Recuperar lo invisible, lo esencial
Sí, lo invisible, lo que no se ve con los “ojos de la carne” (cuando los levantamos de la pantalla del móvil), lo que en muchas ocasiones, si no todas, es lo verdaderamente esencial, que decía el Pequeño Príncipe.
Y digo recuperar porque se nos ha perdido entre el bullicio de la vida, que es preciosa, sí, pero no perfecta, ni tan siquiera plena.
Para recuperar lo invisible, lo esencial, necesitamos silenciar nuestra mente, también nuestra alma, y por supuesto callar la boca.
No hace mucho escuchaba a alguien decir que necesita el silencio para vivir, que en cuanto puede apaga radios, teléfonos, televisores y todo aquello que pueda impedirle tener un mínimo de silencio. “Estamos hechos pra el silencio, es nuestro medio natural”, decía.
Pues sí, yo también lo creo, y si al silencio le añades unas raciones de soledad… el menú está bastante equilibrado.
Muchas veces caminamos en la oscuridad del ruido, y sabemos qué es lo que tenemos que hacer para encontrar la claridad del silencio pero… nos da cierto temor. Porque el silencio nos calma la vida en un primer momento pero es lo bastante ruidoso como para despertar a los demonios internos y entonces, ya sí, liarla parda.
Lo bueno de los demonios es que son bastante cobardes, y existen remedios eficaces contra ellos, solo hay que tener cierta disciplina en ls dosis, y querer echarlos.
Porque el silencio también es escurridizo y si percibe que no es muy bien recibido escurre el bulto y se va a otra vida a recuperar lo invisible, lo esencial.
El silencio es lo presente, lo real, lo que tienes y vives. Es la no huida, la acogida y la humildad.
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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa
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