Reconciliación
¿De qué modo trabajamos para la reconciliación? En primer lugar y sobre todo, reivindicando para nosotros mismos el hecho de que Dios nos ha reconciliado consigo en Cristo. Pero no basta con creer esto con nuestra cabeza. Debemos dejar que la verdad de esta reconciliación penetre en todos los rincones de nuestro ser. Hasta que no estemos plena y absolutamente convencidos de que hemos sido reconciliados con Dios, de que estamos perdonados, de que hemos recibido un corazón nuevo, un espíritu nuevo, unos ojos nuevos para ver y unos nuevos oídos para oír, continuaremos creando divisiones entre la gente, porque esperaremos de ella un poder de curación que no posee.
Sólo cuando confiemos plenamente en el hecho de que pertenecemos a Dios y podemos encontrar en nuestra relación con Dios todo lo que necesitamos para nuestra mente, nuestro corazón, nuestra alma, podremos ser libres de verdad en este mundo y ser ministros de la reconciliación. Esto es algo que no resulta fácil; muy pronto volvemos a caer en la duda y en el rechazo de nosotros mismos. Necesitamos que se nos recuerde constantemente a través de la Palabra de Dios, de los sacramentos y del amor al prójimo que estamos reconciliados de verdad.
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H. J. M. Nouwen,
Pan para el viaje, PPC, Madrid 1999
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