¿Dónde está Dios?, por Gabriel María Otalora
De su blog Punto de Encuentro:
“Los que dicen conocer a Dios, ¿qué significa creer en Él cuando llega el fracaso?”
“Los cristianos estamos ante un Dios chocante, de lo pequeño, de lo sencillo, de lo auténtico”
(Gabriel María Otalora).- Es patente como va en aumento el nivel de insatisfacción de esta sociedad, atrapada entre ruidos y crisis de principios a todos los niveles. Son tiempos difíciles incluso para quienes tienen resueltas las necesidades básicas y no tan básicas; qué decir de los millones de personas sin medios ni dignidad humana que malviven por la codicia violenta de sus semejantes y ahora los tenemos a muchos de ellos vagando por el Mediterráneo en busca de un mundo digno. ¿Dónde está Dios en este pandemónium?
Anthony de Mello se refería a esto en forma de parábola: “Viendo a una niña marginada, aterida y con pocas perspectivas de conseguir una comida decente, me encolericé y le dije a Dios: ‘¿Por qué permites estas cosas? ¿Por qué no haces nada para solucionarlo?’ En pleno silencio, esa noche, Él me respondió: ‘Ciertamente que he hecho algo. Te he hecho a ti’“.
El silencio de Dios ante tanto dolor no deja de ser una llamada para que le dejemos actuar a través de nuestras manos. ¿Dónde está Dios?, pues está manifestándose en cada gesto de amor que realizamos al próximo, a quien Él quiere que le tratemos como a un hermano. Enredarnos en otras prioridades puede resultar un escándalo para tantísimas personas que buscan al Dios de la comprensión y la misericordia.
Incluso quienes no creen en la existencia de Dios se preguntarán en más de una ocasión: los que dicen conocer de Dios, ¿dónde le ven?, ¿por qué creen?, ¿qué significa en sus vidas creer en Él cuando llega el fracaso?, ¿qué sienten o saben?, ¿por qué tienen ese tipo de convicciones? Y seguro que se escandalizarán con nuestras peores contradicciones.
Aunque el ateísmo es un fenómeno relativamente moderno, la historia de las religiones solo demuestra la existencia del sentimiento religioso a lo largo de todas las épocas y de muy distintas maneras. La experiencia de Dios ha activado conductas revolucionarias por lo que de transformadoras tienen, pero que conviven con el lado humano más oscuro y provocador de tremendas confrontaciones entre personas religiosas cuando imponen la idea de su dios (el suyo propio) a quienes sienten de diferente manera, demostrando con sus actos no ya una experiencia de fe, sino lo peor de la condición humana.
No podemos demostrar donde está Dios, pero muchas personas han dado sobradas muestras de haber tenido a Dios consigo. Los cristianos estamos ante un Dios chocante, de lo pequeño, de lo sencillo, de lo auténtico. En su pedagogía no cabe el interés calculador, como corresponde a un Dios amoroso. Es un Dios “absurdo” porque no se apoya en todo su poder sino que actúa respetando el buen o mal uso de la libertad de los hombres. No es alguien abstracto, sino a quien se siente en la humildad y en la escucha. Nuestro Dios va descubriendo, poco a poco, trocitos de su divinidad en la medida que nos abrimos a la escucha, libremente, desde la experiencia en medio de claroscuros que amenazan una fe que no se pierde jamás por buscar sin miedo la verdad.
Para salir de esta crisis existencial, es preciso amar más y dejarnos transformar desde los acontecimientos de la vida, aceptando el riesgo de una nueva manera de ver y obrar, de comprender y actuar. Solo quienes se mantienen en la voluntad de avanzar en esta dirección llegan a descubrir donde nos espera Dios: junto a tanta inocencia que sufre. Misterio y grandeza.
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