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“Yo soy el pan de vida.”

Domingo, 5 de agosto de 2018
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62Sacred-HeartOfJesus2

Oda al Santísimo Sacramento del Altar

I – Exposición

Pange lingua gloriosi
corporis misterium.

Cantaban las mujeres por el muro clavado
cuando te vi, Dios fuerte, vivo en el Sacramento,
palpitante y desnudo, como un niño que corre
perseguido por siete novillos capitales.

Vivo estabas, Dios mío, dentro del ostensorio.
Punzado por tu Padre con aguja de lumbre.
Latiendo como el pobre corazón de la rana
que los médicos ponen en el frasco de vidrio.

Piedra de soledad donde la hierba gime
y donde el agua oscura pierde sus tres acentos,
elevan tu columna de nardo bajo nieve
sobre el mundo de ruedas y falos que circula.

Yo miraba tu forma deliciosa flotando
en la llaga de aceites y paño de agonía,
y entornaba mis ojos para dar en el dulce
tiro al blanco de insomnio sin un pájaro negro.

Es así, Dios anclado, como quiero tenerte.
Panderito de harina para el recién nacido.
Brisa y materia juntas en expresión exacta,
por amor de la carne que no sabe tu nombre.

Es así, forma breve de rumor inefable,
Dios en mantillas, Cristo diminuto y eterno,
repetido mil veces, muerto, crucificado
por la impura palabra del hombre sudoroso.

Cantaban las mujeres en la arena sin norte,
cuando te vi presente sobre tu Sacramento.
Quinientos serafines de resplandor y tinta
en la cúpula neutra gustaban tu racimo.

II – Mundo
Agnus Dei qui tollis pecata mundi.
Miserere nobis

Noche de los tejados y la planta del pie,

silbaba por los ojos secos de las palomas.
Alga y cristal en fuga ponen plata mojada
los hombros de cemento de todas las ciudades.

La gillette descansaba sobre los tocadores
con su afán impaciente de cuello seccionado.
En la casa del muerto, los niños perseguían
una sierpe de arena por el rincón oscuro.

Escribientes dormidos en el piso catorce.
Ramera con los senos de cristal arañado.
Cables y media luna con temblores de insecto.
Bares sin gente. Gritos. Cabezas por el agua.

Para el asesinato del ruiseñor, venían
tres mil hombres armados de lucientes cuchillos.
Viejas y sacerdotes lloraban resistiendo
una lluvia de lenguas y hormigas voladoras.

Noche de rostro blanco. Nula noche sin rostro.
Bajo el sol y la luna. Triste noche del mundo.
Dos mitades opuestas y un hombre que no sabe
cuándo su mariposa dejará los relojes.

Debajo de las alas del dragón hay un niño.
Caballitos de cardio por la estrella sin sangre.
El unicornio quiere lo que la rosa olvida,
y el pájaro pretende lo que las aguas vedan.

Sólo tu Sacramento de luz en equilibrio
aquietaba la angustia del amor desligado.
Sólo tu Sacramento, manómetro que salva
corazones lanzados a quinientos por hora.

Porque tu signo es clave de llanura celeste
donde naipe y herida se entrelazan cantando,
donde la luz desboca su toro relumbrante
y se afirma el aroma de la rosa templada.

Porque tu signo expresa la brisa y el gusano.
Punto de unión y cita del siglo y el minuto.
Orbe claro de muertos y hormiguero de vivos
con el hombre de nieves y el negro de la llama.

Mundo, ya tienes meta para tu desamparo.
Para tu horror perenne de agujero sin fondo.
¡Oh Cordero cautivo de tres voces iguales!
¡Sacramento inmutable de amor y disciplina!

III – Demonio

Quia tu es Deus, fortitudo mea, quare me sepulisti?
et quare tristis incedo dum affligit me inimicus?

Honda luz cegadora de materia crujiente,
luz oblicua de espadas y mercurio de estrella,
anunciaban el cuerpo sin amor que llegaba
por todas las esquinas del abierto domingo.

Forma de la belleza sin nostalgias ni sueño.
Rumor de superficies libertadas y locas.
Medula de presente. Seguridad fingida
de flotar sobre el agua con el torso de mármol.

Cuerpo de la belleza que late y que se escapa.
Un momento de venas y ternura de ombligo.
Amor entre paredes y besos limitados,
con el miedo seguro de la meta encendida.

Bello de luz, oriente de la mano que palpa.
Vendaval y mancebo de rizos y moluscos.
Fuego para la carne sensible que se quema.
Níquel para el sollozo que busca a Dios volando.

Las nubes proyectaban sombras de cocodrilo
sobre un cielo incoloro batido por motores.
Altas esquinas grises y letras encendidas
señalaban las tiendas del enemigo Bello.

No es la mujer desnuda ni el duro adolescente
ni el corazón clavado con besos y lancetas.
No es el dueño de todos los caballos del mundo
ni descubrir el anca musical de la luna.

El encanto secreto del enemigo es otro.
Permanecer. Quedarse en la luz del instante.
Permanecer clavados en su belleza triste
y evitar la inocencia de las aguas nacidas.

Que al balido reciente y a la flor desnortada
y a los senos sin huellas de la monja dormida
responda negro toro de límites maduros
con la flor de un momento sin pudor ni mañana.

Para vencer la carne del enemigo bello,
mágico prodigioso de fuegos y colores,
das tu cuerpo celeste y tu sangre divina
en este Sacramento definido que canto.

Desciendes a la materia para hacerte visible
a los ojos que observan tu vida renovada
y vences sin espadas, en unidad sencilla,
al enemigo bello de las mil calidades.

¡Alegrísimo Dios! ¡Alegrísima Forma!
Aleluya reciente de todas las mañanas.
Misterio facilísimo de razón o de sueño,
si es fácil la belleza visible de la rosa.

Aleluya, aleluya del zapato y la nieve.
Alba pura de acantos en la mano incompleta.
Aleluya, aleluya de la norma y punto
sobre los cuatro vientos sin afán deportivo.

Lanza tu Sacramento semillas de alegría
contra los perdigones de dolor del Demonio,
y en el estéril valle de luz y roca pura
la aguja de la flauta rompe un ángel de vidrio.

Andrei....

IV – Carne

Qué bien os quedasteis
galán del cielo,
que es muy de galanes
quedarse en cuerpo

Lope de Vega
Canto de los cantares

Por el nombre del Padre, roca luz y fermento,
por el nombre del Hijo, flor y sangre vertida,
en el fuego visible del Espíritu Santo,
Eva quema sus dedos teñidos de manzana.

Eva gris y rayada con la púrpura rota,
cubierta con las mieles y el rumor del insecto.
Eva de yugulares y de musgo baboso
en el primer impulso torpe de los planetas.

Llegaban las higueras con las flores calientes
a destrozar los blancos muros de disciplina.
El hacha por el bosque daba normas de viento
a la pura dinamo clavada en su martirio.

Hilos y nervios tiemblan en la sección fragante
de la luna y el vientre que el bisturí descubre.
En el diván de raso los amantes aprietan
los tibios algodones donde duermen sus huesos.

¡Mirad aquel caballo cómo corre! ¡Miradlo
por los hombros y el seno de la niña cuajada!
¡Mirad qué tiernos ayes y qué son movedizo
oprimen la cintura del joven embalado!

¡Venid, venid! Las venas alargarán sus puntas
para morder la cresta del caimán enlunado,
mientras la verde sangre de Sodoma reluce
por la sala de un yerto corazón de aluminio.

Es preciso que el llanto se derrame en la axila,
que el mano recuerde blanda goma nocturna.
Es preciso que ritmos de sístole y diástole
empañen el rubor inhumano del cielo.

Tienen en lo más blanco huevecillos de muerte
(diminutos madroños de arsénico invisible),
que secan y destruyen el nervio de luz pura
por donde el alma filtra lección de beso y ala.

Es tu cuerpo, galán, tu boca, tu cintura,
el gusto de tu sangre por los dientes helados.
Es tu carne vencida, rota, pisoteada,
la que vence y relumbra sobre la carne nuestra.

Es el gesto vacío de lo libre sin norte
que se llena de rosas concretas y finales.
Adán es luz y espera bajo el arco podrido
las dos niñas de lumbre que agitaban sus sienes.

¡Oh Corpus Christi! ¡Oh Corpus de absoluto silencio,
donde se quema el cisne y fulgura el leproso!
¡Oh blanca forma insomne!
Angeles y ladridos contra el rumor de venas.

 *
Federico García Lorca
(Homenaje a Manuel de Falla)

Oda al Santísimo Sacramento del altar

(Fotografías: Dalí y Jim Ferringer)

***

 

Yo soy el Pan de Vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed

En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron:

“Maestro, ¿cuándo has venido aquí?”

Jesús contesto:

– “Os lo aseguro, me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios.

Ellos le preguntaron:

– “Y, ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?”

Respondió Jesús:

“La obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el que él ha enviado.”

Le replicaron:

“¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Les dio a comer pan del cielo.””

Jesús les replicó:

“Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.”

Entonces le dijeron:

“Señor, danos siempre de este pan.”

Jesús les contestó:

“Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed.”

*

Juan 6,24-35

***

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Cada día trae consigo una sorpresa, pero sólo podemos verla, oírla, sentirla cuando llega, si la esperamos. No debemos tener miedo de acoger la sorpresa de cada día, tanto si llega como un dolor o como una alegría. Ella abrirá un nuevo espacio en nuestro corazón, un lugar en el que podremos acoger nuevos amigos y celebrar de un modo más pleno nuestra humanidad compartida.

Con todo, el optimismo y la esperanza son dos actitudes radicalmente diferentes. El optimismo significa esperar que las cosas -el tiempo, las relaciones humanas, la economía, la situación política y otras cosas como éstas- mejoren. La esperanza es la verdadera confianza en que Dios cumplirá las promesas que nos ha hecho de conducirnos a la verdadera libertad. El optimista habla de cambios concretos en el futuro. La persona de esperanza vive en el momento presente sabiendo que en la vida todo está en buenas manos. Todos los grandes de la historia han sido personas de esperanza. Abrahán, Moisés, Rut, María, Jesús, Rumi, Gandhi…, todos ellos vivieron guardando en su corazón la promesa que les guiaba hacia el futuro, sin necesidad de saber exactamente cómo habría de ser.

*

H. J. M. Nouwen,
Pan para el viaje: una guía de sabiduría y de fe para cada día del año,
Ediciones Obelisco, Barcelona 2001.

*

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , ,

“Pan de Vida eterna”. 18 Tiempo Ordinario – B (Juan 6,24-35)

Domingo, 5 de agosto de 2018
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18_to_b-600x4001¿Por qué seguir interesándonos por Jesús después de veinte siglos? ¿Qué podemos esperar de él? ¿Qué nos puede aportar a los hombres y mujeres de nuestro tiempo? ¿Nos va a resolver acaso los problemas del mundo actual? El evangelio de Juan habla de un diálogo de gran interés que Jesús mantiene con una muchedumbre a orillas del lago Galilea.

El día anterior han compartido con Jesús una comida sorprendente y gratuita. Han comido pan hasta saciarse. ¿Cómo lo van a dejar marchar? Lo que buscan es que Jesús repita su gesto y los vuelva a alimentar gratis. No piensan en otra cosa.

Jesús los desconcierta con un planteamiento inesperado: «Esforzaos no por conseguir el alimento transitorio, sino por el permanente, el que da la vida eterna». Pero ¿cómo no preocuparnos por el pan de cada día? El pan es indispensable para vivir. Lo necesitamos y debemos trabajar para que nunca le falte a nadie. Jesús lo sabe. El pan es lo primero. Sin comer no podemos subsistir. Por eso se preocupa tanto de los hambrientos y mendigos, que no reciben de los ricos ni las migajas que caen de su mesa. Por eso maldice a los terratenientes insensatos que almacenan el grano sin pensar en los pobres. Por eso enseña a sus seguidores a pedir cada día al Padre pan para todos sus hijos.

Pero Jesús quiere despertar en ellos un hambre diferente. Les habla de un pan que no sacia solo el hambre de un día, sino el hambre y la sed de vida que hay en el ser humano. No lo hemos de olvidar. En nosotros hay un hambre de justicia para todos, un hambre de libertad, de paz, de verdad. Jesús se presenta como ese Pan que nos viene del Padre no para hartarnos de comida, sino «para dar vida al mundo».

Este Pan venido de Dios «da la vida eterna». Los alimentos que comemos cada día nos mantienen vivos durante años, pero llega un momento en que no pueden defendernos de la muerte. Es inútil que sigamos comiendo. No nos pueden dar vida más allá de la muerte.

Jesús se presenta como «Pan de vida eterna». Cada uno ha de decidir cómo quiere vivir y cómo quiere morir. Pero quienes nos llamamos seguidores suyos hemos de saber que creer en Cristo es alimentar en nosotros una fuerza imperecedera, empezar a vivir algo que no acabará en nuestra muerte. Sencillamente, seguir a Jesús es entrar en el misterio de la muerte sostenidos por su fuerza resucitadora.

Al escuchar sus palabras, aquellas gentes de Cafarnaún le gritan desde lo hondo de su corazón: «Señor, danos siempre de ese pan». Desde nuestra fe vacilante, a veces nosotros no nos atrevemos a pedir algo semejante. Quizá solo nos preocupa la comida de cada día. Y a veces solo la nuestra.

José Antonio Pagola

 

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“El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará sed”. Domingo 2 de agosto de 2015. Domingo 18º de tiempo ordinario

Domingo, 5 de agosto de 2018
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43-ordinarioB18 cerezoDe Koinonia:

Éxodo 16,2-4.12-15: Yo haré llover pan del cielo.
Salmo responsorial: 77: El Señor les dio un trigo celeste.
Efesios 4, 17.20-24: Vestíos de la nueva condición humana, creada a imagen de Dios.
Juan 6,24-35: El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará sed.

La primera lectura, del Éxodo, nos recuerda cómo el desierto es la carencia de todo. A toda persona le llega de vez en cuando su desierto: la situación crítica en la que parece que no se encuentran soluciones de ayuda para sobrevivir a tan crítica situación. Al pueblo de Israel le era muy provechoso el tener que estar en el desierto donde todo falta, para que pudiera experimentar el portentoso modo que Dios tiene para ayudar a los que en Él confían. En el desierto el Pueblo de dios aprende a experimentar la condición de “pobre”, de “necesitado de todo” del auxilio de Dios. Esto le será útil para el crecimiento de su fe y de su esperanza en las ayudas milagrosas. En la península del Sinaí hay un arbusto llamado “tamarisco”. Produce una secreción dulce que gotea desde las hojas hasta el suelo. Por el frío de la noche se solidifica y hay que recogerla de madrugada antes de que el sol la derrita. ¿Sería esto lo que Dios le proporcionó a su pueblo, multiplicándolo claro está, de manera prodigiosa? Lo cierto es que los israelitas consideraron siempre la aparición de este alimento como una demostración de la intervención milagrosa a favor de su pueblo. Lo llamaron “maná”, porque los niños al comerlo preguntaban: “¿qué es esto?, “lo que en su idioma se dice: “Man-ah?”. También es llamado por los salmos “pan del cielo” (Sal 78) y el libro de la Sabiduría dice que, “sabía a lo que cada uno deseaba que supiera” (Sab16,20). Jesús dirá que el Verdadero Pan bajado del cielo será su cuerpo y su sangre. O sea que este maná milagroso del desierto era un símbolo y aviso de lo que iba a hacer Dios más tarde con sus elegidos, dándoles como alimento el cuerpo de su propio Hijo divino.

La segunda lectura continuada de la carta a los Efesios pide a los creyentes que se dejen renovar por el Espíritu Santo y pasen de un modo de obrar no digno del ser humano, a un modo de obrar digno de quien tiene fe en Cristo. Pide que abandonemos nuestro estilo anterior de vida pecaminosa y marchemos en adelante por un nuevo camino de vida cristiana. Se nos invita a no dejarnos guiar por esta “vaciedad de criterios”. En estos pocos versículos continúa la exhortación a buscar la unidad y a vivir dignamente la propia vida cristiana, guiada y fundamentada en un verdadero conocimiento de Cristo. Pablo desarrolla este argumento jugando con la antítesis del ser humano viejo y el ser humano nuevo (Col 3,9-10; 1Cor 5,7-8). Elegir la novedad, lo nuevo, es elegir a Cristo. Esto significa romper con el viejo ser humano pecaminoso, con el pecado del mundo, para estar dispuestos a una continua renovación en el Espíritu, a vivir en la justicia y santidad y ser justos y rectos. Este texto es una clara respuesta a quienes piensan que el cristianismo simplemente es una cosa del pasado.

El evangelio de hoy, de Juan, el discurso del pan de vida, se desenvuelve en tres afirmaciones lógicamente sucesivas, y la primera que presenta este texto es: el real o verdadero “pan del cielo” no es el maná dado una vez por Moisés, contrariamente a lo que la gente pensaba (v.31). Es literalmente el pan que ha bajado del cielo. Dios, no Moisés, es quien da este pan (v.32). Jesús ha realizado signos para revelar el sentido de su persona (domingo anterior), pero la gente sólo lo han entendido en la línea de sus necesidades materiales (6,26.12). Jesús ha querido llevarnos a la comprensión de su persona, porque sólo a través de la fe pueden entender quien es él y sólo así podrá donarse a ellos como comida: pero para hacer esto es necesario trabajar o procurar por un alimento y una vida que no tienen término y que son dones del Hijo del hombre (v.27). Los judíos piensan de inmediato en las obras (v.28; Rm 9,31-32), pero Jesús replica que sólo una obra deben cumplir: creer en él (v.29; Rm 3,28), reconocer que tienen necesidad de él, como se tiene necesidad del alimento material. Al considerar la exigencia de Jesús muy grande es por lo que piden una demostración de los que afirma realizando una señal que al menos se compare con aquellas realizadas por Moisés (vv. 30-31), pues aquellas que acaba de realizar (6,2) no se consideran suficientes. Jesús responde afirmando que es más que Moisés, pues en él (Cristo) se realiza el don de Dios que no perece. Su pan se puede recoger (6,13), el maná se pudrió (Ex 16,20).

“Yo soy el pan de vida” es una fórmula de fuerza extraordinaria, parecida a aquellas otras que sólo a Jesús se podría atribuir: “Yo soy la luz del mundo”, “Yo soy el buen pastor”… el que viene a Jesús no tendrá hambre ni sed, no necesita de otras fuentes de gozo para saciar sus anhelos y aspiraciones. Jesús es fuente de equilibrio y de gozo, fuente de sosiego y de paz. Jesús es el lugar y fundamento de la donación de la vida que Dios hace al ser humano. En Jesucristo, Dios está por completo a favor del ser humano, de tal modo que en él se le abre su comunión vital, su salvación y su amor, y en tal grado que Dios quiere estar al lado del ser humano como quien se da y comunica sin reservas. En la comunión con el revelador –Cristo- se calma tanto el hambre como la sed de vida que agitan al ser humano. Leer más…

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Dom 2.8.18. Hacerse Pan, ser Eucaristía

Domingo, 5 de agosto de 2018
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38162961_1044055222438336_2223410324671823872_nDel blog de Xabier Pikaza:

Domingo 18. Tiempo ordinario. Ciclo B (Jn 6, 30-69). Comenzó el domingo pasado la lectura del Sermón del Pan de Vida, de Juan Jn 6, que seguirá estos domingos de verano (invierno austral).

En ese contexto presenté la introducción del tema: Jesús multiplico los panes y muchos, al verle capaz de ofrecer comida, quisieron coronarle rey allí mismo, junto al lago de Cafarnaum, pues para eso sirve un rey, para asegurar la comida material de todos; pero Jesús se escapó, subiendo al monte, a fin de preparar y ofrecer otro tipo de reinado.

En ese contexto interpretando de manera algo libre aquel pasaje me atreví a presentar los rasgos principales de su Reino, con su manera de situarse ante el dinero y el poder, para que todos los hombres y mujeres fueran reyes, en dignidad, en comunión, superando toda opresión de tipo económico, político o incluso religioso, para crear una gran mesa redonda en torno al par compartido (imagen 2), donde los más importantes fueran los niños y pequeños (imagen 1),con alimento de pan y, sobre todo, con cariño y cuidado de todos.

para-celebrar-fiesta-del-pan-fiesta-del-vinoHoy quiero retomar aquel motivo, ofreciendo una visión general del discurso entero de Jn 6 (el gran discurso del pan de Cafarnaum), dejando para los domingos que aún quedan algunos algún rasgo particular de este pasaje, que expone la visión eucarística del cuarto Evangelio, la más realista de todas, siendo, al mismo tiempo, la más mística.

No se trata de evadirse con eso de la eucaristía, pan de Cristo, para situarlo ysituarnos como cristianos en un plano de espiritualismo puro, separado de la vida real de los hombres y mujeres, del pan de los pobres, del amor y la acogida de los niños, de la comunión de todos.

Ciertamente, el pan es pan y debe compartirse, pero, al mismo tiempo, en un plano más hondo, el auténtico pan somos nosotros, de forma que podríamos y deberíamos decir, como Jesús y con Jesús, yo quiero ser y soy también pan de vida para otros.

No me limito a dar un poco de pan material (externo), sino que, debiendo darlo, me doy a mi mismo como pan, haciéndome así eucaristía para los demás.

No sólo de pan vive el hombre

El Signo del Vino está al comienzo del mensaje y vida de Jesús conforme al Evangelio de Juan: Bodas de Caná (Jn 2). Más adelante ha situado Juan el tema del pan, en las multiplicaciones , retomando un motivo importante de la tradición sinóptica (cf. Jn 6, 1-15).

En algún sentido, hay que afirmar que el relato de Juan resulta más tradicional que el de Mc 6, 31-46 y 8, 1-8 par, pues él ha destacado el carácter mesiánico del signo: los que se han alimentado con el pan de Jesús quieren tomarle y elevarle como rey, traduciendo su autoridad eclesial y alimenticia en forma de poder político (cf. Jn 6, 14). Pero Jesús se niega y quiere conducirles a un modo distinto de “reinado”, no para imponerse sobre los demás, sino para convertirse para ellos en pan verdadero.

De esa manera introduce y elabora Juan, al interior de las confrontaciones eclesiales, el tema que Mt 4 y Lc 4 habían elaborado en forma de tentación satánica, recordando la palabra de Jesús que decía: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

En esa línea avanza Juan, desarrollando el tema del “pan que es más que pan” (pan que es palabra, pan que es humanidad, encuentro personal y gratuidad), oponiéndose a una forma puramente política y mundana, económica y social, de comprender el alimento, pues el hombre come más que comidas materiales:

Comer comen también los bueyes y los cerdos… Pero los hombres viven no sólo de pan, sino también amor y de palabra, de experiencia de vida y esperanza… De esa comida más alta, que no niega la anterior (pues la supone), pero la desborda y plenifica trata este capítulo de Juan.

Los cinco temas del gran discurso

imagesPara ello ha desarrollado un largo discurso y catequesis eucarística, que suele titularse el Sermón del Pan de Vida Jn 6, 22-61 Está en su fondo la temática del pan y el vino: las multiplicaciones de Jesús, la experiencia de comidas gozosas de la iglesia. Pero lo que ahora emerge y se sitúa en primer plano es la experiencia poderosa de la identidad eucarística de Jesús.

No se limita a repartir el pan del reino, no es un simple convidado que ofrece el vino nuevo de las bodas de Caná, sino que él mismo es Pan de Vida y Vino de la Fiesta, verdad (fe, palabra) y comida verdadera (cuerpo y sangre, vida humana, justicia) para los humanos. Muchos discípulos le buscan simplemente porque quieren alimento material; él les ofrece una comida que dura hasta la vida eterna y sólo puede consumirse y consumarse en fe, creyendo en él.

A partir de aquí se inicia la revelación más alta, que presento en forma de disputa entre “los judíos” (quizá judeocristianos que no acaban de aceptar la visión eucarística de Juan) y Jesús, que así aparece como revelación eucarística de Dios

He dividido el texto en cinco apartados que marcan el proceso eclesial y catequético de esta revelación eucarística, en disputa no sólo con el judaísmo exterior (que ha quedado fuera de la iglesia de Jesús), sino también con otros grupos eclesiales, que no aceptan la visión eucarística de Juan, su concentración cristológica

1. Maná

– Ellos entonces le dijeron: ¿Qué señal haces para que viéndola creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Pan del cielo] Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según está escrito: Les dio a comer pan del cielo.
– Jesús les respondió: En verdad, en verdad os digo: No fue Moisés quien os dio el pan del cielo; es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo (Jn 6, 30-34).

El primer apartado (Maná, Pan del cielo) sitúa ya el tema en un ámbito de disputa de Jesús (de la Iglesia de Juan) con un tipo de judeo(cristianísmo) que, a juicio de Juan, está anclado en un pan que no ofrece comida verdadera, pues sigue dejando morir a los humanos. Además, el verdadero autor de aquel Maná, que es un primer pan del cielo, no fue Moisés, fue el Padre de Jesús, que ahora quiere ofrecer y ofrece el verdadero Pan del Cielo, que será el mismo Jesucristo.

2. Pan vivo

Entonces le dijeron: Señor, danos siempre de ese pan.
– Jesús les dijo: Yo soy el pan vivo (=de vida). El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed (Jn 6, 35).

Este segundo apartado presenta a Jesús como Pan viviente que sacia un hambre distinta, hambre de Dios y de reino, que atormenta a los humanos desde el mismo principio de los tiempos. Juan está evocando aquí el motivo y signo del Árbol de la Vida del paraíso (comer según Dios) y el vino de las Bodas de Caná: sólo el pan mesiánico, encuentro personal con Cristo, es comida verdadera para los humanos. Sólo el amor de otro ser humano sacia al ser humano; sólo la comunión en humanidad y justicia es alimento verdadero

3.Pan que se come, alimento somos los unos de los otros

– Los judíos murmuraban de él, porque había dicho: Yo soy el pan que ha bajado del cielo… ¿No es éste Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo puede decir ahora: He bajado del cielo?
– Jesús les respondió: No murmuréis entre vosotros…. Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron…. Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le daré, es mi carne por vida del mundo (Jn 6, 41-51).

Se trata de un pan real, un pan mesiánico, una carne viva, que se identifica con Jesús, es decir, con la humanidad. Ciertamente, los hombres y mujeres comen pan externo y se alimentan mientras siguen en el mundo de alimentos materiales, de plantas y animales. Pero sólo les sacia una comida humana, el cuerpo y sangre (la carne) de otros seres personales, como supo Jesús cuando decía, el día de la Cena: Comed: esto es mi Cuerpo.

Sólo un humano puede saciar a otro humano, como sabe todo enamorado, todo hombre solidario (varón y/o mujere). La vida se vuelve así amor, cuerpo mesiánico centrado y culminado en Cristo. Sólo un ser humano es verdadero pan para otro ser humano. En esa línea, Jesús viene a mostrarse en forma de comida verdadera

4. Carne. Dios mismo se hizo “carne” en Jesús, vida compartida

Discutían entre sí los judíos y decían: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros… Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. Como el Padre viviente me ha enviado, y yo vivo por el Padre, el que me coma vivirá por mí (Jn 6, 52-57).

Este apartado (5. Carne y Sangre) se limita a elaborar lo anterior y lo sitúa en un plano teológico, como expresión del misterio de Dios. La eucaristía es la revelación más honda de la identidad y riqueza divina, en la línea de Jn 14, cuando dice que el Logos o Palabra de (=que es) Dios se hizo carne. Leer más…

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Eucaristía e inmortalidad.

Domingo, 5 de agosto de 2018
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201507181202301f2a2dDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

¿Cuántos miles de veces has comulgado desde que hiciste la Primera Comunión? ¿Se ha convertido ya en rutina, aunque seas consciente de su importancia? Hablando de otro tema: ¿qué piensas de la otra vida? ¿Eres de los que dicen: «El pobrecito se ha muerto», como si fuera una desgracia sin remedio? ¿Estarías dispuesto, como Gilgamés, el gran héroe mesopotámico, a realizar un peligroso viaje para conseguir la planta de la inmortalidad, o piensas que es una tarea absurda e imposible? A menudo preferimos no hacernos estas preguntas. Es más cómodo esconder la cabeza, como el avestruz. Pero el autor del cuarto evangelio (san Juan o quien sea) disfruta amargándonos la vida.

El debate sobre el pan de vida

El próximo domingo y los tres siguientes se lee el «Debate sobre el pan de vida», que continúa el tema de la multiplicación de los panes y los peces. El inconveniente de dividir el debate y sus consecuencias en cuatro domingos es que se pierde su fuerte tensión dramática. Por ello, considero importante ofrecer una visión de conjunto, aunque haya que anticipar datos de los próximos domingos.

Los interlocutores del debate

Los interlocutores de Jesús, aunque resulte extraño, cambian: al principio son los galileos que se beneficiaron del milagro de la multiplicación de los panes; cuando el debate adquiere un tono polémico, son los judíos quienes «critican» a Jesús y «discuten entre ellos». Pero su reacción final, cuando termina de hablar Jesús, no se cuenta. El protagonismo pasa a muchos de sus discípulos [de Jesús], que «se escandalizan» y lo abandonan. Al final, solo quedan los doce.

Los tres puntos principales del debate

Los debates y discursos de Jesús en el evangelio de Juan, aunque largos y complicados, se pueden resumir en pocas ideas. En este podemos distinguir tres, estrechamente relacionadas.

1. La «vida eterna» (vv.27.40.47.54), «la vida» (v.33.53), «vivir para siempre» (v.51.58). Es un tema obsesivo del cuarto evangelio, que comienza afirmando que «el Verbo era vida» y lo ejemplifica en la resurrección de Lázaro, donde Jesús se muestra como «la resurrección y la vida». Recuerda lo que decía Miguel de Unamuno: «Con razón, sin razón, o contra ella, lo que pasa es que no me da la gana de morirme».

2. Esa vida eterna se consigue comiendo «el pan de la vida» (v.35.48.51), «el verdadero pan que da la vida al mundo» (v.33.51), «el pan que ha bajado del cielo» (v.41.50.58). Al que come de ese pan, Jesús «lo resucitará en el último día» (vv.39.40.44.54).

3. Los dos temas anteriores están muy vinculados al de la fe en Jesús: «lo que Dios quiere es que creáis en el que ha enviado» (v.29); «el que cree en mí nunca tendrá sed» (v.35); «el que cree en mí tiene la vida eterna» (v.47). Por eso, los discípulos que abandonan a Jesús lo hacen porque «no creían» (v.64); en cambio, los Doce, como afirma Pedro, «hemos creído y sabemos que tú eres el santo de Dios» (v. 69).

Por consiguiente, al hablar del «pan de vida», la fuerza capital recae en «la vida», esa vida eterna a la que Jesús nos resucitará en el último día. Igual que la comida no es un fin en sí misma, sino un medio para subsistir, el pan eucarístico está directamente enfocado a la obtención de la inmortalidad. Quien comulga, como algunos corintios, sin creer en la otra vida, no es consciente de la estrecha relación entre eucaristía y vida eterna.

El desarrollo del debate y sus consecuencias

En el texto litúrgico (que suprime el pasaje 6,36-40) podemos distinguir tres grandes partes (domingos 18, 19, 20), centradas en el diálogo entre Jesús y los presentes en la sinagoga de Cafarnaúm. Todo termina con la reacción tan distinta de muchos discípulos y de los Doce (domingo 21).

La primera parte (domingo 18), que desarrollaré luego, termina con una revelación inimaginable por parte de Jesús: «Yo soy el pan de vida», «el que baja del cielo y da la vida al mundo».

La segunda (domingo 19) comienza con la reacción crítica de los judíos ante la pretensión de Jesús de haber bajado del cielo. Imposible: conocen a su padre y a su madre. Pero él termina con una afirmación más desconcertante aun: «el pan que yo daré es mi carne».

La tercera (domingo 20) empalma con la afirmación anterior: «¿Cómo puede este darnos a comer su carne?» Los judíos llevan razón. Parece imposible, absurdo. Jesús no lo explica ni matiza. Insiste en que comer su carne y beber su sangre es la única forma de conseguir la vida eterna.

Con lo anterior termina del debate, sin que se diga como reaccionan los judíos. Pero sí se añade la reacción de los discípulos (domingo 21), distinguiendo entre el escándalo de mucho de ellos y la respuesta positiva de los Doce.

Notas al debate

1. Aunque las ideas puedan resultar claras, son difíciles de aceptar. La reacción normal de los oyentes es que les están tomando el pelo, que Jesús está loco, o que es un blasfemo. Una persona a la que conocen de pequeño, igual que a su familia, tiene que haberse vuelto loca para decir que ha bajado del cielo, que es superior a Moisés, que el que viene a él no tendrá nunca hambre ni sed, que es preciso comer su cuerpo y beber su sangre, como si ellos fuesen caníbales.

2. Jesús recurre a la ironía («me buscáis porque os hartasteis de comer»), al escándalo (rebajando la importancia del maná) y a expresiones simbólicas desconcertantes (comer su carne y beber su sangre). Con ello pretende lo contrario que los políticos actuales: que solo lo siga un grupo selecto, aquellos que «le trae el Padre». Este enfoque desconcertante del cuarto evangelio se basa probablemente en la experiencia posterior a la muerte de Jesús, y pretende explicar por qué la mayoría de los judíos no lo aceptó como enviado de Dios.

3. El debate no reproduce lo ocurrido al pie de la letra, es elaboración del autor del cuarto evangelio. Él sabe que sus lectores, su comunidad, entenderá rectamente los símbolos. Cuando Jesús dice que «mi cuerpo es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida», que hay que comer su cuerpo y beber su sangre, saben que no se trata de comer un trozo de su brazo o beber un vaso de su sangre; se refiere a la eucaristía, al pan y la copa de vino que comparten.

4. Desde un punto de vista pastoral, si el tema ya era complicado y escandaloso para muchos discípulos, los teólogos se han encargado de complicarlo aún más con el concepto de «transubstanciación». El que tenga dificultades sobre este punto podría acogerse a las palabras finales de Pedro: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros creemos y sabemos que tú eres el santo de Dios». Y que los teólogos sigan discutiendo.

1ª lectura (Ex 16, 2-4.12-15)

Ya que el evangelio hace referencia al don del maná, se lee la versión del libro de los Números, que lo une al de las codornices (pan y carne). Hay otra versión muy distinta del maná, nada milagrosa, en el libro de los Números 11,7-9. En este relato, el pueblo está harto de no comer más que maná. Y se añade: «El maná se parecía a semilla de coriandro con color de bedelio; el pueblo se dispersaba a recogerlo, lo molían en el molino o lo machaban en el almirez, lo cocían en la olla y hacían con ello hogazas que sabían a pan de aceite. Por la noche caía el rocío en el campamento y encima de él, el maná».

Sin embargo, la versión que terminó imponiéndose fue la milagrosa, de un alimento que envía Dios desde el cielo, no cae los sábados para respetar el descanso sabático, todos recogen lo mismo, sabe a galletas de miel, y es tan maravilloso que hay que conservar dos litros en el Arca de la Alianza. Estos detalles han sido suprimidos en la versión litúrgica, que, sin embargo, mantiene a las codornices; podría haberlas dejado volando y nadie las echaría de menos.

En aquellos días. Toda la comunidad de Israel murmuró contra Moisés y Aarón en el desierto diciendo: «¡Ojalá hubiéramos muerto por mano del Señor en Egipto, cuando nos sentábamos junto a las ollas de carne y comíamos pan hasta saciarnos! Vosotros, en cambio, nos habéis traído a este desierto para hacer morir de hambre a toda esta muchedumbre». El Señor dijo a Moisés: «Mira, voy a hacer llover pan del cielo para vosotros. El pueblo saldrá todos los días a recoger la ración diaria, a fin de probarle si camina según mi ley o no. «He oído las murmuraciones de los israelitas. Diles: a la tarde comeréis carne, y a la mañana os saciaréis de pan; así conoceréis que yo soy el Señor, vuestro Dios». Por la tarde salieron tantas codornices que cubrieron el campamento, y por la mañana había en torno a él una capa de rocío. Cuando se evaporó el rocío, apareció sobre la superficie del desierto una cosa menuda, granulada, fina, como escarcha sobre la tierra. Los israelitas, al verla, se dijeron unos a otros: «man hu’ ¿qué es esto?», pues no sabían lo que era. Moisés les dijo: «Éste es el pan que os da el Señor para comer.»

Evangelio (Jn 6, 24-35)

La introducción ha suprimido muchos datos. Después de la multiplicación de los panes y los peces, los discípulos se marchan en la barca mientras Jesús se retira al monte huyendo del deseo de la gente de hacerlo rey. Por la noche, cuando la barca está en peligro por un viento en contra, Jesús se aparece caminando sobre el agua, sube a la barca y al punto llegan a tierra. Lo anterior se ha suprimido. El relato comienza cuando la gente advierte la ausencia de Jesús y de los discípulos y va a Cafarnaúm en su busca.

Empieza entonces el largo debate. La sección de hoy consta de cuatro intervenciones de la gente (tres preguntas y una petición), seguidas de cuatro respuestas de Jesús.

Todo comienza con una pregunta muy sencilla: «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?» Jesús, en vez de responder a la pregunta, hace un suave reproche («me buscáis porque os hartasteis de comer») y les habla del alimento que dura hasta la vida eterna. Lo lógico sería que la gente preguntase cómo se consigue ese alimento; en cambio, pregunta cómo pueden hacer lo que Dios quiere. Y Jesús responde: lo que Dios quiere es que crean en aquel que ha enviado. Los galileos captan que Jesús habla de creer en él, y adoptan una postura más exigente: para creer en él deberá realizar un gran prodigio, como el del maná. Con la referencia al maná le ponen a Jesús el tema en bandeja. Enfrentándose a la tradición que presenta el maná como «pan del cielo» y «pan de ángeles», Jesús dice que el maná no se puede comparar con el verdadero pan del cielo, que no se limita a saciar el hambre, sino que da la vida al mundo. Los galileos reaccionan de forma parecida a la samaritana: «Señor, danos siempre de ese pan». La respuesta de Jesús no puede ser más desconcertante: «Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás.» ¿Cómo reaccionará la gente? La solución el domingo próximo.

En aquel tiempo, cuando la gente vio que no estaban allí ni Jesús ni sus discípulos, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaúm en busca de Jesús. Lo encontraron al otro lado del lago, y le dijeron:

   -«Maestro, ¿cuándo has venido aquí?».

  Jesús les contestó:

  -«Os aseguro que no me buscáis porque habéis visto milagros, sino porque habéis comido pan hasta hartaros. Procuraos no el alimento que pasa, sino el que dura para la vida eterna; el que os da el hijo del hombre, a quien Dios Padre acreditó con su sello».

   Le preguntaron:

   -¿Qué tenemos que hacer para trabajar como Dios quiere?

  Jesús les respondió:

  -Lo que Dios quiere que hagáis es que creáis en el que él ha enviado.

   Le replicaron:

   -¿Qué milagros haces tú para que los veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Les dio a comer pan del cielo.

   Jesús les dijo:

   -Os aseguro que no fue Moisés quien os dio el pan del cielo; mi Padre es el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo.

   Ellos le dijeron:

   -Señor, danos siempre de ese pan.

   Jesús les dijo:

   -Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás.

 

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Domingo XVIII del Tiempo Ordinario. 05 de agosto de 2018

Domingo, 5 de agosto de 2018
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d-xviii

“…lo encontraron al otro lado…”

(Jn 6, 24-35)

Lo primero que llama la atención es cómo la gente busca a Jesús y a sus discípulos. Pero está búsqueda ¿a qué se debe? Jesús se lo dice, me buscáis porque os he dado de comer. Continúa el texto: “lo encontraron al otro lado”, y esto es llamativo porque nosotras buscamos a Jesús en nuestro lado donde sabemos movernos y sentimos seguridad, donde el territorio es conocido y el mapa está trazado.

Sin embargo Jesús pasa al otro lado, y es a lo que nos enseña. Jesús cruza desde la zona de confort al espacio de la novedad, de la sorpresa, de lo diferente. Nos hace buscarle en otro contexto, fuera de los márgenes, en un estado distinto. Para comprenderlo en lo que es, en la profundidad de su mensaje y de su vida.

Y la siguiente pregunta: “Maestro, ¿cuándo has llegado aquí?”. Y Jesús se adelante y les dice: No me busquéis porque puedo saciar vuestro hambre físico, sino porque puedo saciar vuestro hambre espiritual.

Yo soy el pan vivo, un pan que llena cada vez que se consume. Un pan triturado en el dolor y hecho entrega para dar vida.

Ser su cuerpo y rompernos en una entrega diaria. Sabiéndonos llenas de ese alimento que plenifica porque lleva a un encuentro en la totalidad que somos.

Es una mínima cantidad de alimento para un máximo de Presencia, porque lleva la totalidad de la entrega.

En la entrega no hay medida, hay esencia. No puedo darme por partes. No puedo calcular lo que me doy, porque eso no es entrega, eso es cálculo.

La entrega no mide, es donación total, y eso hace Jesús en cada partícula del pan, entregarse totalmente. Dona la totalidad que es, para que al recibirlo formemos el cuerpo de la común unión de ser todos en Él.

Al recibir el pan de vida recibimos, en un encuentro sin fronteras, la posibilidad de ser uno con Él. Siendo cuerpo, siendo entrega, siendo vida.

Oración

Ayudanos a experimentar cada día ese encuentro en la partícula de lo pequeño para vivirte a lo grande.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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No te da Vida comer el pan sino el dejarte comer.

Domingo, 5 de agosto de 2018
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pictures-of-jesus-last-supper-949848-wallpaperJn 6, 24-35

Seguimos en el c. 6 del evangelio de Jn, pero hemos pasado por alto el relato de la travesía del lago y la aparición de Jesús andando sobre el agua. La lectura de hoy afronta directamente la discusión con los judíos. En el v. 59, se dice que el encuentro tuvo lugar en la sinagoga de Cafarnaúm, pero no tiene importancia. En todo caso, se plantea una discusión larga y dura, en la que Jesús va concretando y profundizando las exigencias del seguimiento. Se va acentuando la distancia a medida que Jesús va aquilatando el discurso. El proceso será: Entusiasmo, duda, desencanto, desilusión, oposición, rechazo, abandono.

El diálogo es un montaje que permite a Jn poner en boca de Jesús lo que aquella comunidad consideraba las claves del seguimiento. No contesta a la pregunta: ¿cómo y cuándo has llegado aquí?, sino a las verdaderas intenciones de la gente, llevando el diálogo a su terreno. Lo que de verdad tiene importancia es el compromiso de entrega, al que quiere llevarlos.

Me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. La “señal” era una invitación a compartir, pero ellos vieron solo en ella la satisfacción del apetito. Vaciado el signo de contenido, esa búsqueda de Jesús no es correcta, solo pretenden seguridades. Jesús va directamente al grano y desenmascara su intención. No le buscan a él sino el pan que les ha dado. No le buscan porque les haya abierto las puertas de un futuro más humano. Esas palabras que Jn pone en boca de Jesús, critican la religión de todos los tiempos. Todas las religiones terminan manipulando a Dios para ponerlo a su servicio.

Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que dura dando Vida definitiva. Esta propuesta de trabajar por la Vida es el resumen de todo su mensaje. Vale lo mismo para aquel tiempo que para hoy. Trata de advertir de la facilidad que tiene el hombre de malograr su vida enredándose en lo puramente material o dejándose llevar por lo sensible. La búsqueda del verdadero pan exige esfuerzo. Es un camino de lucha, de superación, de purificación, de regeneración, de muerte y nuevo nacimiento (bautismo).

Ese alimento que perdura, lo da Dios gratuitamente. Jesús descubrió ese don y desplegó su verdadera Vida humana. Sin alimento no se puede recorrer camino alguno. Por eso hay que escucharle cuando habla de otro tipo de comida que es la que nos salva. También hay que trabajar por el alimento que perece, pero no debe ser el objetivo único ni último de nuestra vida. Los judíos muestran un cierto interés por enterarse, pero como se demostrará más tarde, es puramente superficial. Acostumbrados a moverse a golpe de preceptos, preguntan a Jesús por las normas. Son incapaces de imaginar que Dios pueda dar algo por nada.

Este es el trabajo que Dios quiere, que prestéis adhesión al que él ha enviado. Conocer lo que Dios espera de nosotros parecería el verdadero camino para llegar, pero ese interés es solo aparente. En realidad no nos interesa demasiado lo que Dios quiere. Lo que de verdad nos interesa es lo que nosotros esperamos de Dios. Para garantizar unas seguridades, nos hemos fabricado un Dios a nuestra medida. De todas formas Jesús les dice lo que Dios espera de ellos: que le presten su adhesión. La discusión entre fe y obras queda superada de una manera drástica: confiar en Jesús es la obra primera y más importante que Dios espera.

Pero inmediatamente viene la institución y nos dice: lo que Dios quiere es esto y aquello; que no es más que lo que les interesa a los dirigentes de turno. Jesús no vino a dar nuevas normas morales sino a enseñarnos el camino de la verdadera Vida. Lo que tengo que “hacer”, lo tengo que descubrir yo, no me tiene que llegar de fuera como programación, no tengo que ser un robot al que le han introducido un programa. Lo que Dios quiere es que lleguemos a nuestra plenitud, y el “mapa de ruta” está en nuestro interior, no fuera.

A Dios le importa más lo que somos que lo que hacemos. Mostramos nuestra ceguera cuando estamos preocupados por lo que Dios quiere que hagamos o dejemos de hacer. Solo una cosa es fundamen­tal: confiar. Creer no es aceptar una serie de verdades teóricas y quedar tan tranquilos. En la Biblia creer es tener confianza en… Esto es lo que pide Jesús a sus oyentes. Tergiversamos esa confianza cuando la convertimos en esperanza de que Dios cumpla nuestros deseos. Confiar es aceptar la voluntad de Dios, no venida de fuera, sino como inserta en la raíz de nuestro ser. La clave está en saber pasar de un pan a otro pan.

¿Qué señal realizas tú para que viéndola te creamos? La exigencia de una señal es la demostración de que no creen. Estarían dispuestos a aceptar un Mesías, semejante a Moisés, que demostrara su valía a base de prodigios. El maná estaba considerado como el mayor de los milagros. Exigen de Jesús que legitime sus pretensiones con otro prodigio igual o mayor. Pero la Vida que Jesús promete no viene de fuera y espectacularmente; está en cada uno y se manifiesta en lo cotidiano como amor desinteresado, como preocupación por el otro.

No os dio Moisés el pan del cielo; no, es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Aquello no era más que un símbolo. La realidad está en Jesús, verdadero pan del cielo, que alimenta la verdadera Vida. Recordemos que los rabinos consideraban la Torah como el pan que Dios les había otorgado. Ahora es Jesús la única Ley que salva. Danos siempre pan de ese. Reacción aparentemente sincera, pero equivocada. Le llaman Señor; creen en sus palabras; esperan que satisfaga sus anhelos; pero no le dan su adhesión; buscan una salvación que les llegue de fuera sin que ellos tengan que hacer nada.

Yo soy el pan de Vida. En todos los discursos que encontramos en este evangelio se hace referencia a la Vida. Se trata de una realidad que no podemos explicar con palabras, ni meter en conceptos humanos. Solo a través de símbolos y metáforas podemos indicar el camino de una vivencia que es lo único que nos llevará a descubrir de qué se está hablando. “Yo soy” en Jn es la suprema manifestación de la conciencia de lo que era Jesús. Cada uno de nosotros debemos descubrir lo que verdaderamente somos, como lo descubrió Jesús.

El que viene a mí no pasará hambre, el que cree en mi no pasará nunca sed. ¿Qué significa, “ir a él, creer en él?” Aquí radica todo el meollo del discurso. No se trata de recibir nada de Jesús, sino de descubrir que todo lo que él tenía lo tengo yo. Lo que Jesús quiere proponer es que los seres humanos descubran que se puede vivir desde una perspectiva diferente; que alcanzar la plenitud humana significa descubrir lo que Dios es en cada uno y una vez descubierto ese don total (Vida), respondamos como respondió Jesús.

Lo que propone Jesús está en contra de toda lógica racional. Nos está diciendo que el pan que da Vida no es el pan que se come, sino el pan que se da. Si te conviertes en pan como él, entonces, ese darte, se convertirá en Vida. Jesús no invita a buscar la propia perfección, sino a desarrollar la capacidad de darse a sí mismo. Solo dándote, superarás el egoísmo y alcanzarás plenitud. “Yo soy” es la clave de la comprensión de Jesús en el evangelio de Jn. Lo que pongamos después del ‘yo soy’ no tiene importancia. Aquí añade “pan de Vida”, que quiere decir VIDA. Quien se identifique con él será también Vida y la podrá dar a los demás.

Meditación

‘Comida’ es una gran metáfora aplicada a la Vida espiritual.
La Vida espiritual también necesita de alimento.
Jn presenta a Jesús como el alimento que da Vida.
Para que alimente, tengo que asimilarlo.
Como Jesús, tenemos que descubrir la Vida
y dejar que nos atraviese desde lo hondo del ser.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Pan de vida.

Domingo, 5 de agosto de 2018
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pan-de-vida“No importa que los sueños sean mentira, ya que al cabo es verdad, que es venturoso el que soñando muere, infeliz el que vive sin soñar” (Rosalía de Castro)

5 de agosto. Domingo XVIII del TO

Jn 6, 24-35

Jesús les contestó: Yo soy el pan de la vida: el que acude a mí no pasará hambre, el que cree en mí no pasará nunca sed

El AT recurre en algunos de sus libros a los textos que luego el Nuevo concretará en los Evangelios. Dos ejemplos: “Uno de Baal Salisá vino a traer al profeta el pan de las primicias, veinte panes de cebada y grano en la alforja. Eliseo dijo: Dáselos a la gente, que coman” (2 Reyes 4, 42). Y en Sabiduría 16, 20 se dice: “A tu pueblo, por el contrario, le alimentaste con manjar de ángeles, proporcionándole gratuitamente, desde el cielo, pan a punto, de mil sabores, a gusto de todos”.

El mensaje evangélico lo hace con tal énfasis que, como dice Fray Marcos en el apartado 12 del estudio que dedica al Evangelio de Juan, dice que en su opinión estamos ante el capítulo más profundo del evangelio de Juan, donde se hace un intento sobrehumano por transmitirnos el núcleo central del mensaje de Jesús.

Un mensaje que a mí me produce calambres mentales, al tiempo que me hace soñar en un nuevo amanecer en mi presente: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. Quien como de este pan vivirá para siempre. El pan que yo doy para la vida del mundo es mi carne” (Jn 6, 51). Y “Quien come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él” (Jn 6, 56). En el momento de la consagración, el celebrante dice: “Este pan y este vino, fruto del trabajo de los hombres”. Lo cual significa que el ser humano participa también, uniéndose a Jesús, en esta donación de su cuerpo y sangre para que los demás tengan vida.

Panes para alimentar mi cuerpo, vino para apagar mi sed, y amores que satisfacen hambre y sed del alma. Y que se me dan en abundancia para compartir generosamente con cuantos me rodean.

Una demostración de este quehacer humano, lo podemos ver en una escena que los críticos de arte califican de “mar de humanidad”, representada en el cuadro Última Comunión de San Jerónimo (Pinacoteca Vaticana), que el boloñés Domenico Zampieri (1581-1641) pintó para conmemorar el hecho del viático del Santo en los últimos días de su vida. El doctor de la Iglesia, ahora anciano y sin fuerzas, había pedido comulgar rodeado de sus discípulos.

Zaida (1063- 1101), una princesa musulmana y poetisa, concubina de Alfonso VI de León, escribió este bello poema, que ella aplicaba -yo supongo a su Dios-, y cuyos versos reflejan en mí los sentimientos que despierta el Pan de Vida, como me los despertó los de Rosalía de Castro  en “No importa que los sueños sean mentira, / ya que al cabo es verdad, /  que es venturoso el que soñando muere, /  infeliz el que vive sin soñar”.

Todos ellos -Jesús, Jerónimo, Rosalía, Zaida- han producido en mí múltiples ilusiones cargadas de panes, de vino y de amores. ¡Benditos sean todos!

NUNCA OLVIDARÉ AQUEL DÍA

Nunca olvidaré aquel día
cuando a mi vida llegaste;
en tinieblas yo me hallaba,
mas Tú mi senda alumbraste.

Entre multitud de gente
vagaba

sin esperanza;
como un barco a la deriva
naufragando iba mi alma.

A inquirir comencé un día
¿qué pasaba? no sabía.
Entre temores y dudas,
existía mas no vivía.

¿Qué pasa conmigo, Dios?
¿Qué es lo que me está pasando?
Quiero reír y no puedo;
siempre terminé llorando.

Ayúdame mi buen Dios;
ayúdame, te lo pido;
sana ya mi corazón
y llena hoy mi vacío.

Al momento algo ocurrió;
su Palabra él enviarán.
“Soy la luz”, dijo el Señor;
por una piedra me hablaba.

Mi corazón se alumbró;
comprendí lo que pasaba.
Al instante me rendí,
lunes Jesús me visitaba.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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La otra orilla.

Domingo, 5 de agosto de 2018
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maxresdefaultNo puedo evitar pensar y dar espacio dentro de mí al hecho tan sencillo y tantas veces obviado de que hay “otra orilla”, otra perspectiva, otra mirada.

Esa otra orilla puede ser la que ven los emigrantes desde la suya, esperanzados mirando a Europa, o América, o Australia. La mirada es la misma. La he visto en los tres continentes y no cambia. Es una mirada de miedo y de esperanza en un futuro incierto, pero futuro al fin y al cabo. Posiblemente lo que no vislumbran desde sus tierras explotadas por nuestros intereses: queremos sus cosas pero no a ellos.

¿Es eso lo que nos dice el texto de hoy, que nos pasa con Jesús? Queremos su ayuda, queremos que apruebe nuestras agendas y dedicaciones… pero su persona nos viene grande, tal vez. Les reprocha a sus discípulos que quieren pan pero no se quieren adherir a su persona.

Necesitamos ir a la otra orilla de nosotr@s mism@s, la que no solemos visitar. Buen destino vacacional. Descubrir nuestro tesoro escondido: la cantidad de cualidades y talentos que manejamos a medio gas, o simplemente no usamos.

Entiendo que es una experiencia de amor y fe en nuestra persona la que activa nuestra creatividad. Jesús nos pide como trabajo que nos adhiramos a su persona. Para ello hay que rescatar al emigrante en nosotros perdido en alta mar. Tanto ir detrás de “ayudar”, tal vez nos encontramos “perdidos en alta mar”, esperando rescate. Para muchas y muchos de nosotros sentimos que llegamos a la otra orilla, al fin, cuando descubrimos una experiencia personal y comunitaria de fe en la persona de Jesús, que nos resucita por dentro. Que nos inyecta vida nueva y alegría profunda. (vv.28-29 “¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere? Respondió Jesús: Este es el trabajo que Dios quiere, que prestéis adhesión al que él ha enviado”.)

Necesitamos llegar a la otra orilla, la de Jesús, pasar un tiempo de vacaciones en ese lugar. Convivir con los que van llegando con sus pateras, con lo que son, a un lugar donde hay pan, porque partir el pan significa un modo de vivir en sororidad y fraternidad. Necesitamos refugio para aprender a ser refugio en lo material y en lo más hondo.

Últimamente son personas cristianas, no católicas, las que me han hecho sentir parte de la comunidad cristiana, me han ofrecido su refugio sororal. Su orilla es más liberadora, ellas no tienen tantos prejuicios, ni tantos complejos. Ayer una de ellas me mandaba la homilía que acababa de hacer en su iglesia, no porque el cura esté de vacaciones sino porque un grupo de seglares y religiosos se turnan en la predicación. Así se comparten diferentes recetas de preparar el mismo pan. Así Jesús se hace pan para todas y todos, según la necesidad de cada uno. Y se enriquecen compartiendo sus diferentes panes o modos de vivir.

Qué bonita es la otra orilla si nos adherimos a la persona de Jesús. Cruzar nuestro lago con él es una experiencia clave para compartir su pan. Crear un estilo de vida que dé sentido al cristianismo envejecido, y todo empieza, como siempre, compartiendo pan. El de Jesús.

El texto habla de movimiento, de cruzar a otras perspectivas, de una acción que se convierta en pan compartido. Pero sobre todo nos dice claramente que es la adhesión a su persona lo único que sacia nuestras hambres.

Agosto, mes de vacaciones por excelencia en nuestro hemisferio, puede ser un tiempo de cruzar a orillas desconocidas. Para algunos será viajar físicamente a otras culturas, pero siempre, siempre, cruzar a otra orilla es acoger lo que se nos ofrece con gratitud. Cuando los discípulos y seguidores le buscan donde siempre, en el lugar familiar donde habían comido el pan (versículo 23), Jesús se había ido a la otra orilla.

¿Qué significa, para cada uno, la otra orilla? Desde luego no hay respuesta stándard, es muy personal, tanto como adherirse a su persona. Invitación personal y comunitaria, de relación amistosa profunda. De encontrar en él nuestro refugio y fuerza en su pan, para seguir la vida con más brío.

A mí también me habla lo de la otra orilla, de cruzar a nado, los y las que podremos estos días, disfrutando de la naturaleza, del mar, el río…y en cada brazada abrazar, respetar, descansar para seguir siguiendo, acogiendo y creando comunidad de iguales, de refugiados. Y ojalá no seamos todos igualitos en estos grupos, que lo ecuménico entre, es más, lo interreligioso… que los de la otra orilla vean que nos dejamos acoger y agasajar con sus bondades. Es una gran riqueza no ir de turista sino como peregrino a orillas de nuestros hermanos.

Y los que tenéis que trabajar, o seguir en cama por enfermedad, os deseo que podáis encontrar la orilla que os dé consuelo y descanso profundo, igual que los que os acompañan y cuidan. Compartir ese pan del dolor es de lo que más une, como sabemos.

Feliz agosto.

Magdalena Bennásar Oliver

www.espiritualidadintegradoracristiana.es

Fuente Fe Adulta

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Somos seres hambrientos

Domingo, 5 de agosto de 2018
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450_1000Continuamos escuchando el cp 6 del Evangelio de San Juan: la multiplicación de los panes, JesuCristo como pan de vida, Eucaristía.

01. Los seres humanos necesitamos comer y buscamos alimento que nos nutra, agua que apacigüe nuestra sed

Los humanos somos hambrientos. Necesitamos alimentarnos en todos los sentidos.

Podemos observar esta menesterosidad en:

o El hambre física cotidiana es una continua llamada de atención de las necesidades humanas.

o Los jóvenes y no jóvenes que, al amanecer, salen somnolientos de las discotecas en las que han pasado la noche tratando de alimentar su hambre y sed de felicidad.

o Las adicciones: droga, alcohol, ludopatía, pornografía son expresión de un hambre infinita de placer y tras el placer de una nostalgia de felicidad no lograda.

o Las migraciones nos hablan del hambre del humano tiene hambre en todas las latitudes: las pateras, los movimientos de los países de la Europa del Este, de Latinoamérica, etc.

o También tenemos hambre de cultura, de saber, así como una gran necesidad y nostalgia de valores, de pensamiento y criterios con los que vivir.

Buscar a Jesús es buscar la vida y buscar la vida es buscar a Jesús, (equivocaciones incluidas):

02. EL PAN QUE ALIMENTA

En ocasiones en la vida nos alimentamos con panes que no sacian nuestra hambre, ni nuestras nostalgias e inquietudes de absoluto. Nunca el placer ni el dinero, ni el poder son suficientes, hasta que descansemos en el Señor. Nuestro corazón está inquieto y solamente descansará cuando te encuentre, (San Agustín)

Vivir de determinadas maneras, comer cualquier pan es como pretenden apaciguar la sed bebiendo agua del mar…

En la vida nos hace falta pan material, tecnología, medicina, un cierto confort, pero no olvidemos la afirmación de Cristo allá en las tentaciones: no solo de pan vive el hombre. O si le damos la vuelta caeremos quizás mejor en la cuenta: Quien vive solamente de tal pan material, muere.

En el tercer mundo mueren de hambre material, y nosotros morimos de comer demasiado y demasiado mal. Es sabido que la superabundancia y consumismo en el que hemos vivido hasta ahora es causa de “nuestras” enfermedades somáticas y psíquicas.

Es más que importante y decisivo, de qué pan nos alimentamos:

no son las diversas especies de frutos los que alimentan al hombre, sino que es tu Palabra la que mantiene a los que creen en Ti, (Sab 16,26). Tu Palabra es dulce al paladar (Sal 119,103)

Lo que distingue al ser humano del animal es la PALABRA, que da sentido a toda realidad humana y crea relaciones entre las personas.

03. YO SOY EL PAN VIVO BAJADO DEL CIELO. QUIEN COMA DE ESTE PAN VIVIRÁ SIEMPRE. EL PAN QUE YO DOY PARA LA VIDA DEL MUNDO ES MI CARNE”. (Juan 6, 51).
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La presencia de Jesús en la Eucaristía es una presencia real y simbólica a la vez.

Es REAL porque el Señor así nos lo dejó: donde estéis dos o más reunidos en mi nombre allí estoy yo, haced esto en memoria mía: esto es mi cuerpo.

Es SIMBÓLICA porque no podemos hablar de las cosas de Dios, como si se tratase de cosas de los hombres. La Escritura, la Biblia (Revelación) no son una fuente de información directamente representativa de hechos o datos objetivos sobre la realidad trascendente. A Dios nadie le ha visto nunca jamás. Los textos bíblicos no comunican conocimientos objetivos sobre la realidad trascendente, como si se tratase de realidades iguales a las cotidianas del mundo de los humanos. Dios y su infinita bondad que Jesús nos ha revelado, no caben en nuestra mente, ni en nuestras palabras y ritos.

No es menos cierto que los humanos no tenemos otro lenguaje más que el nuestro para hablar de Dios. El Creador dejó en nosotros su huella a la hora de comunicarnos. Gracias a esos vestigios podemos hacer nuestro en el lenguaje simbólico la profundidad de Dios.

EL SÍMBOLO CONDUCE A UNA COSA DIFERENTE A SÍ MISMO; hace presente algo diferente, revela algo peculiar que no podría conocerse sin el símbolo. El símbolo, los símbolos participan de la realidad que significan

o El AGUA es limpieza-purificación, es vida, ¿qué otra cosa significa el BAUTISMO?

o El ACEITE (crisma – óleo) sirve como unción, masaje de preparación para el combate de la vida (y de la enfermedad). ¿QUÉ OTRA COSA ES LA CONFIRMACIÓN, MINISTERIO ECLESIAL, LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS?

o El PAN es alimento y vida(sobre todo en nuestra cultura mediterránea), Esto es la EUCARISTÍA

Los símbolos revelan ciertos aspectos de la realidad, los más profundos, que desafían otros medios de conocimiento. EL LENGUAJE SIMBÓLICO ES EL MÁS REAL. LOS SÍMBOLOS SON EL BALBUCEO HUMANO DE LO DIVINO; son la expresión más exacta que humanamente se puede, de lo que supera el techo de todo lo humano, de Dios.
En la Eucaristía la fe nos permite y ayuda a trascendernos a nosotros mismos, superar todo lo humano y recibir al Señor,

En este encuentro la mente humana calla y obedece, el creyente confía y se deja inundar del amor infinito de Dios.

Lo decía santo Tomás en ese himno que lo hemos cantado mil veces en nuestra vida: Praestet fides supplementum Sensum defectui: La fe ha de prestar el suplemento necesario para comprender lo que los sentidos no pueden “tocar”.

04. PAN DE VIDA.

ev-0Cristo es el pan de vida. El pan, el humilde pan, es la presencia de Cristo: de la Vida. Pero no se trata, al menos no exclusivamente, de tomar un poco de pan en la Eucaristía. El pan de vida de Cristo son las bienaventuranzas, la solidaridad, el amor, el perdón, la redención…

Cuando comemos de ese pan (de esos criterios) y cuando repartimos el pan tenemos vida en el más amplio sentido de la palabra: respetamos a todos los hombres y pueblos, cuidamos de los ancianos, enfermos, ayudamos a crecer a los niños, repartimos en pan, el trabajo, la cultura.

La samaritana, (Jn 4) le pide a Jesús: dame de esa agua y no tendré más sed. Ahora la muchedumbre le pide. Danos de ese pan.

“YO SOY EL PAN DE VIDA. EL QUE VIENE A MÍ NO PASARÁ HAMBRE”

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