Domingo XI del Tiempo Ordinario. 17 de junio de 2018
“A sus discípulos se lo explicaba todo en privado”
Al abrir la biblia por la cita de hoy lo primero que leemos es este enunciado: Parábola del grano que crece por sí sólo. El subconsciente de cada cual es muy peculiar pero si el tuyo es de los que saltan disparados para protestar, no tardará en salirte un “¡sí, claro!”. Vamos, que no te parece muy convincente eso de que crezca por sí sólo.
Pues bien, ¿cuántas veces has escuchado o leído que nos tenemos que hacer como niños? Con esta, una más.
Si jugando con un niño haces que, por ejemplo, un muñeco le hable, en un primer momento se sorprenderá pero acto seguido te dirá “has sido tú”. Reconoce que alguien mayor que él ha hecho que el muñeco le hable. Luego, agradecido, incluso él imitará ese gesto que le acabas de enseñar y lo hará con otros niños.
Algo así podríamos hacer en nuestra cotidianidad. No me refiero a hacer cosas extraordinarias y ponernos medallas, qué va, aunque nos encanta. Me refiero a la actitud del niño: sorprendernos con lo que ocurre en el momento presente, es decir, estar despiertas y atentas al ahora, reconocer que lo que vivimos no es mérito nuestro sino que nos viene de Dios, alguien infinitamente más grande que nosotras, y así, llenas de gratitud, imitar entre las demás ese pequeño gesto que nos ha hecho sonreír.
Verás que así el grano sí que crece por sí sólo. Con gratitud y pequeños gestos. Una vez que una hermana acababa de sembrar unas semillas, una noche al acostarse se acordó que no las había regado y un rato después escuchó que comenzaba a llover. Dijo “gracias, Señor, por encargarte tú de regar ahora”… y vaya si crecieron.
Oración
Jesús de Nazaret, Maestro, no dejes de enseñarnos en el Silencio.
Amén
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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa
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