La Virgen María, “Nuestra Señora de las Ecologías”
Nuestro país se viste de advocaciones marianas relacionadas con el medio ambiente
Montaña, Paloma, del Arroyo, Guadalupe, Montserrat, Manzano, Castañar, Encina, Nieves…
(Antonio Aradillas).- En su expresión ecológica tan sublime, como espectacular y religiosa, la Santísima Virgen María, con sus advocaciones piadosas, se hace popularmente presente sobre todo en el calendario festivo propio del verano.
De ahí nuestras prisas en destacar tal realidad y reconocimiento, con lo que poder contribuir de alguna manera a la conservación del planeta “mundo” , en cuya destrucción egoísta se da la triste y estadística impresión de estar tantos empeñados, hasta impiadosa y sacrílegamente.
Desde el pináculo de cualquier calendario mariano festivo, me asomo aquí y ahora, con el deseo de adscribirnos de alguna manera a ritos, ceremonias, tradiciones y comportamientos del pueblo- pueblo, en la relación establecida religiosamente con la Divinidad, por la mediación de la Virgen, en el rosario de sus advocaciones “naturales”, tanto o más teológicas que las misteriosamente “sobrenaturales” , antes y después de dejar constancia brillante de que son tantos, tan bellos y tan reparadores los nombres y los sobrenombres, que no todos pueden caber en el resplandeciente listado de sus letanías.
El Camino -Nuestra Señora del Camino- lo inicia en las tozudas y empobrecidas tierras turolenses de una de sus comarcas -quince son los pueblos que componen su Cofradía-, patroneados por la “Santísima Virgen de la Langosta“, con inexcusables referencias no a los crustáceos marinos tan preciados en la gastronomía, sino “a los insectos salteadores que se alimentan de vegetales y se multiplican con tal rapidez, que forman plagas con efectos devastadores para la agricultura”, con flagrante ruina de quienes pueblan y viven de sus tierras. Gracias a la protección de la Virgen, y a la fe de sus gentes, estas pudieron pervivir y superar dificultades tan graves, en unos tiempos o edades en las que el campo y sus cosechas solo estaban en manos de Dios y no en las de la química.
Madrid, capital de las Españas, lo es también de advocaciones marianas tan representativas ecológicamente como la Almudena, Atocha –“atochar”– y Paloma. Los accidentes geográficos relacionados con el terreno en los que “aparecieron” sus imágenes, le confieren en multitud de versiones nombres tan sagrados como el Mar, Collado. Montaña, Navahonda, Prado, Monte, Castellar, Castillo, Valle, Sierra, Dehesa, Cabeza, Finisterre. Muela o Cerro, Peñalosa, Piélago, Puerto, Fuente -en singular o en plural-, Fuensanta, Fuencisla, Aguasantas, Fuensalida, del Río, del Arroyo, Guadalupe, Covadonga, Monserrat….Árboles y frutos les salen al paso a los peregrinos por los caminos y santuarios ecológicos marianos, que demandan protección y ayuda a favor de la salvación del mundo, con denominaciones tales como Guía, Manzano, Castañar, del Castaño, Encina, Olmos, de la Oliva, Peral, Navalazarza, de las Flores, Rosario, Poveda, Paular, Alameda, Espinar, del Espino, Huertas y Huerto, Madroño…
La Estrella es referencia de seguridad, de Esperanza y de Luz. Las Nieves lo son de pureza y blanco -Blanca-, aún en pleno verano. Con sobrenombres de aves y pájaros las advocaciones de la Virgen tachonan los cielos, y multitud de pueblos, regiones y Comunidades Autónomas, con mención reiterada, verbenera y popular, para la Paloma Palomares, el Águila y la Divina Pastora.
Por su abundancia y matices en sus nombres oficiales o populares, es de difícil catalogación exacta, entre otras, la Candelaria, Begoña, Aránzazu, del Refugio, Aurora, del Pazo, Altamira, Sonsoles, Los Llanos, Trabajo, Destierro, de la Leche, del Buen Parto, del Santo Celo, Azucena, Alarilla, Butarque, –“lugar de légamos”-, Chavela -“lugar de robles”-, Buena Vista, Somosierra ,-“la Sierra por antonomasia”-, el Rocío.. Piedra Escrita,- o del Enigma-, Roncesvalles, del Yugo, del Puy, Riánsares, Piedras Albas, Fuentes Claras…
No hay una necesidad que atender por esos mundos de Dios, y más si estos son hispanos y además, rurales, en cuya presurosa atención no se haga presente la Virgen en cualquiera de sus piadosas y exactas advocaciones, con ritos, preces, letanías, sermones, procesiones, cánticos e himnos, peregrinaciones, y hasta dulces o platos típicos en el listado de su rica y variada gastronomía, por supuesto, que todos ellos, con nombres muy santos, y algunos, aún indulgenciado, previas las gestiones canónicas de sus cofrades. En esta tarea intervienen con idéntica piedad, las advocaciones, cuyas identidades hayan respondido, y respondan, a las lenguas llamadas vernáculas, sin exclusión de las de procedencia latina, griega, celta, ibérica o pre-ibérica, sin faltar a la cita las provenientes de “allende los mares”, y más cuando patrióticamente se alardea de que “en cuyos dominios jamás se ponía el sol…“
Es posible “que no sea oro todo cuanto reluce” . Pero hay mucho oro en todo, reluzca o no reluzca. La devoción popular tiene nombres y atributos de Virgen. Si la ecología, y parte de lo que todavía queda de “mundo” -limpio y reluciente- al mundo, se cuidara, por creyentes y no tanto, es de confiar en la efectividad de la protección de la Virgen, una de cuyas advocaciones más socorridas es precisamente la de la Esperanza.
Todo el mundo es templo de Dios y santuario de la Virgen. También lo es de cuantas personas lo habitan y viven, aunque posiblemente, y con más activas responsabilidades, de quienes dicen profesar la fe cristiana como acto de adoración a Dios, mediante el servicio a los más necesitados.
En unos tiempos de tantas y tan graves profanaciones del mundo universo, “Nuestra Señora de las Ecologías – ciencia que estudia las relaciones de los seres vivos entre sí y con el medio ambiente-, ¡rogad por nosotros¡“, es -será- oración, y programa de vida, prevalentes. Y es que “el hombre no es ya simplemente un servidor de los dioses, sino un ser que piensa”, gracias sean dadas a Dios, AMÉN,
Fuente Religión Digital
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