos.
– Por esta comunidad nuestra, para que brille por su afán de ser la última en honores y poderes, y así poder ser la primera en servir a los demás. Oremos.
Oración comunitaria
– Dios, Padre nuestro, que enviaste a tu Hijo Jesús para mostrar al mundo “que no todo está permitido” y para mostrarnos el sentido de la vida humana en un mundo estructurado sobre la injusticia y el poder; enséñanos a seguir el camino de tu Hijo Jesús, el justo perseguido, para que tu Iglesia cumpla la misión que le diste. Por el mismo J.N.S.
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