(2) Dormitio (Asunción). Gebira, el primer “culto” mariano de la Iglesia
La tradición antigua hablaba de la “dormitio” (dormición, muerte venerable), de María, Madre de Jesús, cuya memoria más antigua se conserva en la Iglesia del Valle Cedrón de Jerusalén (imagen 1).
La tradición posterior de occidente ha preferido hablar de “asunción” (elevación) de María, pero sin olvidar que ella es la Gebira, origen y signo más hondo de la “carne/autoridad” humana de de Jesús, Dios Encarnado
Dese desde ese fondo, siguiendo en la línea de la postal de ayer quiero o presentar a María como signo hondo de la humanidad/divinidad de Jesús (nacido de mujer, Gal 4,4), poniendo de relieve, ya desde el principio, los tres rasgos principales de su identidad, según el evangelio:
− María forma parte de la historia de Jesús. No es un “espíritu” aparecido sobre el mundo (docetismo), ni es un ser extramundano, sino que pertenece esencialmente a la historia de Jesús (pues de ella nacido), lo mismo que Pilato (responsable de su muerte). Por eso, rechazando a María como mujer histórica se rechaza el cristianismo. Sólo porque ha nacido de hecho como “hijo de mujer” (Gal 4, 4), Jesús ha podido resucitar de hecho, como salvador. Las interpretaciones de ese nacimiento y resurrección pueden ser distintas, pero todas comparten la referencia al Jesús histórico a quien interpretan de un modo mesiánico.
− María, un signo universal. Al principio, María forma parte de la iglesia judeo-cristiana de Jerusalén (como parecen suponer todavía Pablo y Marcos), de manera que su figura no importa para el resto de las iglesias. Pues bien, en un momento posterior ella aparece en el conjunto de las iglesias como madre humana (universal, para todos), superando, por obra del Espíritu-Santo, un tipo de límites “carnales-cerrados” del judaísmo), de manera que puede concebirse como signo de presencia de Dios para todos los cristianos. Esta opción por la universalidad está fundada en la tendencia helenista de la iglesia (desarrollada sobre todo por Pablo), pero los evangelios de Mateo, de Lucas y de Juan la vinculan ya a figura concreta de María, madre de Jesús.
− María, carne de Dios. Esta visión universa de María supera un tipo de “exclusivismo intra- judío”, pero no para “excluir la carne” (la vida real, la historia), sino para fundar la historia y vida de Jesús en la “carne humana, universal”, de María, que se no entiende de un modo espiritualista, como pura gnosis interior, sino de un modo concreto, vital, económico, social, en la línea de Jn 1, 14, donde se dice que la Palabra de Dios se hizo carne.
María no es carne en oposición a espíritu, no es “tierra” en oposición a cielo, sino que es humanidad llena de Dios, como mujer, como persona. Sin esta afirmación de la “carne” (historia, humanidad) de María Jesús hubiera sido un fantasma, el cristianismo pura “ideología”.
Desde ese fondo tenemos que poner de relieve el origen judío de la “mariología”, es decir, de la importancia de María en la visión del cristianismo (en la comunidad judeo-cristiana de Jerusalen, dejando ahora a un lado la tradición de Galilea).Buen día de María a todos los amigos y lectores de este blog.
Santa María de Jerusalén, la primera Iglesia
Ciertamente, el movimiento de Jesús ha seguido vinculado a su misión prepascual de Galilea, con su anuncio profético-escatológico del Reino de Dios, su enseñanza sapiencial y su acción carismática, centrada en gestos milagrosos, que se concretizaron en la acogida y curación de los enfermos y expulsados. Estos elementos (cf. Mt 4, 23; 9, 35), constituyen la base galilea del movimiento de Jesús y le definen como profeta, maestro y sanador .
En ese contexto podemos añadir que su propuesta fue al menos parcialmente escuchada y recibida, de manera que muchos parecían dispuestos a iniciar con él un camino de reino. Pues bien, entre ellos no se hallaba María, su madre, ni tampoco sus hermanos, como atestigua Mc 3, 31-35 y 6, 1-6. Esa “falta de fe” de María (cf. Jn 7, 1-9) no se puede entender como infidelidad o pecado, sino como opción mesiánica distinta, dentro de una familia de intenso compromiso “nazoreo”, en una línea de esperanza davídica .
Pues bien, con ocasión de las fiestas de Pascua, Jesús subió a Jerusalén, para ofrecer allí su proyecto de Reino. Le siguieron los Doce, algunas mujeres y otros simpatizantes. Todo parece suponer que su propuesta fue aceptada por algunos, pero rechazada por los sacerdotes del Templo, que se sintieron amenazados por las consecuencias sociales y sacrales de su mensaje. Todo nos permite suponer que la propuesta de Jesús fue discutida y que las autoridades del Templo actuaron por miedo (cf. Mc 11, 15-15; 14, 1-2.57). Algunos discípulos le traicionaron y negaron (cf. 14, 43-50.66-72). Intervino también la autoridad romana que condenó a muerte a Jesús.
Es muy posible que la madre de Jesús estuviera en Jerusalén en ese momento de fiesta (habría subido para cumple la ley de peregrinación judía, quizá para “ver” la suerte de su hijo). Sigue siendo posible que ella estuviera entre las mujeres que Mc 15, 40 sitúa ante la cruz de Jesús (como ratifica Jn 19, 25-27). Pero no es seguro que estuviera allí como creyente; pudo haberlo hecho simplemente como madre. Sea como fuere, la muerte de Jesús fue un acontecimiento desencadenante, que marca la nueva experiencia pascual de la Iglesia.
Pues bien, en el comienzo de esa experiencia hay unas mujeres, entre las que podría hallarse su madre (cf. Mc 16,1-8 par), pero no podemos asegurarlo. Los primeros “creyentes” oficiales, aceptados por la tradición cristiana fueron galileos (como supone de Mc 16, 1-8; cf. Mc 26, 69 par; Hch 1, 16; 2, 7; Hch 9, 31; 13, 31) y, sobre todo, aquellas donde se supone que Pedro y los restantes discípulos vieron a Jesús resucitado en Galilea, iniciando desde allí la misión eclesial (cf. Mc 16, 7-8 y la reinterpretación de Mt 28, 16-20, con el mandato misionero que; cf. Jn 21) .
Los primeros seguidores de Jesús se llamaron nazarenos (nazoreos) o galileos y allí, en el entorno donde Jesús había realizado la mayor parte de su anuncio de Reino, siguieron manteniendo su misión, como portadores de su mensaje. Algunos, en especial los Doce elegidos por Jesús para simbolizar el retorno y cumplimiento de las doce tribus de Israel pudieran haber residido en Jerusalén, esperando el pronto retorno de Jesús resucitado
Pues bien, al lado de esa iglesia primitiva de los Doce, surgió pronto en Jerusalén una iglesia de tipo más judeo-cristiano, representada ante todo por los “parientes de Jesús”, que interpretan de un modo algo distinto su mensaje, aunque siempre en conexión con Pedro y con los Doce (y también con Pablo y su línea, aunque siempre con dificultades). En esta iglesia judeo-cristiana se sitúa sin duda la Madre de Jesús
Iglesia judeo-cristiana de Jerusalén. María y los parientes de Jesús
Como indican los textos anteriores, el movimiento de Jesús ha creado divisiones y rupturas entre sus parientes, porque él ha querido suscitar una familia universal, abierta a los expulsados y excluidos de la comunidad israelita. En ese contexto se entiende el surgimiento y riesgo del grupo eclesial de los seguidores judeo-cristianos de Jerusalén, con Santiago y los ‘hermanos’ de Jesús, entre los que se encuentra sin duda la Madre María .
Según el testimonio de 1 Cor 15, 7 y al conjunto de la obra paulina, confirmada de algún modo por Hch 1, 13-14 (y 12, 17), podemos suponer que la comunidad judeo-cristiana de Jerusalén, reunida en torno a Santiago, no ha nacido por escisión o separación, ni a través de un posible “golpe de mano” de los parientes de Jesús, sino por una experiencia pascual de Santiago y de esos familiares de Jesús, que han establecido en Jerusalén su propia iglesia, entre el año 30-33 d.C.
No han vuelto a Galilea como Pedro y los doce (cf. Mc 16, 7-8), para continuar allí el tipo de misión de Jesús, sino que han fundado un nuevo tipo de “sacralidad mesiánica”, en torno al templo, esperando, sin duda, el próximo retorno de Jesús como Hijo de David, mesías escatológico .
Como Jn 7, 1-9 recoge de forma tardía pero exacta, los parientes no habían aceptado la misión mesiánica de Jesús en Galilea, pero le “vieron” tras su muerte y le aceptaron como mesías de Israel. Nos gustaría saber la relación que tenían con la madre de Jesús y la posibilidad de que su visión pascual estuviera vinculada al ‘luto’ funerario por la muerte de su hermano, pero carecemos de datos para precisarlo . También nos gustaría conocer mejor sus vinculaciones con Pedro y los Doce (las comunidades de Galilea), pero tampoco tenemos testimonios más precisos de ello.
Sea como fuere, esos parientes de Jesús han reinterpretado sus relaciones con las leyes del templo y con la vida social de Israel, diciendo que él no ha venido a destruirlas, sino a plenificarlas. Pero, al mismo tiempo, ellos han mantenido relaciones de solidaridad con los otros cristianos (galileos y helenistas). No se han rechazado unos a otros, de forma que tanto Pedro como Pablo han podido acudir a Jerusalén (para estar con Santiago) y Pablo ha querido volver allí con su “colecta”, para expresar sus lazos con la comunidad que es “madre” o centro de referencia de todas las iglesias (cf. 1 Cor 9; Rom 15; Hch 21-22). En este contexto puede hablarse de la madre de Jesús como gebîra y se han escrito sus genealogías davídicas.
María Gebîra. La Madre del Señor (cf. Lc 1, 43).
María parece vinculada a la comunidad de los judeo-cristianos de Jesús, y tanto Mc 3, 31-35 como Hch 1, 13-14 suponen ella forma parte de la iglesia dirigida por Santiago y los parientes del Señor en Jerusalén. Es muy posible que haya venido a convertirse en una figura muy importante para el grupo, como parecen exigirlo las tradiciones de la gebîra o Señora-Madre de las tradiciones reales de Israel. La historia y cultura israelita más antigua avala esta visión: el hombre es fuerte como guerrero y gobernante, la mujer como madre, pues en cuanto esposa, ella estaba a merced del marido que podía expulsarla de casa (cf. Dt 24, 1-4). Pero, muerto el marido, y defendida por sus hijos, ella se vuelve muy importante en la familia .
Parece seguro que Jesús no se casó, pues un tema como el matrimonio era en aquel tiempo algo público . Pero aunque lo hubiera hecho, su mujer en cuanto tal no habría tenido autoridad, pues la autoridad no le venía como esposa (un marido podía tener varias), sino como madre. Es evidente que Jesús no tuvo hijos, pues si los hubiera tenido la madre de esos hijos hubiera tomado la autoridad en la iglesia judeocristiano.
Pues bien, en contra de eso, descubrimos por Lc 1, 43, que a la muerte de Jesús se concede autoridad (madre del Señor, gebîra) a su madre María (Cf. 1 Rey 15, 13; 2 Rey 10, 13; Jer 13, 18). El varón israelita se vuelve importante (gbr) por lo que hace. La mujer por los hijos que engendra. Pues bien, de esa manera, por razón de su hijo Jesús, el Mesías, los parientes del Jesús, pretendiente mesiánico, mesías resucitado, han considerado a su madre como gebîra o Señora.
Este puede ser uno de los primeros signos de veneración mariana de la iglesia, que ha visto en la madre del Señor mesiánico un signo de providencia divina. La madre de Jesús aparece como gebîra o Señora en el fondo de las narraciones de Mt 2 (Jesús está en sus manos); en esa perspectiva pueden entenderse también Lc 1, 43 (¿de dónde a mí que venga a visitarme la madre de mi Señor) y Jn 2, 1-11 (donde parece que María acude a su calidad de madre para pedirle a Jesús que actúe, como indicándolo qué ha de hacer).
Jesús, hijo de David, genealogías mesiánicas.
Esa comunidad, centrada en los parientes de Jesús, en Jerusalén, ha empezado dando bastante importancia al mesianismo davídico, en una línea nacional judía. Así parece reconocerlo Pablo, al menos de manera táctica, en su saludo de Rom 1,3, cuando define a Jesús como “hijo de David según la carne”, para añadir que “ha sido constituido Hijo de Dios por el Espíritu, en la resurrección de entre los muertos”.
Según eso, el origen davídico de Jesús, que se da por supuesto, pertenece al nivel de la carnalidad, entendida no en un plano de fragilidad humana, sino de poder genealógico. Pablo admite esa genealogía Jesús, hijo de David en perspectiva “carnal”, es decir, por descendencia de varón, pues las genealogías sólo se cuentan y valoran en línea de varones, pero añadiendo que ella no tiene sentido salvador; lo que define a Jesús como salvador es su origen pascual, por la resurrección, como hijo de Dios.
Es muy posible que la tradición de Mc 12, 35-37, aceptada de modo reticente por el autor del evangelio, nos sitúe en el mismo contexto. Los que apelan al mesianismo nacional, diciendo que Jesús es Hijo de David, se sitúan en un plano imperfecto. El Jesús mesiánico y resucitado pertenece a un plano superior, pues David, autor simbólico del Sal 110, 1, le llama mi Señor, y Dios, verdadero protagonista de la historia, le hace sentar a su derecha, como mesías y juez definitivo. Esta es la cita del salmo: “Dios el Señor (=Dios) a mi Señor (=el mesías Jesús): ¡siéntate a mi derecha…!” (cf. Mc 12, 36) sólo de un modo reticente ese título mesiánico de Jesús, al ponerle por encima de David.
No conocemos directamente las pretensiones davídicas de la familia de Jesús y de la iglesia primitiva de Jerusalén, pero es claro que jugaron un papel importante en la cristología de la comunidad de Jerusalén. En esta perspectiva, la madre quedaría integrada dentro de una familia davídica, determinada por la línea masculina: ella tiene valor como esposa de un descendiente de David y, sobre todo, como madre mesiánica de Jesús. Evidentemente, los cristianos de esta comunidad han considerado a Jesús como Hijo de David a través de su padre. Desde esta perspectiva se han establecido las genealogías, conservadas y transformadas en línea distintas, pero convergentes por Mt 1, 1-17 y Lc 3, 23-36 .
En este contexto de crítica y desbordamiento del origen genealógico de Jesús se inscriben (y se superan) los relatos de la concepción virginal de Jesús por el Espíritu, pues la tradición helenista que está al fondo de esos relatos invalida los argumentos básicos de la iglesia de los parientes de Jesús, con sus pretensiones genealógicas. Nos gustaría conocer mejor la vida de esa iglesia, pero no conservamos ningún testimonio directo de Santiago o de alguno de los miembros de su grupo, ni tampoco un evangelio escrito en esa perspectiva.
Solamente conocemos la teología de esa iglesia por las referencias exteriores de Pablo y Hech, por la elaboración de algunos elementos de su piedad en el evangelio de Mt y por algunas posibles alusiones de Jn. Sea como fuere, los parientes de Jesús y los fieles de la comunidad judeo-cristiana de Jerusalén mantuvieron una “misión” propia, y en algún sentido opuesta a la Pablo, como indica no sólo 1 Cor 9, 5, sino toda la polémica de Gal y 1 Cor contra los judeocristianos (cf. Hch 15, 3; 21, 18) .
La dormición de María
En esa línea resulta fundamental la aportación de Lucas que recoge numerosas tradiciones judeocristianas en Lc 1-2 y al comienzo del libro de los Hechos, en una línea histórica, que muestra gran simpatía por los judeocristianos, en especial por María, la madre de Jesús, cuya verdadera “historia” como figura y signo de fe comienza precisamente ahora. No sabemos cuando murió, pero debió hacerlo en un momento en que la comunidad judeo-cristiana, dirigida por su hijo Santiago, hermano de Jesús, estaba bien consolidada, quizá después del 41-44 d.C. (cuando Pedro abandona la Iglesia de Jerusalén) y antes del el 62 (cuando Santiago fue asesinado); murió después de haber realizado una tarea simbólica importante como “gebîra” (madre mesiánica y figura de la Iglesia).
Sólo así se explica la importancia que ella ha tenido en las iglesias posteriores, y la función que ha realizado en ellas, como veremos estudiando los evangelios. Su recuerdo dejó una huella intensa en la vida de la Iglesia judeo-cristiana de Jerusalén, y de allí pasó al resto de las iglesias, de formas diversas, como seguiré indicando. Debió morir en Jerusalén, pues las tradiciones que la vinculan localmente con el Discípulo Amado (cf. Jn 19, 25-27), añadiendo que murió en Éfeso, carecen de fundamento. Una tradición antigua, propia de las comunidades judeo-cristianas de Jerusalén (¡no de las helenistas), sitúa su sepulcro en el lugar que ahora ocupa la basílica de la Dormitio Maríae, junto al torrente Cedrón, cerca del lugar donde se supone que estaba el Huerto de los Olivos. No es imposible que ella hubiera sido enterrada allí .
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