19.5.18. Vigilia de Pentecostés. Meditación bíblica sobre el Espíritu Santo
El próximo 20 celebra la Iglesia la fiesta del espíritu Santo, con la que culmina el ciclo pascual, día en que se cumplen las Siete Semanas del centro del tiempo judío, es decir, es decir, Pentecostés.
Es día bueno para la reflexión y la acción de gracias, la Fiesta de la Alianza y la Ley Verdadera del Amor, del Espíritu de Dios que es el alma del Alma de la Iglesia. En esa línea, a modo de guión para una Vigilia de de Reflexión y espera, quiero ofrecer unas reflexiones bíblicas sobre el Espíritu Santo, con motivos que tomo del Diccionario de la Biblia, en el que expongo los varios aspectos del ema.
En sentido extenso, el Espíritu Santo es la hondura divina del hombre, siendo, al mismo tiempo, la hondura humana de Dios o, si se prefiere, el amor más hondo de Dios hacia los hombres.
En ese contexto debo recordar que el Espíritu no es una cosa más, un tipo de sustancia que podamos colocar entre otras, sino una especie de principio vital de la realidad, que la teología bíblica cristiana ha vinculado de un modo especial a la vida y obra de Jesús con el surgimiento de la Iglesia, entendida en forma de comunidad universal.
Buena preparación, buena Vigilia del Espíritu Santo para todos.
1. INTRODUCCIÓN. EL ESPÍRITU SANTO
1. Los planos del Espíritu.
Empecemos situando el espíritu, que, de un modo inicial y aproximado, podemos situar en tres niveles. Son muchos los que piensan que el espíritu es una especie de vida del cosmos… Otros dirán que no es más que una ilusión, pues todo lo que existe en el mundo es pura materia. Otros, finalmente, vinculan el Espíritu con el hombre y con Dios.
1. Algunos piensan que el espíritu, entendido como realidad del mundo y la materia, es pura ilusión. Después de dividir todas las cosas en dos sustancias (materia y espíritu), como han hecho la mayoría de los pensadores ilustrados de la Edad Moderna (entre los que destaca Descartes), muchos pensadores han terminado afirmando que en el fondo sólo hay una cosa: todo es materia. El espíritu no existe, es sólo una palabra que empleamos para referirnos a ciertos fenómenos complejos, como hacían los poetas en sus mitos. Todo lo que hay en el mundo son variaciones de la única materia, que aparece en ciertos momentos y vivientes como vida o entendimiento, porque el mismo entendimiento y voluntad son materiales y así pueden estudiarse por la ciencia (física y biología, matemática y sicología).
2. Hay un espíritu del cosmos: somos parte de la gran Vida del mundo. Así respondieron algunos filósofos griegos y muchos científicos modernos: somos parte de un gran mundo que está vivo y respira, de tal forma que muchos, desde tiempos muy antiguos, tanto en Israel como en otros pueblos, han tendido a ver y entender el viento y tormenta como respiración divina del cosmos). De la vida del mundo venimos, en la vida del mundo moramos, a ella tornaremos. Ciertamente, hay algo especial en los humanos, pero nada individual que permanezca para siempre. Muchos ecologistas actuales, en la línea de B. Espinosa, añaden que debemos ser fieles al “espíritu del cosmos”: no tenemos más Dios que la Vida, ni más religión que el respeto al proceso viviente del cosmos.
3. Pero la teología de la Biblia habla de un modo especial del Espíritu de Dios y Espíritu del hombre, para vincularlos, en un camino que, según los cristianos, culmina en Jesucristo . En sentido estricto, en sentido bíblico y cristiano, del Espíritu sólo puede hablarse allí donde se afirma que hay un Dios que existe en sí (no es puro mundo/materia) y que actúa de manera creadora y amorosa, ofreciendo de algún modo su Espíritu-Vida a los hombres. Dios no es Espíritu en cuanto ser cerrado (esencia inmaterial aislada), sino como Relación de todas las relaciones, como Amor fundante y Presencia animadora: se abre y entrega a sí mismo, como Vida radical y Fuente de comunicación para los humanos. El ser del Espíritu es darse: Apertura creadora, Aliento de amor generoso que sólo “se tiene a sí mismo” (en autopresencia) regalándose del todo. Por eso, siendo reales, las cosas se realizan en Dios; siendo autónomo, el hombre sólo puede hacerse humano en el Espíritu divino.
2. El Espíritu de Dios sobre las aguas. Principio bíblico
En la línea anterior quiero situarme, partiendo de la Biblia, no para encerrar a los hombres en Dios y negar su independencia (como harían ciertos hegelianos), sino para destacar su independencia. Por eso empiezo diciendo con la Biblia que hay un Dios personal (es autoposesión) que quiere comunicarse de manera libre, no imponerse, a los humanos, haciéndoles capaces de acoger su presencia y dialogar con él desde el mundo; estas son sus primeras palabras:
En el principio… la tierra era caos y confusión y oscuridad sobre el abismo. Pero el Espíritu de Dios aleteaba por encima de las aguas.
Y dijo Dios: “hágase la luz…”; y dijo Dios “sepárense las aguas…” (cf. Gen 1, 1-6).
El Espíritu, simbolizado como huracán de Dios, planea sobre el abismo de un mundo que en sí mismo sería caos confuso. Así aparece como presencia creadora, extática, de Dios, que actúa después por la Palabra (y dijo Dios…) para así comunicarse. El mismo Aliento de Dios, respiración creadora, es Palabra que llama, organiza y relaciona todo lo que existe. Avanzando en esta línea, se dirá que Dios ha creado con su Aliento al ser humano:
Formó Dios al hombre con barro del suelo e insufló en su nariz Espíritu de vida y resultó el humano un ser viviente…
Y le dijo Dios: “De cualquier árbol del jardín puedes comer,
más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás,
pues el día en comieres de él morirás sin remedio” (Gen 2, 7.16-17).
Los hombres aparecen de esa forma vinculados Dios, inmersos en su respiración: han recibido su aliento, en amor que les hace capaces de comunicarse de un modo personal, abriéndoles a Dios. Pueden dialogar con él en libertad, pero sin “comer del árbol del conocimiento del bien-mal”, pues hacerlo sería encerrarse, alejarse de Dios, optar sólo por sí mismos, en un mundo de leyes y disputas sociales, en la complejidad de la historia. Eso significa que el Espíritu de Dios no puede imponerse, sino que deja en libertad a los humanos, haciéndoles capaces de ser o perderse (=morir), si es que prefieren crear un mundo de juicio (bien-mal), opuesto al deseo de Dios. Leer más…
Comentarios recientes