El valor de toda persona humana.
Del blog Amigos de Thomas Merton:
Algunas ideas de THOMAS MERTON sobre PERSONALISMO Y HUMANISMO EN CLAVE CRISTIANA (Tomadas de “Los Manantiales de la Contemplación”, Editorial Sudamericana, 1993).
“Lo que realmente cuenta es estimar a una persona pura y simplemente por lo que ella es. Querer a una persona por lo que es, y no por cualquier otra razón, es un apoyo genuino. Nosotros no amamos a nuestros prójimos por lo que ellos hagan o dejen de hacer. Nadie tiene que pagar por la estima que recibe. No es como aprobar un examen y pasar de grado. Si todo el discurso en torno a la libertad no presupone esto, es una falacia, o es sospechoso. Las personas pueden ser raras o diferentes, y hasta tener ideas abstrusas. Sin embargo, cada una de ellas merece respeto. No es necesario que entren dentro de una u otra categoría o clasificación para ser dignas de respeto” (97).
“Hay tantas cosas que nos parecen más importantes que escuchar a los demás o concederles nuestro tiempo. Pensamos que podríamos emplear nuestro tiempo mucho mejor. Pues no, no podríamos. Debemos tener la convicción de que no podemos hacer nada mejor que amar a alguien natural y espontáneamente, y de una manera improductiva” (102). Quiere decir, gratuitamente, sin esperar nada a cambio.
“Ser cristiano no significa estar del lado bueno. Un cristiano no siempre sabe dónde está la justicia, no siempre ve todas las cosas claras. Pero el cristiano es consciente de que, mientras que en el ser humano hay falsía e infidelidad, en la misericordia de Dios hay siempre una absoluta fidelidad. Así pues, no rechacemos a nadie, pero procuremos, sí, disociarnos de todo cuanto pueda perjudicar o dañar a otras personas” (43). Me recuerda lo que una vez entendí: la diferencia entre “ser bueno” y hacer el bien.
El texto anterior continúa diciendo lo siguiente, y creo que es un complemento importante para entenderlo bien, aunque se sale un poco del tema que me ocupa aquí: “Todo cristiano debe defender la verdad de que la misericordia de Dios es infinita. Dios nunca escatima su misericordia. Éste es un mundo en el que un número incontable de seres humanos viven desesperados. Es entre ellos donde la presencia de Dios es realmente necesaria. Pero nuestro testimonio cristiano de la misericordia de Dios no es creíble para muchos porque no es lo bastante profundo” (43). Lo habitual es poner límites a nuestra misericordia, no llegar hasta el fondo, hasta el final; nuestros prejuicios limitan la misericordia, y así damos testimonio de un Dios que pone siempre condiciones.
Al hablar de la mística femenina y lo que puede tener esa idea de esquema y manipulación, Merton dice: “Ser una persona: esa es la idea que es preciso enfatizar. Nosotros mismos, aquí, recibimos la resaca de esa mística contemplativa: somos monjes de clausura, tenemos que ser misteriosos, tenemos que ser pasivos y almas bellas; estamos en un atolladero muy semejante al de ustedes (se refiere a las religiosas). No nos está permitido ser personas. Un contemplativo es supuestamente alguien que estará más consagrado que cualquier otro a una vida impersonal. Todos nosotros tenemos que luchar contra esa idea. Necesitamos una nueva antropología teológica, una nueva comprensión de lo que significa ser un ser humano, qué es una mujer, qué es un hombre” (161). De interés lo que sigue diciendo en el texto sobre la complementariedad de lo femenino y lo masculino; me gustaría revisarlo mejor en otro momento.
En el libro DOS SEMANAS EN ALASKA, Merton afirma: “La personalidad no se identifica con la individualidad. La individualidad es exclusiva; la personalidad no. Cada uno de nosotros posee una individualidad que es exclusiva, pero no se acaba todo aquí, y desde luego no es esa la persona que ustedes tratan de realizar. Si tú tratas de hacer realidad una individualidad exclusiva como si esta se identificase con la persona, terminarías en una perfecta contradicción, porque lo que realmente caracteriza a la persona es el hecho de existir para otros” (139).
Creo que esta idea es un importante complemento para entender todo lo anterior, lo mismo que lo que sigue: “La auténtica dificultad a la hora de definir una conciencia cristiana consiste en que ésta no es ni colectiva ni individual. Es personal y, a la vez, una comunión de los santos” (200). Hablar de persona implica siempre apertura; la persona no está cerrada en sí misma, sino abierta, interactuando con todo y con todos.
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