Domingo XXI del Tiempo Ordinario. 26 de agosto de 2018
“Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: -¿También vosotros queréis marcharos?”
Cabe una primera reacción ante este texto: Pensar así como: “¡menudos discípulos! ¡Qué gente tan inconsistente! ¡Qué falta de compromiso!”
Es una reacción de pura lógica humana. Las cosas no salen bien, no tienen éxito, porque siempre hay personas que vienen a estropearlo todo. Y en este caso concreto la cosa está muy clara. Los que criticaron a Jesús y se marcharon son los malos de la película.
Sin embargo, aquí el evangelio no nos está hablando ni de buenos ni de malos. Habla, más bien, de un Reino que se abre camino en medio de las dificultades, de una fuerza amorosa que atraviesa la existencia humana; toda la existencia humana, también la parte más oscura.
A lo largo de todo el Antiguo Testamento hay una enseñanza constante que llegadas a este punto parece que se nos olvida: Dios siente debilidad por lo pequeño.
Elige a Sara, a Jacob, a Raquel, a José… que son los pequeños, los que no cuentan; que son las estériles, las que no valen. Y elige también ejércitos pequeños, casi ridículos, para vencer a quienes se creen poderosos.
El amor de Dios no avanza “gracias” a los méritos humanos, sino, muchas veces, a pesar de los errores humanos.
No es Jesús quien necesita a sus discípulos, son los discípulos los que tienen que optar por Jesús.
El Reino sigue creciendo. Crece hoy gracias a la crisis de vocaciones que vive la Iglesia. Crece a pesar de los errores de la jerarquía y también a pesar de cada uno de nuestros fallos. El Amor de Dios sigue imparable, seduciendo corazones dentro y fuera de los límites de nuestra Iglesia.
Así son las cosas de Dios: sorprendentes, imparables y gratuitas. Siempre gratuitas, generosas, metidas de lleno en el ámbito del exceso. Porque el Amor, por definición, es siempre excesivo y generoso.
Entonces puede libremente preguntarnos: ¿también vosotros queréis marcharos?
Ahora la pelota está en nuestro tejado.
Oración
Aumenta, Trinidad Santa, nuestra fe y nuestra confianza para que podamos caminar con la libertad que solo el Amor nos puede brindar.
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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa
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