Dom 2.8.18. Hacerse Pan, ser Eucaristía
Domingo 18. Tiempo ordinario. Ciclo B (Jn 6, 30-69). Comenzó el domingo pasado la lectura del Sermón del Pan de Vida, de Juan Jn 6, que seguirá estos domingos de verano (invierno austral).
En ese contexto presenté la introducción del tema: Jesús multiplico los panes y muchos, al verle capaz de ofrecer comida, quisieron coronarle rey allí mismo, junto al lago de Cafarnaum, pues para eso sirve un rey, para asegurar la comida material de todos; pero Jesús se escapó, subiendo al monte, a fin de preparar y ofrecer otro tipo de reinado.
En ese contexto interpretando de manera algo libre aquel pasaje me atreví a presentar los rasgos principales de su Reino, con su manera de situarse ante el dinero y el poder, para que todos los hombres y mujeres fueran reyes, en dignidad, en comunión, superando toda opresión de tipo económico, político o incluso religioso, para crear una gran mesa redonda en torno al par compartido (imagen 2), donde los más importantes fueran los niños y pequeños (imagen 1),con alimento de pan y, sobre todo, con cariño y cuidado de todos.
Hoy quiero retomar aquel motivo, ofreciendo una visión general del discurso entero de Jn 6 (el gran discurso del pan de Cafarnaum), dejando para los domingos que aún quedan algunos algún rasgo particular de este pasaje, que expone la visión eucarística del cuarto Evangelio, la más realista de todas, siendo, al mismo tiempo, la más mística.
No se trata de evadirse con eso de la eucaristía, pan de Cristo, para situarlo ysituarnos como cristianos en un plano de espiritualismo puro, separado de la vida real de los hombres y mujeres, del pan de los pobres, del amor y la acogida de los niños, de la comunión de todos.
Ciertamente, el pan es pan y debe compartirse, pero, al mismo tiempo, en un plano más hondo, el auténtico pan somos nosotros, de forma que podríamos y deberíamos decir, como Jesús y con Jesús, yo quiero ser y soy también pan de vida para otros.
No me limito a dar un poco de pan material (externo), sino que, debiendo darlo, me doy a mi mismo como pan, haciéndome así eucaristía para los demás.
No sólo de pan vive el hombre
El Signo del Vino está al comienzo del mensaje y vida de Jesús conforme al Evangelio de Juan: Bodas de Caná (Jn 2). Más adelante ha situado Juan el tema del pan, en las multiplicaciones , retomando un motivo importante de la tradición sinóptica (cf. Jn 6, 1-15).
En algún sentido, hay que afirmar que el relato de Juan resulta más tradicional que el de Mc 6, 31-46 y 8, 1-8 par, pues él ha destacado el carácter mesiánico del signo: los que se han alimentado con el pan de Jesús quieren tomarle y elevarle como rey, traduciendo su autoridad eclesial y alimenticia en forma de poder político (cf. Jn 6, 14). Pero Jesús se niega y quiere conducirles a un modo distinto de “reinado”, no para imponerse sobre los demás, sino para convertirse para ellos en pan verdadero.
De esa manera introduce y elabora Juan, al interior de las confrontaciones eclesiales, el tema que Mt 4 y Lc 4 habían elaborado en forma de tentación satánica, recordando la palabra de Jesús que decía: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
En esa línea avanza Juan, desarrollando el tema del “pan que es más que pan” (pan que es palabra, pan que es humanidad, encuentro personal y gratuidad), oponiéndose a una forma puramente política y mundana, económica y social, de comprender el alimento, pues el hombre come más que comidas materiales:
Comer comen también los bueyes y los cerdos… Pero los hombres viven no sólo de pan, sino también amor y de palabra, de experiencia de vida y esperanza… De esa comida más alta, que no niega la anterior (pues la supone), pero la desborda y plenifica trata este capítulo de Juan.
Los cinco temas del gran discurso
Para ello ha desarrollado un largo discurso y catequesis eucarística, que suele titularse el Sermón del Pan de Vida Jn 6, 22-61 Está en su fondo la temática del pan y el vino: las multiplicaciones de Jesús, la experiencia de comidas gozosas de la iglesia. Pero lo que ahora emerge y se sitúa en primer plano es la experiencia poderosa de la identidad eucarística de Jesús.
No se limita a repartir el pan del reino, no es un simple convidado que ofrece el vino nuevo de las bodas de Caná, sino que él mismo es Pan de Vida y Vino de la Fiesta, verdad (fe, palabra) y comida verdadera (cuerpo y sangre, vida humana, justicia) para los humanos. Muchos discípulos le buscan simplemente porque quieren alimento material; él les ofrece una comida que dura hasta la vida eterna y sólo puede consumirse y consumarse en fe, creyendo en él.
A partir de aquí se inicia la revelación más alta, que presento en forma de disputa entre “los judíos” (quizá judeocristianos que no acaban de aceptar la visión eucarística de Juan) y Jesús, que así aparece como revelación eucarística de Dios
He dividido el texto en cinco apartados que marcan el proceso eclesial y catequético de esta revelación eucarística, en disputa no sólo con el judaísmo exterior (que ha quedado fuera de la iglesia de Jesús), sino también con otros grupos eclesiales, que no aceptan la visión eucarística de Juan, su concentración cristológica
1. Maná
– Ellos entonces le dijeron: ¿Qué señal haces para que viéndola creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Pan del cielo] Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según está escrito: Les dio a comer pan del cielo.
– Jesús les respondió: En verdad, en verdad os digo: No fue Moisés quien os dio el pan del cielo; es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo (Jn 6, 30-34).
El primer apartado (Maná, Pan del cielo) sitúa ya el tema en un ámbito de disputa de Jesús (de la Iglesia de Juan) con un tipo de judeo(cristianísmo) que, a juicio de Juan, está anclado en un pan que no ofrece comida verdadera, pues sigue dejando morir a los humanos. Además, el verdadero autor de aquel Maná, que es un primer pan del cielo, no fue Moisés, fue el Padre de Jesús, que ahora quiere ofrecer y ofrece el verdadero Pan del Cielo, que será el mismo Jesucristo.
2. Pan vivo
Entonces le dijeron: Señor, danos siempre de ese pan.
– Jesús les dijo: Yo soy el pan vivo (=de vida). El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed (Jn 6, 35).
Este segundo apartado presenta a Jesús como Pan viviente que sacia un hambre distinta, hambre de Dios y de reino, que atormenta a los humanos desde el mismo principio de los tiempos. Juan está evocando aquí el motivo y signo del Árbol de la Vida del paraíso (comer según Dios) y el vino de las Bodas de Caná: sólo el pan mesiánico, encuentro personal con Cristo, es comida verdadera para los humanos. Sólo el amor de otro ser humano sacia al ser humano; sólo la comunión en humanidad y justicia es alimento verdadero
3.Pan que se come, alimento somos los unos de los otros
– Los judíos murmuraban de él, porque había dicho: Yo soy el pan que ha bajado del cielo… ¿No es éste Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo puede decir ahora: He bajado del cielo?
– Jesús les respondió: No murmuréis entre vosotros…. Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron…. Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le daré, es mi carne por vida del mundo (Jn 6, 41-51).
Se trata de un pan real, un pan mesiánico, una carne viva, que se identifica con Jesús, es decir, con la humanidad. Ciertamente, los hombres y mujeres comen pan externo y se alimentan mientras siguen en el mundo de alimentos materiales, de plantas y animales. Pero sólo les sacia una comida humana, el cuerpo y sangre (la carne) de otros seres personales, como supo Jesús cuando decía, el día de la Cena: Comed: esto es mi Cuerpo.
Sólo un humano puede saciar a otro humano, como sabe todo enamorado, todo hombre solidario (varón y/o mujere). La vida se vuelve así amor, cuerpo mesiánico centrado y culminado en Cristo. Sólo un ser humano es verdadero pan para otro ser humano. En esa línea, Jesús viene a mostrarse en forma de comida verdadera
4. Carne. Dios mismo se hizo “carne” en Jesús, vida compartida
Discutían entre sí los judíos y decían: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros… Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. Como el Padre viviente me ha enviado, y yo vivo por el Padre, el que me coma vivirá por mí (Jn 6, 52-57).
Este apartado (5. Carne y Sangre) se limita a elaborar lo anterior y lo sitúa en un plano teológico, como expresión del misterio de Dios. La eucaristía es la revelación más honda de la identidad y riqueza divina, en la línea de Jn 14, cuando dice que el Logos o Palabra de (=que es) Dios se hizo carne.
. Cuando Jesús dice Esto es mi Cuerpo (sôma: tradición sinóptica), cuando pide a los suyos que coman su carne (sarks: Cuarto evangelio) y beban su sangre, no les ofrece ni pide algo totalmente nuevo, sino que revela su inmersión en el misterio de Dios (puro don), que es vida regalada y compartida.
Cada persona existe en la medida en que recibe y regala lo que tiene, su propia realidad, su misma persona, de manera que así viene a expresarse la vida en forma de comida eterna, sin posible muerte. Vivir es alimentarse por siempre de Dios…, es alimentarse y vivir unos hombres de y con los otros. La misma vida de los que creen en Jesús es eucaristía, carne recibida, compartida, regalada, en forma de pan (alimento) en forma de cuerpo/sôma, comunión
6. Disputa
Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él. Jes´s dijo a los Doce: ¿También vosotros queréis marcharos?
– Respondió Simón Pedro: Señor ¿donde iremos? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios (Jn 6, 66-69).
Este discurso eucarístico suscita una disputa eclesial, que aquí se halla centrada en Pedro y en los Doce. Pedro y sus compañeros no acaban de entender la novedad eucarística de Jesús, pero le siguen, en un camino abierto hacia el futuro y pleno despliegue de la iglesia.
A Pedro y a sus Doce compañeros, que son signo y principio de toda la Iglesia, les cuesta descubrir y aceptar el sentido del pan de humanidad que es Cristo… No entienden del todo, pero le siguen en el camino, confiando en él de una forma todavía más judía que cristiana… Pero están en camino. En ese mismo camino nos hallamos nosotros, que sentimos también dificultades para comprender este discurso de carnalidad eclesial, comida personal y vida compartida. Dejamos así que los lectores sigan penetrando en el misterio.
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