6º Domingo de Pascua. 06 Mayo, 2018
“Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotras, y vuestra alegría llegue a plenitud.”
(Jn 15, 9-17)
Lo que nos presenta el evangelio de hoy es una declaración de amor. “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo.” Estás son las palabras que Jesús no deja de pronunciar en la vida de cada creyente.
El signo de los cristianos no es la cruz, es el Amor. La cruz por sí sola es un instrumento de tortura. Cuando Jesús en un acto infinito de amor y generosidad se deja clavar en cruz la convierte en símbolo de Amor.
El problema que tenemos los cristianos es que nos quedamos mirando a la cruz. O mirando al Amor. Y eso hay que hacerlo, pero no podemos quedarnos ahí. El evangelio continua, Jesús no dice: “amadme como yo os he amado.” No, lo que dice es: “amaos unos a otros como yo os he amado”.
Jesús era muy listo, y nos conoce bien. Sabía que no íbamos a tener grandes dificultades en amarle a Él o amar a Dios. Esto último ya lo hacía muy bien el pueblo judío. Pero no basta. El amor a Dios, para ser completo, para que de verdad se convierta en alegría, tiene que pasar por las hermanas, por las personas que conviven con nosotras.
Por que el amor del que habla Jesús no es una cuestión teórica sino una realidad existencial y práctica. No es algo que “se aprende de memoria” sino algo que que se experimenta en la vida.
Las teorías, por buenas que sean, no provocan alegría. La alegría brota de la vida, de la “práctica”. Y la vida concreta es mucho más audaz y sorprendente que cualquier teoría.
Por que “en teoría” es feliz aquella persona que consigue éxito, fama y dinero. La publicidad nos vende una infalible teoría sobre la felicidad. Es feliz la persona que es guapa, joven y tiene buena salud. Es decir, que tiene un cuerpo atlético, un hermoso cabello, una piel sin arrugas y un buen bronceado.
Pero la vida nos muestra otra cosa. Vemos el brillo de la auténtica felicidad en los ojos de una madre que ve salir adelante a su hijo con parálisis cerebral. O en un joven que se queda en silla de ruedas tras un accidente y pierde movilidad pero descubre la Vida.
La alegría que llega a plenitud es la que es capaz de atravesar los fracasos y el dolor. Es la que lleva consigo la conciencia de saberse vulnerables pero profundamente amadas.
Oración
Trinidad Santa, no dejes que nos conformemos con medias alegrías, sino que caminemos hacia la alegría que brota de Ti. Amén.
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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa
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