¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?
Propósito
Por fin echaré a andar…
Sólo, por donde sea,
por donde quiera Dios y su momento
y mi sinceridad.
Ya me estaba cansando
de pisarme la vida tristemente.
¡Aire, cielo, aire, mar, cielo, mar, aire!
Sólo, o con vosotros, ¡con los hombres!
¡¡ pero fuera de mí !!
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Pedro Casaldáliga
Palabra Ungida, 1955
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En aquel tiempo, Jesús fue a casa con sus discípulos y se juntó de nuevo tanta gente que no los dejaban ni comer. Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque decían que no estaba en sus cabales. También los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: “Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios.”
Él los invitó a acercarse y les puso estas parábolas:
–“¿Cómo va a echar Satanás a Satanás? Un reino en guerra civil no puede subsistir; una familia dividida no puede subsistir. Si Satanás se rebela contra sí mismo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido. Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo para arramblar con su ajuar, si primero no lo ata; entonces podrá arramblar con la casa. Creedme, todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre.“
Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo.
Llegaron su madre y sus hermanos y, desde fuera, le mandaron llamar. La gente estaba sentada a su alrededor, y le dijeron:
-“¡Oye! Tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan.”
Jesús les respondió:
-“¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?”
Y mirando entonces a los que estaban sentados a su alrededor, añadió:
-“Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.”
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Marcos 3, 20-35
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El ser humano puede llegar a ser y se hace, de hecho, culpable. Esta es una convicción cristiana fundamental de fe. La encontramos expresada de manera clara o implícita en todos los escritos de la Biblia. «Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros» (1 Jn 1,8). La convicción de la posibilidad de la realidad de la culpa humana no brota sólo de la revelación divina de la antigua y de la nueva alianza. Se basa asimismo en la experiencia humana cotidiana, en cuyo interior conocemos nuestro fracaso personal, la libertad, la responsabilidad y la culpa […].
La libertad es una realidad que se nos da en virtud de que el hombre es persona, aunque no es plenamente comprensible de un modo analítico. La libertad podemos experimentarla, pero no comprenderla. De este carácter incomprensible participa asimismo la culpa, en cuanto abuso de la libertad. En el fondo, no es posible explicar ni las decisiones libres ni el fracaso culpable. Sólo es posible explicar los procesos que pueden estar motivados y pueden ser esclarecidos sobre la base de la regularidad, en cuanto desarrollos necesarios. La libertad o, mejor aún, la libertad de elección atestigua en realidad precisamente lo contrario de la regularidad y de la necesidad.
En la esencial incapacidad en que nos encontramos de «llevar las bridas» de nuestras propias decisiones libres y de nuestra propia culpabilidad, de comprender del todo y de demostrarlas de una manera convincente, ahí precisamente, en esa incapacidad, es donde se fundamenta la posibilidad de negarlas. Si queremos escapar del peligro que supone semejante desconocimiento de nosotros mismos, debemos mantenernos abiertos al testimonio de la revelación y a la experiencia de nosotros mismos que aparece en la conciencia.
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D- Grothues, Schuld und Vergebung, Munich 1972, pp. 7ss;
existe trad. italiana: Amare iI prossimo, Brescia 1991, pp. 139ss.
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