“Metamorfosis”, por Dolores Aleixandre
LI-TUR-GIA. Hasta la palabra misma empieza a resultar incomprensible para mucha gente y no digamos los objetos asociados tradicionalmente a ella. Lo demuestra esta historia reciente en un convento de la que atestiguo la veracidad: a la hermana sacristana, ya anciana, ha empezado a ayudarle una empleada joven que trabaja en la casa.
Como es de esperar, no tiene ni idea de los aparejos litúrgicos, se hace un lío con los nombres que les da la monja y no sabe qué le está pidiendo que traiga, prepare, ponga o guarde. Menos mal que es muy espabilada y ha discurrido una solución: hace una foto con el móvil a cada utensilio o vestimenta de la sacristía y escribe, junto al nombre “oficial”, su propia descripción para aclararse.
Por ejemplo: Alba: bata. Roquete: camisón con puntillas. Casulla: abrigo. Cíngulo: cordón. Estola: corbata. Purificador: pañito alargado. Cáliz: copa. Patena: plato.Corporal: mantelito cuadrado… Animada por su inspiración, añado yo otros posibles: Palia: cuadrado de tela tiesa almidonada para tapar la copa y que no caigan moscas. Credencia: mesita. Portaviático: cajita redonda. Incensario: braserito con cadenas para echar el humo. Acetre: cubo pequeño con asa. Hisopo: varita con bola y agujeros.
Le queda mucho por aprender a esta chica, y eso que ha tenido la suerte de que estén ya en desuso (y bien que les pesa a algunos…), la dalmática, la capa pluvial, el amito, el manípulo, el conopeo y el paño humeral…, a más de otras vestimentas y capisayos con sus diferentes botonaduras, ribetes, tonos y texturas.
Pero no son estos los problemas más importantes que tiene la liturgia y para arreglarlos (aparte de Galilea 153…), puede venirnos bien recordar las palabras de Cristina Kaufmann, la carmelita descalza suiza convertida del protestantismo que vivió hasta su muerte en el Carmelo de Mataró.
Le preguntó Mercedes Milá en una entrevista que dejó paralizado a medio país ante el televisor (tuvieron que repetir el programa la semana siguiente…): “- ¿Y no se aburren ustedes ahí rezando, siempre las mismas y entre las mismas paredes, un día tras otro?”, y ella contestó “- Pero ¿cómo vamos a aburrirnos? Cada día la Palabra que escuchamos es distinta y cada tiempo litúrgico lo es también; cada hermana va viviendo un proceso personal que la va transformando en una persona diferente y cada estación del año hace que la huerta no sea nunca la misma…”
Apasionante la misión de esta revista: empeñarse en esa metamorfosis, trabajar para que la liturgia sea un instrumento del Resucitado en su tarea de hacerlo todo nuevo (Ap 21,5) . .
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