¿Comer la carne o compartir un proyecto vital?
Hace muchos años tuve en mis manos un manual de teología para enfermeras. El autor afirmaba que morderse los padrastros (pielecillas que están junto a las uñas), o las propias uñas, rompía el ayuno eucarístico.
No he podido olvidar semejantes tonterías. ¿Qué hemos hecho con lo que se refiere al Cuerpo y la Sangre de Cristo? Jesús utilizó la comida como una de las claves de su mensaje. En una sociedad hambrienta y con profundas diferencias sociales, el proyecto de Jesús se parecía a un banquete en el que estaban invitadas las personas pobres, enfermas, pecadoras y marginadas.
Sus seguidores, poco a poco, aprendieron a abrir el zurrón para compartir los panes y los peces que antes guardaban con recelo. Se saciaban en el banquete y al acabar, salían por los caminos a dar de comer a los hambrientos y de beber a los sedientos.
En la predicación de Jesús, y más tarde en la experiencia de las primeras comunidades, se produjo un salto cualitativo: del pan se pasó al pan vivo; del agua a los ríos de agua viva que emanan en las entrañas; del vino a la sangre que es expresión de la vida.
Jesús pidió “ir más allá” de lo que ofrecían los cinco sentidos para abrirse al misterio de la vida compartida y entregada. Pero, con el paso del tiempo, extrañas teologías y muchos miedos quieren situarnos de nuevo en el “más acá”.
Por ejemplo, se sigue pidiendo que los laicos comulguemos en la boca para que nuestras manos, supuestamente impuras o sucias, no toquen la forma. Pero la tocan los dientes, la lengua, la saliva, el estómago y un largo etcétera. ¿Por qué no recuperamos el sentido común?
Al comulgar, nuestro cuerpo y todo nuestro ser tocan algo del misterio de la Encarnación de Jesús. La comunión es –o debería ser– una sacudida comunitaria y eclesial que nos impulsa a retomar el proyecto vital de Jesús, del que nos alejamos continuamente.
Hay textos del evangelio que nos invitan al compromiso. Otros a la interioridad. Creo que el Evangelio de hoy nos invita a preguntarnos: ¿qué se nos ha ido de las manos?
Marifé Ramos
Fuente Fe Adulta
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