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…Y todo empieza ¡cómo no! en torno a la mesa.

Domingo, 3 de junio de 2018

eucaristia0Así de sencillo y normal, así de cotidiano y desmitificado, la Iglesia, la comunidad cristiana empieza alrededor de la mesa, del compartir sabores y saberes. Del mostrarnos como somos, del contar la vida y lo que nos la deteriora…

Con la renovación litúrgica del Concilio se dio el gran paso de “altar de sacrificio y de ofrenda para calmar la ira de Dios o conseguir su favor: rodillas, latín, incienso… sentido de expiación, mujeres con velo, separadas de los hombres, el sacerdote –como en el AT– era el intermediario imprescindible ante Dios.

La reforma litúrgica, cambia el sentido de fondo: no es altar de sacrificio sino mesa alrededor de la que se reúne la comunidad. Todo da un giro: lengua vernácula, distribución del mobiliario significativo de lo que queremos ritualizar, participación del pueblo o comunidad.

Ya no es altar de sacrificio (AT) sino mesa de la comunidad. Celebración, no expiación.

AMBIENTACIÓN ANTROPOLÓGICA:

– Jesús, compañero de mesa, no nos obliga a ir a misa, nos invita a ser mesa de acogida y de compartir si queremos ser sus amig@s.

La eucaristía cristiana es un sacramento hondamente arraigado en la vida humana. La Eucaristía es, ante todo, la comida humana, el hecho del comer, que deviene sacramento dentro de una vivencia de fe.

La eucaristía como signo central de la fe arraiga en el simbolismo, que ya de por sí posee la comida humana, por el cual remite a lo trascendente y queda abierta al Misterio.

Podemos distinguir una triple dimensión en el comer:

– es ante todo un hecho humano: sentido antropológico

– puede ser un hecho sacral: sentido religioso

– finalmente puede devenir un hecho evangélico: sentido cristiano

Desde el punto de vista antropológico su sentido simbólico se ramifica en tres aspectos:

a) Es y expresa una comunicación con la tierra de la que proviene. Comer es entrar en comunión con las energías y fuerzas cósmicas vehiculadas por lo que se degusta e ingiere. Es recibir esa energía que renueva la vida, se regenera la persona, y se experimenta una sensación de plenitud no sólo fisiológica, sino síquica, existencial.

La Tierra y el Cosmos son a su vez símbolos máximos de Vida, epifanías de una Energía renovadora a través del campo, su fertilidad, sus frutos; a través del sol, de la luna con sus ciclos y estaciones, del mar… Están lindando con lo Trascendente y, por tanto, con lo religioso, inseparable de lo antropológico.

Se entra en comunión con toda la realidad cósmica, primero a través de la respiración, del baño en las aguas y la recepción de los rayos solares y finalmente a través del comer.

b) La comida-bebida es expresión de dependencia, de creaturidad. Por esta acción manifestamos y experimentamos que necesitamos salir de nosotros mismos para subsistir. En ella nos encontramos con algo que nos viene de fuera y que necesitamos vitalmente, ya que no podemos sacarlo de nuestro interior.

Somos solidarios del universo porque dependemos de él. Es nuestra dimensión cósmica más palpable. Vivimos gracias a los frutos de la tierra. Este sentido de religación nos insinúa ya lo religioso.

c) El comer es signo de comunicación interhumana, tendemos a comer con, y no a solas. La comida es de raíz una acción que implica comunidad, comunión, comunicación.

Si falta esta dimensión la comida se convierte en simple nutrición. No es un acto humano integral:

– comer y beber juntos es expresión de nuestra unidad de origen y de nuestra solidaridad en la condición humana: compartimos un mismo origen y destino, un mismo arraigamiento en la tierra, en el cosmos.

– comer es muchas veces el resultado de un acto de convidar. La comida deviene convite. Es un hacer común la vida. Se desdobla en dos momentos: en un dar de comer y en un aceptar el comer acogiendo el don.

El que convida le está diciendo a su huésped: te doy mi alimento y mi bebida, con ellos te doy y deseo la salud que producen en mí, así compartimos la misma vida. Mi vida será tu vida, y mi persona será tu persona, te doy mi amistad. Cuando se dan estas circunstancias el convite significa unión personal. Aquí ya vislumbramos la eucaristía como sacramento de la presencia.

– Comer juntos no es sólo entre dos, es muchas veces la acción de un grupo. Como dicen los antropólogos, el comer juntos significa sellar la unión del grupo (familia, pueblo, barrio…), pensemos en ciertas fiestas, romerías… todos se sientan alrededor de la sartén, la hoguera, el cordero… de ahí surge la comensalidad y la convivialidad. Todos tienen un mismo sentimiento de alegría, se contagian un mismo afecto, se generaliza el intercambio de confianza.

Este sustrato popular de comer y beber es terreno abonado para que surja y crezca la comunidad, la eucaristía. Tema hospitalidad, pastoral de la mesa.

¿Por qué pan y vino?

El pan ha sido el alimento base de la cultura mediterránea. Acompaña todo o se come sólo. No sólo sustenta la vida de tantas personas sino que la simboliza por los nueve meses que necesita el trigo para crecer y madurar, el tiempo de una gestación. El pan proviene del trigo cereal que nos recuerda las tierras de secano de donde brota. El vino, bebida fundamental mediterránea, nos recuerda además de la tierra, el sol que caldea la vid.

Su color recuerda a la sangre, el alcohol evoca al espíritu que anima, alegra, desata las lenguas, moviliza los sentimientos cálidos de efusión y comunicación.

Eucaristía y justicia: la eucaristía solo se puede celebrar con pan no arrebatado a los pobres, con pan de justicia, con pan amasado en el compromiso por el interés del pobre, con pan de vida.

Tampoco se puede celebrar la Eucaristía con un pan, símbolo de unas vidas, que se alimentan de la explotación de la tierra para conseguir una producción que quiere engordar los bolsillos de algunos explotadores. Si es el banquete del Reino, los explotadores no tienen sitio a no ser que se conviertan a los valores de Jesús.

Concluyendo este apartado: en el pan y en el vino nos llegan los cuatro elementos de madre naturaleza: la tierra, el sol, el agua y el aire. A través del pan y el vino entramos en contacto con esa naturaleza que nos envuelve y cobija maternalmente. Comulgamos con ella, de esa comunión surge nuestra humanidad, en la que se encarna el Hijo de Dios.

A través de esta unión entre lo cósmico, lo humano y lo divino, nace la nueva creación. A través del alimento eucarístico hay una reconciliación entre el hombre-mujer, la naturaleza y Dios. Hay unión, armonía entre creación cósmico-humana y Creador. Hay una reconciliación pacificadora que es comunión entre humanidad, cosmos y Dios.

Eucaristía es Acción de Gracias, por todo, por todos.

Magdalena Bennásar Oliver

espiritualidadintegradoracristiana.es

Fuente Fe Adulta

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