“Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu Santo”. Domingo 20 de mayo de 2018. Pentecostés
Hechos de los apóstoles 2,1-11: Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar:
Salmo responsorial: 103: Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
1Corintios 12,3b-7.12-13: Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo:
Juan 20,19-23: Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu Santo.
En el presente ciclo B pueden utilizarse tambien las siguientes lecturas:
Gálatas 5,16-25: El fruto del Espíritu.
Juan 15,26-27;16,12-15: El Espíritu de la verdad os guiará hasta la verdad plena.
Cualquier gran ciudad de nuestro mundo rememora ya el ambiente de la torre de Babel: pluralidad de lenguas, pluralidad de culturas, pluralidad de ideas, pluralidad de estilos de vida y problemas inmensos de intolerancia e incomprensión entre los que la habitan. ¿Cómo convivir y entenderse quienes tienen tantas diferencias? La situación está volviéndose especialmente problemática en los países desarrollados, pero también en las grandes ciudades de todo el mundo. Inmigrantes del campo, del interior, de otras provincias o países que lo dejan todo para buscar un trabajo, un hogar, un lugar donde recibir sustento y calidad de vida. A la desesperada son cada día más los que abandonan su país para tocar a la puerta de los países desarrollados, aunque para ello haya que surcar mares tenebrosos en barcas desamparadas. Llegar a la otra orilla es la ilusión… Y cuando llegan, si es que los dejan entrar, comienza un verdadero calvario hasta poder situarse al nivel de los que allí viven. Nuestro mundo se ha convertido ya en paradigma de la torre de Babel, palabra que significaba «puerta de los dioses». Así se denominaba la ciudad, símbolo de la humanidad, precursora de la cultura urbana. Una ciudad en torno a una torre, una lengua y un proyecto: escalar el cielo, invadir el área de lo divino. El ser humano quiso ser como Dios (ya antes lo había intentado en el paraíso a nivel de pareja, ahora a nivel político) y se unió (-se uniformó-) para lograrlo.
Pero el proyecto se frustró: aquél Dios, celoso desde los comienzos del progreso humano, confundió (en hebreo, “balal”) las lenguas y acabó para siempre con la Puerta de los dioses (“Babel”). Tal vez nunca existió aquel mundo uniformado; quizá fue sólo una tentadora aspiración de poder humano. Después del castigo divino, las diferentes lenguas fueron el mayor obstáculo para la convivencia, principio de dispersión y de ruptura humana. El autor de la narración babélica no pensó en la riqueza de la pluralidad e interpretó el gesto divino como castigo. Pero hizo constar, ya desde el principio, que Dios estaba por el pluralismo, diferenciando a los habitantes del globo por la lengua y dispersándolos.
Diez siglos después de escribirse esta narración del libro del Génesis, leemos otra en el de los Hechos de los Apóstoles. Tuvo lugar el día de Pentecostés, fiesta de la siega en la que los judíos recordaban el pacto de Dios con el pueblo en el monte Sinaí, «cincuenta días» (=«Pentecostés») después de la salida de Egipto.
Estaban reunidos los discípulos, también cincuenta días después de la Resurrección (el éxodo de Jesús al Padre) e iban a recoger el fruto de la siembra del Maestro: la venida del Espíritu que se describe acompañada de sucesos, expresados como si se tratara de fenómenos sensibles: ruido como de viento huracanado, lenguas como de fuego que consume o acrisola, Espíritu (=«ruah»: aire, aliento vital, respiración) Santo (=«hagios»: no terreno, separado, divino). Es el modo que elige Lucas para expresar lo inenarrable, la irrupción de un Espíritu que les libraría del miedo y del temor y que les haría hablar con libertad para promulgar la buena noticia de la muerte y resurrección de Jesús.
Por esto, recibido el Espíritu, comienzan todos a hablar lenguas diferentes. Algunos han querido indicar con esta expresión que se trata de “ruidos extraños”; tal vez fuera así originariamente, al estilo de las reuniones de carismáticos. Pero Lucas dice “lenguas diferentes”. Así como suena. Poco importa por lo demás averiguar en qué consistió aquel fenómeno para cuya explicación no contamos con más datos. Lo que sí importa es saber que el movimiento de Jesús nace abierto a todo el mundo y a todos, que Dios ya no quiere la uniformidad, sino la pluralidad; que no quiere la confrontación sino el diálogo; que ha comenzado una nueva era en la que hay que proclamar que todos pueden ser hermanos, no sólo a pesar de, sino gracias a las diferencias; que ya es posible entenderse superando todo tipo de barreras que impiden la comunicación.
Porque este Espíritu de Dios no es Espíritu de monotonía o de uniformidad: es políglota, polifónico. Espíritu de concertación (del latín “concertare”: debatir, discutir, componer, pactar, acordar). Espíritu que pone de acuerdo a gente que tiene puntos de vista distintos o modos de ser diferentes. El día de Pentecostés, a más lenguas, no vino, como en Babel, más confusión. “Cada uno los oía hablar en su propio idioma de las maravillas de Dios”. Dios hacía posible el milagro de entenderse.. Se estrenó así la nueva Babel, la pretendida de Dios, lejos de uniformidades malsanas, un mundo plural, pero acorde. Ojalá que la reinventemos y no sigamos levantando muros ni barreras entre ricos y pobres, entre países desarrollados y en vías de desarrollo o ni siquiera eso.
Y la venida del Espíritu significó para aquel puñado de discípulos el fin del miedo y del temor. Las puertas de la comunidad se abrieron. Nació una comunidad humana, libre como viento, como fuego ardiente. No sin razón dice Pablo: “Donde hay Espíritu de Dios hay libertad”, y donde hay libertad, autonomía (el ser humano -y su bien- se hacen ley), y donde hay autonomía, se fomenta la pluralidad y la individualidad, como camino de unidad, y resplandece la verdad, porque el Espíritu es veraz y nos guiará por el camino de la verdad, de la autenticidad, de la vida, como dice Juan en su evangelio. Que venga un nuevo Pentecotés sobre nuestro mundo –es nuestra oración- para acabar con esta ola de intolerancia e intransigencia que nos invade por doquier.
Nota: No hay capítulo de la serie «Un tal Jesús» que se refiera al evangelio de este domingo.
Para la revisión de vida
Hacer un tiempo de oración más profunda, tratando de escuchar las mociones que el Espíritu puede suscitar en mí y que quizá no tengo condiciones de escuchar en la prisa diaria.
Educar la mirada: lograr “ver” al Espíritu actuando en tantas cosas como Él mueve y dirige…
No dejarnos deslumbrar por todos los que se remiten fácilmente al “espíritu” y en su nombre se apartan del compromiso del amor, de la atención a los pobres…: hacer “discernimiento de espíritus”.
Ejercicio: leer un libro de espiritualidad comprometida.
Para la reunión de grupo
– ¿Qué reacción nos produce la palabra “espíritu”? Démosle sinónimos explicativos.
– Hoy hablan muchos del “espíritu” y lo encuentran en regiones o en actividades muy lejanos de la realidad, del compromiso social, en lo “puramente religioso”… ¿Es así lo que la Biblia nos dice del Espíritu? Pongamos ejemplos.
– «Hay que ser espirituales, no espiritualistas»: comentar a frase, con razones y con experiencias.
– En el transfondo de lo que escribe, Lucas, en los Hechos de los Apóstoles (1ª lectura) tiene en el pensamiento el símbolo de lo que ocurrió en Babel: ¿en qué sentido? Explicitar las referencias simbólicas.
Para la oración de los fieles
– Para que el Espíritu de Pentecostés se siga derramando hoy en la Iglesia en todos sus miembros, para animarla a ser fermento y catalizador de todas las transformaciones que el mismo Espíritu produce en todos los hombres y mujeres de todas las razas y credos, roguemos al Señor…
– Por este mundo que en la actualidad tiene en curso varias guerras que apelan a razones religiosas, para que el Espíritu de Dios, que actúa en todos los pueblos, los lleve poco a poco a superar la Babel de la confusión y nos encamine a la reconciliación y la Paz…
– Por esta Humanidad, hija de Dios, que se refiere a Él y lo ama desde las más diversas religiones y tradiciones espirituales; para que, sin perder la identidad espiritual que Dios ha dado a cada pueblo -destello singular de su gloria- todas las religiones dialoguen activa y fructuosamente, como mediaciones que son del único Dios…
– Para que el Espíritu Dios, “padre de los pobres” [Pater páuperum], que siempre les ha dado a lo largo de la historia, sobre todo en los momentos más difíciles y de máxima postración, claridad en la visión y coraje para el compromiso liberador, les dé hoy también en todo el mundo, fe convencida y esperanza activa…
– Para que, como en Pentecostés, todos los pueblos entiendan el lenguaje del amor y de la unidad, sin que ningún pueblo quiera dominar a los demás…
– Para que el Espíritu del Dios creador, “que repuebla la faz de la Tierra” y deposita -también en todas las criaturas- una participación de sí mismo, nos haga a los humanos conscientes de que no poseemos el mundo en propiedad para utilizarlo y consumirlo, sino para co-existir con todas las cosas y con-vivir con todas las criaturas animadas reverenciando así tanto a la Creación como al Creador…
Oración comunitaria
– Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de la Gloria: ilumina nuestra mirada interior para que, viendo lo que esperamos a raíz de tu llamado, y entendiendo la herencia grande y gloriosa que reservas a tus santos, comprendamos con qué extraordinaria fuerza actúa en favor de los que creemos. Por N.S.J. [cfr Ef 1, 17ss]
O bien
Dios nuestro, Espíritu inasible, Luz de toda luz, Amor que está en todo amor, Fuerza y Vida que alienta en toda la Creación: derrámate hoy de nuevo sobre toda la creación y sobre todos los pueblos, para que buscándote más allá de los diferentes nombres con que te invocamos, podamos encontrarTe, y podamos encontrarnos, en Ti, unidos en amor a todo lo que existe. Tú que vives y haces vivir, por los siglos de los siglos.
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