Del blog de Xabier Pikaza:
Juan Bautista, profeta del fuego y del agua de Dios, cuya fiesta hoy celebramos, viene anunciando la Navidad, seis meses antes (solsticio de verano, en el hemisferio norte).
— Profeta del fuego que quema toda injusticia de los hombres, para que puedan presentarse limpios ante Dios. Por eso se elevan hogueras, el día más largo (hemisferio norte), por eso se promete y exige un cambio radical de vida.
— Profeta del agua que destruye y anega para dar nueva vida, promotor de un bautismo que iguala a todos los hombres y mujeres, desnudos, solidarios, sin poder ocultar nada, ante la promesa nueva de la vida.
Desde ese fondo retomo el argumento que presenté el pasado Adviento (10.12.17), comentando el pasaje en el que Lc 3, 10-14 expone con detalle el proyecto económico-social de Juan Bautista, camino de fuego, con sus tres partes:
–proyecto para todos los hombres y mujeres: Quemar el mundo viejo en la hoguera de las vanidades e injusticias, comenzar un mundo nuevo, compartido, nacer así a la vida en justicia y esperanza;
–proyecto especial para publicanos (cobradores de impuestos, administradores de dinero), con una política al servicio de la vida, de la acogida de los expulsados, del pan de los hambrientos…
–proyecto también especial para soldados, es decir, para profesionales de una violencia que debe ponerse al servicio de la justicia, convirtiéndose al fin en un servicio social.
Juan fue ajusticiado porque ese proyecto triple, unido a su anuncio de juicio contra un mundo injusto, llenó de miedo a muchos, entre ellos a Herodes Antipas, reyezuelo rico, tetrarca de Galilea, que tenía mucho que perder con hombres como Juan, al que por otro lado admiraba, condenándole a muerte.
Pero ningún Herodes podrá acallar la voz del Bautista, ningún egoísmo particular, ningún tipo de política social y/o religiosa impositiva y mentirosa podrá acallar la generosidad generosa, expresada de forma lapidaria en su mensaje: ¡Quien tenga dos túnicas que dé una a quien no tiene!
Túnica es aquí casa y dinero, es tierra y trabajo, es humanidad… Juan sabe que sólo se tiene y disfruta de verdad aquello que se comparte, convirtiendo el “dinero” (posesiones, honores…) en Medio de Vida para todos. De esa forma ha instaurado Juan Bautista una ética universal, que se aplica al mismo tiempo (de un modo intenso) a propietarios de dinero y de las armas.
— Ética universal: Quien tenga dos túnicas dé una a quien no tiene, y quien tenga comida haga lo mismo… ¿Qué pasa con África, campo de robo universal para los ricos?
¿Que diría hoy Juan a los que sostienen y promueven la injusticia reflejada en barcos de mercancía humana que nadie quiere recibir en su puerto?
— Ética de economistas-publicanos: No ser corruptos, no engañar a los demás, contentarse con lo suficiente, pues la vida es para todos y ellos son siervos de los otros en el campo del dinero.
¿Qué diría hoy Juan a los nuevos señores del dinero de muerte, publicanos-prostituidos, muchas veces a nombre de un sistema que llaman “cristiano” (civilización occidental que ha perdido el alma?
— Ética para soldados: No hacer violencia, contentarse con la paga…, poniendo su vida al servicio de la convivencia y de un orden social que favorezca a los pobres.
¿Qué diría hoy Juan a los nuevos señores de la guerra, que no solamente matan, sino que ganan fortunas por matar?
Éste es hoy el mensaje de Juan, que ahora tomo de Lc 3, 7-9 donde el aparece como como mensajero profético del juicio; presentándose, al mismo tiempo, nuestro pasaje le presenta como maestro y promotor de “organización ética del mundo” en línea de justicia económica para todos, pero empezando por los ricos y soldados.
Mensaje político-social
Lucas presenta así a Juan como profeta cristianizado (o, quizá mejor) universalizado, en la línea de una moral judeo-cristiana, un predicador de justicia, convertido por algunos de sus discípulos (y por la Iglesia) en un orden mundial de comunión económica y de sabiduría, en la línea de otros judeo-helenistas y pensadores griegos de su tiempo:
1. Economía compartida
“La gente le preguntaba: – ¿Qué tenemos que hacer? Y les contestaba: Quien tenga dos túnicas, que le dé una al que no tiene ninguna, y el que tenga comida que haga lo mismo” (Lc 3, 10-11).
Comida y vestido no ha de ser objeto de compra-venta, sino de comunicación y así deben compartirse. Quien atesore dos túnicas (casas, comida, monedas…), mientras otros no tienen ninguna, destruye el principio central de la justicia.
Éste es, según Lucas, el sentido profundo de la moral económica de Juan Bautista, que se dirige a todos los hombres, judíos y gentiles, no sólo a sacerdotes o gobernantes judíos más o menos “ortodo-xos”, superando un orden monetario de la compra-venta, que esclaviza a los pobres, y optando por la comunicación directa de los bienes. De esa forma, los signos básicos de su vida (vestido, comida) han de convertirse en medio de comunión universal, en línea de gratuidad, no de compraventa.
Conforme a este mensaje, lo que importa no es creer en Juan Bautista (o en Jesús), ni de aceptar unos dogmas o caminos religiosos especiales… La única verdad moral consiste en compartir la vida, en contra de un sistema capitalista que amontona dinero (Mammón) mientras sigue habiendo muchos que no tienen comida o vestido.
2 Economía de servicio monetario
“Vinieron también unos publicanos a bautizarse y le dijeron: Maestro, ¿qué tenemos que hacer? Él les respondió: No exijáis nada fuera de lo establecido” (diatetagmenon) (3, 12-13).
Dando por sabido el nivel anterior, donde las cosas se comparten directamente entre todos, Juan supone que hay un orden (sistema) de economía que administra el dinero público, y en el que existen oficiales (funcionarios), que regulan los impuestos y tasas del Estado.
Según eso, este Juan ya no anuncia el fin de este tipo de Estado (como hacía el Juan histórico), sino que lo acepta y quiere re-formarlo. En esa línea, Juan pide a los funcionario de ese Estado que se haya regulado, que no cobren más, ni utilicen su poder económico al servicio propio.
Este Juan de Lucas debe saber, sin duda, que puede haber normas injustas, que deberían cambiarse, y además mantiene firme (también sin duda alguna), el principio anterior de compartir con los demás lo que cada uno tiene. Pues bien, sobre ese principio, como buen ciudadano de un imperio, él conoce la existencia de “publicanos”, entendidos de un modo general como “oficiales” de impuestos, y (en contra de lo que dirá el Apocalipsis), piensa que en principio los gestores de ese dinero pueden cumplir un buen servicio (¡y así no los demoniza!), aunque manteniendo el principio anterior (dar lo que sobra a los necesitados), pidiéndoles sólo que no exijan más de lo estipulado.
En la línea de la glosa de Pablo (Rom 13, 1-7), este Bautista de Lucas supone que reyes y publicanos tienen un derecho económico, según el cual no son dueños arbitrarios sino administradores del dinero (los impuestos) para todos. En esa línea, él aparece como reformador (no destructor) del sistema eco-nómico imperante (con dinero, con impuestos), no para destruirlo, sino para ponerlo al servicio del bien común (para compartir túnica y comida, es decir, humanidad). Leer más…
Biblia, Espiritualidad
Ciclo B, Dios, Evangelio, Jesús, Juan Bautista, Tiempo Ordinario, Valentía
Comentarios recientes