“Domingo del Corpus Christi, el Pan y el Vino”. 2 de junio de 2018
“Mientras comían, Jesús tomó pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio…
cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio y todos bebieron.”
Hoy celebramos la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo, y esta fiesta puede ayudarnos a hacer un pequeño examen de conciencia, puede ser una llamada de atención, un reclamo.
Como seres humanos que somos tenemos que buscar siempre un equilibrio ya que nuestra tendencia a los extremos es grande. Hoy podemos quedarnos tranquilamente adorando el Pan y el Vino al tiempo que olvidamos el sufrimiento de la humanidad con lo cual nos estaríamos alejando del verdadero Cuerpo y la verdadera Sangre de Cristo.
Jesús no nos dejó su Cuerpo y su Sangre para contemplarlos, sino para comerlo y beberla. Para “tragarlo”. Tragar el Cuerpo y la Sangre de Jesús significa querer ser UNO con Él y con su manera de vivir.
Cuando comulgamos estamos diciendo públicamente que queremos vivir como vivió Jesús. Que creemos en el Dios que anunció y que estamos dispuestas a acompañarlo hasta las últimas consecuencias.
El Pan y el Vino son, nada más y nada menos, el signo de la entrega amorosa que vendrá despues de la Cena. El Pan y el Vino son el Cuerpo entregado y la Sangre derramada en una muerte violenta, injusta y madita.
Cuando tomamos el Pan y el Vino de la Eucaristía no solamente nos unimos a quienes en nuestro mundo sufren y entregan sus vidas, sino que expresamos de una manera pública que nosotras estamos dispuestas a sufrir y a entregar nuestras vidas por amor.
Por eso el Cuerpo y la Sangre de Cristo apenas se pueden adorar porque una voz nos recuerda que no podemos quedarnos mirando al cielo, o al Pan o al Vino, sino que tenemos que ir y hacer lo mismo.
Oración
Trinidad Santa, haznos valientes para asumir el compromiso que nos reclaman el Pan y el Vino de tu Reino.
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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa
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