Partir
Partir no es devorar kilómetros, atravesar los mares, volar a velocidades supersónicas. Partir es ante todo abrirnos a los otros, descubrirlos, salir a su encuentro. Abrirnos a las ideas, incluidas las contrarias a las nuestras, significa tener el aliento de un buen caminante. Dichoso el que comprende y vive este pensamiento: «Si no estás de acuerdo conmigo, me enriqueces». Tener junto a nosotros a un hombre que siempre está de acuerdo de manera incondicional no es tener un compañero, sino una sombra. Es posible viajar solo. Pero un buen caminante sabe que el gran viaje es el de la vida, y éste exige compañeros. Bienaventurado quien se siente eternamente viajero y ve en cada prójimo un compañero deseado. Un buen caminante se preocupa de los compañeros desanimados y cansados. Intuye el momento en que empiezan a desesperar. Los recoge donde los encuentra. Los escucha. Y con inteligencia y delicadeza, pero sobre todo con amor, vuelve a darles ánimos y gusto por el camino.
Ir hacia adelante sólo por ir hacia adelante no es verdaderamente caminar. Caminar es ir hacia alguna parte, es prever la llegada, el desembarco. Ahora bien, hay caminos y caminos. Para las minorías abrahánicas, partir es ponerse en marcha y ayudar a los otros a emprender con nosotros la misma marcha a fin de construir un mundo más justo y más humano.
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Helder Cámara,
La secuela como partida y acogida
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