No temas
TEMPESTAD EN EL RÍO
Se acaba toda playa.
El río entra en la tierra.
La floresta, en el río.
El cielo es como un río boca abajo.
Y es un cauce de verde sumergido
la orilla forestal.
Crecen las alas. Es un mar el río.
El agua baja turbia, roja,
fusilada de lluvia.
“Las aguas superiores,
las aguas inferiores”
del Génesis se llevan
el barco en los bandazos.
Leo cosas de Iglesia. Canto y grito,
elemental y loco de esperanza.
Moverse ya es vivir. Crecen las aguas
del Araguaia nuestro:
ha llegado la hora de la “enchente”,
y se puede cortar el lento viaje
entrando rectamente por los canales nuevos…
El barco ruge y marcha solo,
pobre,
libre, débil, seguro.
Y truena el cielo como un vientre grávido
hacia el glorioso parto teilhardiano.
Es Adviento en la misa y en las aguas.
Es Adviento en la tierra de los hombres.
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Pedro Casaldáliga
(Clamor elemental. Editorial Sígueme, Salamanca 1971)
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¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!
Un día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos:
– “Vamos a la otra orilla.”
Dejando a la gente, se lo llevaron en la barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó un fuerte huracán, y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón. Lo despertaron, diciéndole:
– “Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?“
Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago:
– “¡Silencio, cállate!”
El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo:
– “¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?”
Se quedaron espantados y se decían unos a otros:
– “¿Pero quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!”
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Marcos 4,35-41
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La fe es estar cogidos por aquello que tiene que ver con nosotros de una manera incondicional. El hombre, como cualquier otro ser vivo, se encuentra turbado porque le preocupan muchas cosas, sobre todo por aquellas cosas que condicionan su vida, como el alimento y la casa. Y, a diferencia de los otros seres vivos, el hombre tiene también necesidades sociales y políticas.
Muchas de ellas son urgentes, algunas muy urgentes, y cada una de ellas puede estar relacionada con las cosas cotidianas de importancia esencial tanto para la vida de cada hombre particular como para la de una comunidad. Cuando esto sucede, se requiere la entrega total de aquel que responde afirmativamente a esta pretensión, y eso promete una realización total, aun cuando todas las otras exigencias debieran quedar sometidas a ella o abandonadas por amor a ella.
La fe, en cuanto estar cogidos por aquello que tiene que ver con nosotros de una manera incondicional, es un acto de toda la persona. Tiene lugar en el centro de la vida personal y abarca todas sus estructuras. La fe es el acto más profundo y más completo de todo el espíritu humano […]. Todas las funciones del hombre están reunidas en el acto de fe.
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P. Tillich,
La razón y la revelación,
Ediciones Sígueme, Salamanca 1982.
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